Charlamos con el periodista Antoni Batista, autor del libro 'Otegi, la
fuerza de la paz', para profundizar en la figura política del líder
abertzale
No falta mucho. El próximo 28 de marzo, Arnaldo Otegi Mondragón volverá a ser un hombre libre. En poco más de tres meses habrá cumplido los seis años y medio de cárcel
a los que le condenó el Tribunal Supremo. Una rebaja de la pena inicial
de diez años que la Audiencia Nacional había dictaminado en octubre
2009.
La sentencia del caso Bateragune lo condenó por un delito de pertenencia a organización terrorista en grado de dirigente.
También condenado a inhabilitación para ejercer un cargo público hasta
2022, ahora una revisión de la Fiscalía podría permitirle presentarse
como candidato a lehendakari en las elecciones de 2016.
El periodista Antoni Batista (Barcelona, 1952) conoce bien a Otegi. Sobre su figura política acaba de publicar el libro Otegi, la fuerza de la paz.
Fotografía de Dani Blanco
1. EL MAR MUERTO Y LA EXTRADICIÓN
¿Cómo fue tu primer encuentro con Otegi?
Fue un día histórico, el 12 de septiembre de 1998, el día en que se
firmó el Pacto de Lizarra que facilitaba la que hasta ese momento era la
tregua más duradera de ETA, tres años sin violencia. Otegi firmó en
nombre de la izquierda abertzale y estaba claro que esa firma era la que
abría las puertas de la paz. Yo cubrí ese acto para La Vanguardia y pude entrevistarle.
Desde entonces tuvísteis innumerables encuentros. Has compartido pinchos y potes con él. ¿Cómo es?
Descubrí a una persona que rompía los moldes del
arquetipo del radical vasco, incluso en el vestido.
Es inteligente,
irónico, culto y un excelente comunicador. Se licenció en Filosofía, se
interesó especialmente por la filosofía de la ciencia y de las
religiones, domina el apasionante tema de los esenios, los Manuscritos
del Mar Muerto y el primer cristianismo.
Fue futbolista de pequeño y
mantiene todavía una afición muy viva.
Arnaldo estuvo casi diez años entre ETA
político-militar y ETA militar. No se le ha podido probar ningún
delito de sangre. ¿Crees que de lo contrario hubiera podido emerger
como figura política de primera magnitud?
El delito de sangre permanece aún cuando penalmente se haya extinguido
o penado con cárcel. Es un lastre demasiado pesado como para no
influir en la configuración de un político. Pero eso tampoco es siempre
así, y la historia está llena de personas que han saldado deudas
morales de su pasado, desde San Pablo hasta Rabin y Arafat, que
alcanzaron el Premio Nobel de la Paz.
En 1987 Felipe González convence a François Mitterrand para comenzar
una política antiterrorista de colaboración y Otegi, que residía en
Biarritz, es uno de los primeros en ser extraditado. En el libro narras
también las torturas a las fue sometido en el cuartel de Intxaurrondo.
Es el capítulo que más me ha costado escribir. Arnaldo me pidió precisamente el off the record por no querer vanagloriarse de su sufrimiento. En el libro he tenido que recurrir al estilo indirecto.
2. LIZARRA Y LA TREGUA
Tras varios años en la cárcel, Otegi reaparece en la vida pública en
1995, pero esta vez como parlamentario. Su retórica sorprendió incluso
dentro de las filas de Herri Batasuna.
La izquierda abertzale veía que apuntaba, pero
desconocía sus recursos y hasta dónde podía llegar en política. Le
dieron una oportunidad y el resultado fue extraordinario, porque Otegi
es un líder que va más allá de sus propias siglas. Es un político de
Estado.
Para la
izquierda abertzale, ¿marca el asesinato de Miguel Ángel Blanco en el
verano de 1997 el fin de un ciclo de violencia y el comienzo de una
apuesta por la vía más puramente política?
Hay muertes, como las de Blanco, Gregorio Ordóñez, Ernest Lluch o el
atentado de Hipercor que despiertan un plus de rechazo, que
externalizan una protesta masiva y ETA ve que el pueblo vasco, del que
se arroga su representación, le está diciendo que no les representa. En
el fin de ciclo violento intervienen otros factores, como la
implicación de las diplomacias y servicios secretos americanos a partir
de la inclusión de ETA-Batasuna en la lista de organizaciones
terroristas internacionales, y el autoconvencimiento de ellos mismos de
que la violencia no llevará a la independencia de Euskal Herria, y en
cambio con la democracia hay opciones.
Tú hablas del teorema "A más ETA, menos independencia". Otegi fue uno
de los impulsores del Pacto de Lizarra, la base política de la tregua
del 98. ¿La negociación verdaderamente difícil fue con los suyos?
Eso dijo Gerry Adams cuando el Sinn Féin empujó al IRA a la
desmilitarización. Había sectores en ETA que no veían razón para dejar
la lucha armada cuando la respuesta del Estado no contemplaba ni tan
siquiera acercar a sus presos al entorno familiar.
Otegi se aproximó al PNV, al que él mismo calificaba de Partido de los
Negocios Vascos, porque intuía que ahí estaba la clave de la paz. Tú
dices que cambió al Che por Gandhi.
No cambia sino que añade, porque el Che está ahí siempre. El Che le
inspira cuando toma las armas, y Gandhi le inspira cuando las deja.
Los réditos políticos no tardaron en aparecer. Euskal Herritarrok
pulverizó su techo electoral tras Lizarra. Los firmantes del pacto
sumaron más votos que PP y PSOE juntos. ¿Se encendió alguna alarma en
Madrid?
Hay muchos
Madrid, pero hay uno que teme el secesionismo, lo estamos viendo ahora
en el proceso catalán, donde no se han pegado tiros ni quemado
contenedores.
Fotografía de Jagoba Manterola
3. ERNEST LLUCH Y LA VIOLENCIA
ETA rompió la tregua un año después de Lizarra. Tú mantienes, como en su momento hizo el lehendakari Ibarretxe, que Otegi no se lo esperaba.
Una semana antes Otegi estaba en huelga de hambre, defendiendo métodos
de lucha no violenta. La decisión de ETA fue inesperada, y eso le libera
también de responsabilidad en una opción tan terrible.
En noviembre de 2000, ETA mató a Ernest Lluch. Durante la tregua, Otegi
y Lluch se habían reunido, conversado, e incluso Lluch había entregado
al dirigente vasco un balón firmado por los jugadores del Barça para su
hijo Hodei. ¿Cómo lo vivió Otegi?
Los peores momentos de su vida han sido los que ha pasado en comisarías
y cárceles y las marchas atrás del proceso de paz que ha liderado. No
le he preguntado a Arnaldo por eso. Quería preguntárselo a Ernest, con
quien yo mismo mantenía una vieja y enriquecedora amistad. Habíamos
quedado para pasar juntos en su casa de Maià de Montcal, en Girona, el
puente de la Constitución de 2000. Pero desgraciadamente le mataron unos
días antes.
¿Por qué se instaló la idea en la opinión pública de que la izquierda
abertzale, con Otegi al frente, debía “condenar la violencia”?
Porque si la izquierda abertzale no condenaba la violencia se la podía
asociar al terrorismo y llevarla a los tribunales, como así fue. Pero
ni nadie condena a su entorno, como el PP no condena los crímenes del
franquismo, ni la izquierda abertzale pensó que condenando se iban a
acercar a la paz.
El planteamiento no fue el de criticar desde fuera
sino el de propiciar una autocrítica en su entorno y conseguir que la
mayoría asumiera que la violencia perjudicaba a todo el mundo, antes
que nadie a sus víctimas, pero también al ideal independentista que la
impelía.
Mucha gente se preguntaba si Otegi no podía o no quería hacer que ETA "lo dejara” definitivamente. No se fiaban de él.
Y siguen sin fiarse. Hace unos días la vicepresidenta del Gobierno
español dijo que Otegi está donde tiene que estar. Y ya sabemos dónde
está: en la cárcel. La gran mayoría de medios españoles han performado
de una manera bastante monofónica la imagen del Otegi terrorista.
Con mi
libro quiero desmentirlo, devolverle su imagen real. La de un hombre
que cree en la paz como valor ético, no únicamente táctico, y que la
defiende hasta sus últimas consecuencias.
Fotografía de Andoni Canellada
4. PAZ Y LIBERTAD
Con la vuelta de la violencia, muestras a un Otegi desesperado porque
sabía que lo más difícil iba a ser convencer a todos, de nuevo, de lo
urgente de la paz. Una paz que había demostrado ser políticamente eficaz
para el independentismo.
El
expresidente del PNV Xabier Arzalluz formuló la “teoría de la úlcera
sangrante”, según la cual un Estado puede soportar unas cotas de
violencia, aunque por supuesto no las desee y justamente las persiga,
pero en cambio le es complicado soportar las revoluciones democráticas.
En su último juicio, por la presunta reconstrucción de Batasuna a través de la plataforma Bateragune, Otegi le dijo a la juez: "La violencia nos sobra y nos estorba". Sin embargo, fue condenado.
La sentencia puede servir para condenarle con la legislación en la
mano, que es lo que hace la magistratura, pero su declaración podría
servir para galardonarle hipotéticamene en un futuro por su contribución
a la paz.
¿Cómo es su rutina en la cárcel de Logroño?
Estudia, lee, hace ejercicio, pasea, está con sus amigos o escribe.
Supongo que saldrá habiendo mejorado su inglés, con una nueva
licenciatura en Derecho para sumar a la de Filosofía y también con mucha
energía para recuperar el tiempo que le han quitado.
Otegi sale de la cárcel pocos meses antes de las elecciones a lehendakari.
Puede que haya una presión internacional tan fuerte, y de
personalidades tan significativas como las que le han apoyado hasta
ahora (Mujica, Pérez Esquivel, Chomsky, Angela Davis o Žižek entre
otros), que desbloquee su discutible inhabilitación. También jugará un
papel clave lo que pase en las elecciones que están aquí al lado: será
muy distinto que en España gobierne la derecha o gobierne la
izquierda...
¿Cuál será la próxima estación política del preso número 8719600510?
http://www.playgroundmag.net/noticias/actualidad/Arnaldo-Otegi-Antoni-Batista-puede-proximo-lehendakari-prision-mismo_0_1661833801.html?utm_source=facebook.com&utm_medium=posttarde&utm_campaign=lehendakari&utm_term=20_00
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