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| José Vicente Olmos |
Su última hazaña la protagonizó la noche del pasado domingo, cuando la Policía lo pilló in fraganti saqueando un bar de Valencia. Pero el hombre tiene un accidentado historial, más propio de un gánster que de un ministro de la Iglesia, durante sus años en una parroquia de un pueblo valenciano.
José Vicente Olmos estuvo un tiempo de párroco en la localidad de Beniparrell, donde los vecinos, con el alcalde al frente, lograron que sus jefes se lo llevaran ante el aluvión de protestas por su peculiar forma de impartir la doctrina divina.
Durante los cuatro años que ocupó la parroquia, el hombre tenía una manera especial de recaudar fondos para su causa. En una ocasión colocó en las lápidas del cementerio unas pegatinas con el importe que tenían que abonar los familiares del finado, entre 10 y 50 euros, para llevar a cabo diversas reparaciones en el campo santo.
Al comprobar que los avisos no habían surtido mucho efecto, colgó un anuncio en la iglesia advirtiendo de que solo rezaría por los difuntos de las familias que habían pasado por caja. Los vecinos ya estaban mosqueados porque nadie sabía en qué empleaba el cura lo que recaudaba.
También se vio envuelto en la agresión a una anciana de 90 años, reacia al parecer en dejar algo de su herencia para la Iglesia. Días antes de los hechos, el párroco fue visto en compañía de los presuntos autores, que fueron detenidos a los pocos días de la agresión que sufrió la mujer.


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