Periódicos sensacionalistas británicos como ‘Daily Star’ o ‘The Sun’
llevaron a sus portadas, el pasado día 4, el llamado ‘mamading’ en una
discoteca de Magaluf (Calviá, Mallorca).
La capacidad de
degradación que pueden desarrollar las personas parece ser infinita, y
lo comprobamos cotidianamente. En el caso de la violencia hacia las
mujeres no dejamos de asombrarnos de la involución que viven las
sociedades occidentales.
Así lo demuestra la
nueva forma de prostituir a las mujeres que se ha iniciado en Barcelona
(con un concurso de felaciones celebrado en junio) y que ha salido a la
luz por la publicación en las redes de un vídeo grabado en una discoteca
de Magaluf (Calviá, Mallorca) en el que una joven realiza 20 felaciones
en dos minutos para ganar copas gratis todas las vacaciones, es decir, a
cambio de una compensación material. Lo que toda la vida se ha llamado
sexo por dinero o prostitución.
La acción, que en un
alarde de transparencia se conoce como ‘mamading’, se ha extendido a
otras zonas turísticas, como Ibiza o Lloret –paraíso del turismo
comunitario cutre-. Por si hay alguien que no sabe de qué va esta
práctica, se resume en discotecas que convocan concursos dirigidos a
mujeres consistentes en hacer el mayor número de felaciones posibles a
un grupo de ‘voluntarios’ en un máximo de tiempo x (se habla de dos
minutos en casi todos los casos) para ganar el premio anteriormente
mencionado: copas gratis durante su estancia en el lugar de veraneo.
Ante esto, surgen varios ámbitos de reflexión:
El primero, que podría vincularse a otras prácticas (balconing, borracheras low cost,
etc.), nos podría llevar a cuestionar para qué la marca España y si
esto es lo que vendemos de nuestro país como promoción de lo que
pretenden sea nuestra mayor fuente de ingresos y de empleo.
El segundo está
vinculado con la cosificación de las mujeres, su utilización como
objetos, sobre todo de su cuerpo, para beneficios de sus prostuidores,
que no dejan de ser maltratadores. Hablamos, pues, de otra forma de
violencia hacia las mujeres, que tiene otras vertientes en la
publicidad, como la ideada por dos peñas taurinas en Vall d’Uixó, en
mayo pasado, que contrataron a una joven mujer para que paseara por el
pueblo anunciando las corridas (de toros), eso sí, en top less.
O esa moda de anunciar cualquier cosa introduciendo dos palabras en
mayúscula en un cuerpo de letra mucho mayor. Las palabras, que no tienen
nada que ver con lo que se anuncia, son SEXO y GRATIS.
Continuando con la
necesaria regulación de la publicidad para erradicar el sexismo en
imágenes, lemas y, sin duda, el manido tema de los anuncios de contactos
en la prensa escrita, incluido en el Plan Integral contra la Trata de seres humanos con
fines de explotación sexual (2009-2012) aprobado por el gobierno en
diciembre de 2008, que en su Objetivo 2, Acción 3 se planteaba “Promover
el control de los anuncios de contactos en los medios de comunicación”.
Una mirada a la inmensa mayoría de los diarios indica que este objetivo
no se ha alcanzado porque ¿quién se permite el lujo de ser coherente y
perder los millones de euros que reporta esta publicidad?
Según el Informe sobre Prostituciónelaborado por la Comisión Mixta (Congreso-Senado) para los Derechos de la Mujer y la Igualdad de Oportunidades: “Los
medios de comunicación también obtienen beneficios del negocio de la
prostitución. La prensa de nuestro país obtiene importantes ingresos de
la publicidad de prostitución. Las ediciones de los cuatro principales
periódicos generalistas de nuestro país en un día laboral recogen un
número de anuncios considerable (El País -702-, El Mundo -672-, ABC
-225- y 91 La Razón). El periódico con más tirada de este país ingresa
en torno a 5 cinco millones de euros anuales.”
Ni la prostitución, ni
el ‘mamading’, vienen a colación por un problema de moralidad, moralina o
represión contenida. Se trata de la dignidad de las mujeres y de su
derecho a elegir cómo, dónde, cuándo y con quién… practican sexo, pero
por el placer que proporciona. Y no voy a repetirme en aquello de que no
hablamos de libertad si hay por medio normas, presión de grupo o
social, y mucho menos cuando participan sustancias que modifican la toma
de decisiones (como el alcohol en grandes dosis u otro tipo de
sustancias). Falta saber si hay datos de agresiones sexuales en estas
zonas de ocio nocturno, aunque sería el paso siguiente en la cadena de
la humillación.
Además, y en esta
ocasión, las intervinientes son mujeres supuestamente libres, de países
europeos desarrollados, que están aquí por propia voluntad, en sus
vacaciones, que se ven inmersas en una situación que viene a indicar que
sus parámetros de desarrollo personal y su consideración de iguales
están muy por debajo de lo que, aparentemente, podríamos considerar por
su presencia en el mercado laboral o su proyección económica. Esto nos
revela que, cuando hablamos de igualdad entre mujeres y hombres
abarcamos espacios públicos y comportamientos privados, y que en estos
últimos no hay muchos indicadores, sobre todo si se refieren a las
relaciones interpersonales, que nos hablen de igualdad entre ambos
sexos, sino todo lo contrario: la dependencia y la sumisión siguen
presentes en las actuaciones privadas.
Unas líneas para hablar
de los hombres que se prestan a estas prácticas, que no tienen problema
en que una mujer se arrodille ante ellos para hacerles una felación que
no va más allá de un ‘calentón’, porque culminar… y si culminan, peor.
¿Dónde está el umbral de su dignidad? Para ellos está claro que vale
todo, pero ¿con qué fin? Por mucho que estén tan afectados por el
alcohol y/u otras sustancias, ¿qué sentido puede tener para ellos? ¿No
se dan cuenta de que son la otra peonza al servicio de los intereses
económicos de unos cuantos depredadores disfrazados de empresarios de
hostelería? ¿Para cuándo un cuestionamiento púbico y permanente desde
los hombres de las normas tradicionales de masculinidad? Porque ya están
tardando.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/invitados/mamading-el-ultimo-grito-en-cosificacion-de-las-mujeres/3089
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