¡Malditos bastardos!
Después de leer que la ejecutiva del PSOE, tras reconocer su "tradición (¿o traición?) republicana" mostraba su adhesión al futuro Felipe VI; que todos los hipotéticos candidatos de las primarias con peso específico (Madina, Chacón o Susana Díez) manifestaban su apoyo a Felipe VI; que Rubalcaba ha ido de la manita de Rajoy en el sigiloso proceso de abdicación del Borbón y su sustitución, para fortalecer la debilitada monarquía, por la esbelta figura de Felipe VI; que Zapatero, ex presidente socialista, piensa que se renovarán y fortalecerán las instituciones con Felipe VI; que el representante de las Juventudes Socialistas, en un guiño para débiles mentales prestos a dejarse embaucar, pedía un referéndum para decidir si nos tragamos a Felipe VI; que...
No puedo más, después de atragantarme
con tanta infamia de esa supuesta izquierda (de la derecha pepera de la
que nada espero, sólo espero, por su esencia, que apoye esa injusticia
que se llama monarquía y otras mil), que responde a las siglas PSOE, se
me vino a la mente, airado, el título de la película de Tarantino, el
exabrupto que encabeza estás líneas.
Hasta ahora, cobardemente, se han
refugiado en esa ideología de lo campechano que era el juancarlismo.
Planteamiento básico: no soy monárquico, pero soy seguidor fiel del
supremo hacedor de democracias proveniente del fascismo (el otro gran
druida, Adolfo Suárez, también elaboró sus primeras pócimas en el
sanguinario régimen) llamado Juan Carlos Primero. Veloces, la mayoría de
ellos ya transmutan a felipistas después. Tampoco debe costarles
demasiado, pues ya han tenido durante más de 20 años el liderazgo de un
Felipe probablemente más pérfido (aunque con el aval de su elección por
voto popular) que el individuo del que voy a ser súbdito a partir del
18 de junio de 2014. Todo, incluidos sus 21 gramos de almita
republicana, se sacrifica en el ara de la estabilidad institucional, de
ser un partido de estado.
Hay un argumento especialmente artero.
José Miguel Pérez, vicepresidente socialista del gobierno autónomo de
Canarias (Coalición Canaria-PSOE): "Si hubiera un referéndum lo ganaba
la monarquía", expresó este mago menor. Definitivo: el PSOE no apoya una
consulta para que su almita agonizante no se lleve un chasco incapaz de
superar. No, Don José Miguel, colega (no es despreciativo, es
historiador, como quién esto escribe), usted sabe que los cambios
históricos no vienen solos, que la actuación colectiva de los grupos
sociales que componen los pueblos y de sus diversas organizaciones, son
fundamentales para transitar un rumbo político u otro. Un hombre de
izquierdas y, por ende, republicano, tiene la obligación moral de no
escudar su cobardía política en un simulado "yo querría pero no se
puede" falaz.
Los 110 diputados del PSOE (alrededor
del 30% de la cámara) podrían presentar una ley que solicitara la
transformación de una jefatura del estado vitalicia y hereditaria en
otra electiva y con una duración determinada, mediante la celebración de
un referéndum. Pero no. Un no rotundo. El PSOE votará, junto a la
derecha del PP, UPyD y CiU, la ley de abdicación aprobada por el
gobierno que facilitará el relevo en el trono. Esta ley recibirá el
apoyo de más de trescientos (nada heroicos) diputados. O sea, el 90% de
la cámara. ¿Alguien cree que si este mes de junio, que verá la
entronización de Felipe VI, se celebrara una consulta popular la
monarquía tendría un 90% de los votos?
El PSOE, con su generalizada postura
entreguista, abofetea a gran parte de su base social que, dicho sea de
paso, hasta ahora ha manifestado una preocupante tendencia al
masoquismo, a perdonar cada canallada que supera la anterior. He usado
el pasado porque, en un cierto alarde de esperanza, más inducido por
alguna voz de mi entorno que por mi acendrado pesimismo, puede que los
adormecidos y añulgados por los cantos de sirena previos a las citas
electorales (¡qué viene la derechaaaaa...! ¡qué viene la
derechaaaaa...!), comiencen a desperezar sus mentes y aventar sus
miedos.
Parece que hay un país que anhela otra
realidad, aún pequeño, insuficiente, que se mueve cada vez más
intentando dejar atrás al país oficial, ese país de corruptelas y
componendas donde aún hay, tantos años después de escrita la hermosa
letra de La Internacional (¿la recuerdan amigos del PSOE?), reyes,
dioses y tribunos alquimistas que nos venden como oro el tóxico plomo.
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