La jugada que ha iniciado este viernes es arriesgada pero la única posible. Si le sale bien sumará una nueva víctima política a su larga colección. Si no él mismo será la víctima esta vez.
La
política española vivió este viernes una especie de efecto mariposa
provocado por un profesor de Ciencias Políticas que daba sus primeros
pasos cuando Mariano Rajoy ya era presidente de la Diputación de Pontevedra.
El presidente en funciones tiene que agradecerle a Pablo Iglesias
que cambiara el guión de esta última y decisiva jornada de la ronda de
contactos del Rey, porque sin su inestimable colaboración Rajoy
probablemente se habría visto empujado a someterse una primera votación
de investidura que sabía que iba a perder. Y el tiempo habría empezado a
correr.
Sin embargo, el candidato del PP encontró en la oferta de Iglesias a Sánchez la coartada perfecta para decirle a Felipe VI que, puesto que el PSOE y Podemos
ya están cocinando un acuerdo, no tiene mucho sentido romper el hielo
siendo el primero en salir a pecho descubierto ante el Pleno del
Congreso, por mucho que fuera el más votado el pasado 20 de diciembre.
Así que Rajoy compareció en La Moncloa para anunciar con cierto desahogo, y reconociendo que en su decisión había pesado el movimiento de Iglesias:
"En este momento no estoy en condiciones de presentarme a la
investidura. Porque no sólo no tengo una mayoría de votos a favor sino
una mayoría absoluta acreditada en contra". "No tendría ningún sentido
que yo continúe preparando mi debate mientras otros están negociando el
gobierno".
Ahora bien, el presidente dejó
meridianamente claro que su plan pasa por trabajar para "buscar una
mayoría suficiente" y que mantiene su candidatura a la Presidencia del
Gobierno. "No renuncio a nada, no le he dicho no a mi investidura",
reiteró.
¿Qué persigue realmente Rajoy? El líder de los populares va a dejar correr el tiempo fiándolo todo a que Felipe González, Susana Díaz y demás puristas del PSOE frenen a Sánchez y su intención de repartirse ministerios con Podemos,
con el argumento de que ello podría ser la tumba del partido. Claro que
también puede ser su sepultura, a ojos de su electorado, tener la
posibilidad de desalojar al PP de La Moncloa y no hacerlo.
Y, una vez rechazado el acuerdo con el partido morado y probablemente ya sin Sánchez al mando, entraría en juego Rajoy para sellar un pacto con Ciudadanos avalado por la abstención del PSOE. Ése es el plan final del gallego. No hay más que ver lo que escribió el portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, en Twitter: "Hay muchas personas sensatas en el PSOE, a las que hay escuchar, y que apuestan por que nos sentemos y lleguemos a acuerdos". A buen entendedor...
Así pues, lo que ocurra la próxima semana y
especialmente en el Comité Federal que los socialistas celebrarán el
sábado 30 va a ser clave para la supervivencia del secretario general
del PSOE, el gran perdedor de la partida jugada este viernes. No en vano su maniobra para dejar que Rajoy
fracasara en su intento de ser investido presidente y luego negociar un
"gobierno del cambio" quedó hecha añicos.
Se ha demostrado que de
estratega tiene poco.
No obstante, la jugada del líder de los
populares de encomendarse a los barones -y no todos- socialistas es
arriesgada, puesto que deja muchos cabos sueltos. ¿Qué pasa por ejemplo
si Sánchez contraataca pidiendo someter a la militancia la decisión final sobre un acuerdo con Podemos para arrebatar el poder al PP? ¿Acaso las bases prefirirían la oposición si su partido tiene la opción de presidir el Gobierno?
Es arriesgada pero, por otra parte, la única posibilidad que le queda a Rajoy. Si le sale bien sumará una nueva víctima política a su larga colección. Si no él mismo será la víctima esta vez.
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