No es como con Franco (al menos no en
todos los casos), no es necesario decir aquello que no es cierto. Pero
sí es verdad que es como nunca ha sido desde el 78. Y da mucha rabia, y
te sientes impotente, confundido, desorientado, deprimido. No hay ganas
de sonreír. Su miedo no puede convertirse en nuestra sonrisa, porque
para empezar no sabemos si tienen miedo, lo que sí evidencian es que son
gentuza.
Que a la mejor juventud de este país, a
la comprometida, a la solidaria, a la que pone su cuerpo entre los
policías y los desahuciados, a la que los consuela y ayuda más tarde, a
la firme, a la digna, a la que nunca levanta la mano excepto para decir
que va desarmada, a la formada, a la que conoce sus derechos, a la que
quiere un mundo mejor; que a esa juventud vayan a detenerla en algunos
casos hasta seis policías a su domicilio a las siete de la mañana, dos
de paisano y cuatro antidisturbios con dos furgones, y despierten a toda
la familia porque, como está grabado, han desplegado una pancarta y han
coreado eslóganes en un ayuntamiento durante un par de minutos… que a
esa juventud le ocurra eso en 2015 en España, es para desesperarse.
Es desesperante que aún haya otra tanta
gente viviendo al margen de la realidad, que quiera ignorarla, que viva
en su mundo creyendo que es impermeable a lo ajeno.
Hace mucho que me harté de apuntar a
financieros y políticos. A los primeros no quiero señalarlos más porque
hacen lo que los segundos les consienten. Y a los segundos los elegimos
nosotros.
Este sistema es una broma de mal gusto y
se parece muy poco a una democracia, pero mantiene, al margen de un
pretendido (está en nuestro tejado darle otro carácter) control de la
opinión pública, una herramienta vital: el voto.
No ha sido Rajoy el que permite los
desahucios, ni el que rescata bancos, ni el que recorta en sanidad o
educación. Ni es el culpable del paro, ni de la reforma laboral, ni de
que los desempleados se queden sin prestaciones o de que los
pensionistas tengan cada vez menor poder adquisitivo. Ni es Cristina
Cifuentes la responsable de esta aberración policial. Dejemos de
quitarnos las pulgas de encima.
La población vota mayoritariamente a
partidos que no llevan en su programa ni la más mínima intención de
permitir que la gente participe en decisión alguna, y mucho menos si se
trata de revocar a un cargo electo haga lo que haga. Se vota a partidos
que se convierten de facto en gobiernos totalitarios durante toda una
legislatura. ¿Y después nos quejamos?
Nos son ellos. Somos todos, todas. Y no
importa si es por acción o por omisión. Pero al final, de la forma más
cruda, lo pagan cuatro: los que sí escuchan el ruido de sus cadenas
(porque sí se mueven).
Esperemos que algo cambie para que la
policía no pueda volver a despertar a nadie (algo que ya habíamos
vivido) por recordarnos a todos que deberíamos tener derechos.
Paco Bello
http://iniciativadebate.org/2015/03/11/viviendo-una-distopia-vuelve-la-politico-social
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