¿Austero o trilero?
La pugna por controlar
el dinero vaticano entre los jerarcas de la Iglesia deja nuevas
filtraciones. Y el nuevo «ministerio» de Economía del cardenal George
Pell está en el ojo del huracán. El diario L´Espresso se hizo eco de una
información sobre los gastos suntuosos de Pell. Según la revista, a
menudo son los billetes de avión de business class: un Roma-Londres de
1.103 euros, mientras el cura que le acompañaba pagó 274. En otro a la
capital británica gastó 1.293. Otro Roma-Dresde salió por 1.150 y un
tercero a Munich, por 1.238 euros. Otro filón de dispendios es el de su
secretario personal, Danny Casey, que cobra 15.000 euros al mes libres
de impuestos. El Vaticano le paga 2.900 euros por un piso en el centro
de Roma y también se lo ha decorado: 7.900 euros de «tapicería» y 47.000
de mobiliario, donde destaca un mueble de lavabo de 4.600 euros.
En el documento filtrado
al diario, en el Apsa, ente que gestiona el patrimonio de la Santa
Sede, se palpa el nerviosismo por la posible pérdida de poder del
organismo. «Estamos en una fase de sovietización preocupante», dice uno
de los cardenales ante la acumulación de competencias en manos de Pell.
También se quejan de que el prelado australiano haya frenado un crédito
de 50 millones del banco vaticano para tapar los pufos de un hospital
religioso. Un clásico: un desfalco de sus responsables le hizo un
agujero de 700 millones. Al final el Apsa se hizo cargo de la operación
con una carambola financiera. «Por culpa de Pell estamos ante la enésima
chapuza vaticana», lamenta otro cardenal.
La revolución de
Francisco es más fácil en el estilo, en cambiar de coche, de piso y
cosas así, no tanto en lo más complejo y delicado, que siempre ha sido
la gestión del poder y el dinero. Hacer limpieza en los organismos
financieros de la Santa Sede está costando más, y en eso sí hay cosas
que no cambian: la pugna por el control del nuevo superministerio
económico, que centralizará las cuentas, ha desatado nuevas guerras
intestinas y regresan las filtraciones de documentos reservados.
Y los gastos del
cardenal australiano George Pell, nombrado hace un año por el papa, ya
circulan por diarios e Internet. A buena parte de la curia no le hace
gracia que empiecen a controlarle los dineros y ha iniciado el
contraataque. Le han dado donde le duele: Pell pide transparencia y
ahorro, pero resulta que su oficina se ha fundido en los primeros siete
meses medio millón de euros.
En el fondo es un tira y
afloja por quién controla el organigrama económico de la Santa Sede.
Francisco creó en febrero tres entidades para acometer la reforma: la
secretaría de economía de Pell, un consejo de economía y un revisor
general. Sin embargo, no les dio unos estatutos, claves para establecer
la pirámide jerárquica y el grado de centralización. El asunto no es
nuevo. Cuando Benedicto XVI quiso reformar el banco vaticano, se abrió
una violenta oposición y empezaron a filtrarse, precisamente, documentos
de la entidad y del Apsa.
La Voz de Galicia
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