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lunes, 31 de agosto de 2015

El infierno de los españoles enjaulados en los campos de concentración de Francia



Campo de concentración de Bram (Francia) en 1939. Foto, Agustí Centelles

Las playas de Argelès-sur-Mer son una delicia. Largas lenguas de arena fina y dorada frente al manso Mediterráneo. Uno sabe que allí, disfrutando de una de patatas fritas de chiringuito, se encuentra el epítome del turismo de clase media en busca de atardeceres y distracciones de mil colores. Hace ochenta años la vida no era bandera azul en estas playas. Hubo una España que se quedó atrapada en los alambres que cercaban las playas cuando en vez de paraíso, infierno.

"Nos humillaron continuamente. ¿Por qué, o qué concepto tienen estos franceses de nosotros?", escribió en su diario Agustí Centelles, uno más entre el medio millón de españoles que huyeron de la represión franquista en 1939 y cayeron en los refugios del horror. El fotógrafo fue detenido en su huida y recluido primero en Argelès-sur-Mer y luego en Bram, a hora y media.

La tensión de preguerra y la propaganda de los medios de la prensa francesa de derechas incitaba al rechazo al español, que era descrito por estos periódicos como la llegada de una horda comunista que arrasa con iglesias y sacerdotes.

Los refugiados son una nación de naciones sin fronteras, sin un lugar en el mundo, que se desplaza escapando de cada nueva barbarie. "¿Qué hacemos, pues, aquí encerrados, escarnecidos, tiranizados? ¿Hasta este punto se está jugando con nosotros?", se pregunta Centelles.

En junio de 1939 escribe: "Empieza el quinto mes de exilio. ¿Hasta cuándo durará? Esto se hace muy largo. Al principio, cuando estaba en Argelès, creía que sería por poco tiempo. Tenía fe en que el Ministerio se ocuparía de nuestra situación y nos sacaría enseguida. Me desengañé rápidamente".

La historia se repite, y Europa asiste a una nueva ola de migraciones masivas ofreciendo sus gobernantes una respuesta vergonzosa ante las gentes que llegan a sus fronteras en busca de esperanza. Ahora mueren en camiones frigoríficos, en pateras vapuleadas por las olas, en montes desolados o en barcos que naufragan en medio del Mediterráneo.



Campo de concentración de Bram (Francia) en 1939. Foto, Agustí Centelles


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