Inestabilidad e ilusiones (de divisiones va la cosa)
Tras las
elecciones del 20D se ha prolongado y complicado todavía más en el
Estado español el largo período de inestabilidad política que los
resultados electorales venían ya visualizando desde mediados del año
2014. Y no son los cambios en la matemática electoral entre “viejos”
contendientes lo que alimenta la inestabilidad actual, sino las
expectativas de cambio profundo puestas en las llamadas “fuerzas
emergentes”, independientemente de lo que nosotros pensemos que estas
fuerzas terminarán por hacer. Por eso, lo primero es insistir en que
esta inestabilidad política tiene su causa principal en los brutales
recortes socio-laborales como consecuencia de la crisis capitalista y de
los dictados de la UE. Eso ha propiciado precisamente la subida al
escenario de “fuerzas emergentes” a las que se les liga con el fin del
“austericidio”. Pero lo realmente determinante es que quienes más
obligan a realizar este austericidio –es decir, la Troika o como ahora
se le llame, incluida las altas esferas de la Unión Europea- no quieren
oír hablar de relajar las medidas antipopulares. Hay que enfrentarse a
ellos. Y eso, ¿en qué programa electoral o en qué estrategia de acumular
fuerzas realmente está?
Ciertamente
ha ocurrido que la propia crisis –que es sistémica e internacional- se
ha complicado particularmente en nuestro marco estatal al poner al día y
agravar una serie de problemáticas escamoteadas en la Transición; entre
ellas, la cuestión nacional. Pero incluso dicha cuestión ha llegado a
ser un arma en luchas intestinas entre diferentes representantes de la
burguesía o incluso un argumento para desviar responsabilidades en “los
recortes”. Así ha ocurrido con la Generalitat y la Moncloa a raíz del
“caso catalán”. Este entrelazamiento hace que la inestabilidad política
se presente con un grado mayor de complejidad para la “clase política”,
sí, pero igualmente para las fuerzas del campo popular. Ya que en todo
momento habrá que separar los derechos inalienables (como el de
autodeteminación) de su falsa invocación o de su utilización en contra
del reto mayor que tenemos hoy en todas partes y ante todos los
conflictos: el mantenimiento de la independencia de clase y de la
estrategia revolucionaria en las cuestiones que se dirimen. Es algo que
recordamos en nuestro anterior editorial, “Hem de/Debemos”, así como en
nuestros pronunciamientos en torno al 27S (elecciones en Catalunya).
Lo acaecido
con la investidura in extremis de “otro Mas”, con el papel jugado por
las CUP y la situación que se les presenta a los compañeros de la
izquierda independentista, confirma la pertinencia de nuestras
advertencias. Y no precisamente para bien. Es algo que merece un
tratamiento especial aparte, ya que, a pesar de diferencias que tenemos
con compañeros de la izquierda independentista allí acerca de cómo
relacionan “lo social” y “lo nacional”, nos resulta muy importante
salvar al máximo las relaciones político-prácticas con ellos. Ni
siquiera estamos hablando del conjunto de las CUP. Así, por más que
tengamos que poner sobre el tapete el necesario debate sobre estrategia
de acumulación de fuerzas en el marco del Estado español y, como
decimos, sobre la independencia y unidad de clase más allá de la
procedencia nacional, y por más que tengamos que dirigir entonces una
crítica a la actuación de las CUP, esta crítica nuestra tendría que
distinguirse estricta y claramente de las que les están dirigiendo los
Monedero, Colau y Garzón. Pues estos solo exageran “lo social” (de forma
poco creíble) frente a “lo nacional” porque se les han trastocado sus
cálculos electoralistas y su táctica del “derecho a decidir” ya no les
beneficia en Catalunya tanto como pensaban mientras que les crea
problemas como “línea roja” en Madrid. Frente a estos cálculos de
ambigüedades (y de calendario), nos reafirmamos en nuestra defensa del
derecho de autoderminación (en)cueste lo que (en)cueste y queden como
queden los compañeros de la izquierda independentista.
Por lo
demás, la gravedad de las problemáticas y la falta de seriedad de las
soluciones electoralmente en juego hacen del escenario actual un puro
teatro, como también hemos indicado en varias ocasiones. Por un lado,
los partidos “viejos” apenas tienen margen para limpiar sus curriculum,
que les marcan como mercenarios de las políticas de austericidio; o como
autores directos o cómplices en el enjuague de la Transición. Y en
cuanto a los “nuevos”, en realidad, marean la perdiz para eludir, más
allá de deseos e intenciones, su verdadera cita con la “hora de la
verdad”: la ya señalada de enfrentarse a los que realmente dictan las
políticas económicas y presupuestarias en todas las naciones que
conforman el Estado español y más allá. Los viejos tratan de tapar que
han aplicando esas políticas antipopulares o que las seguirán aplicando.
Los nuevos, que no dejarán de aplicarlas si llegan al gobierno, como ha
ocurrido con Syriza. El postureo politiquero, pues, se ha hecho de tal
manera táctica principal que hasta los poderes reales que dictan las
políticas gubernamentales comienzan a preguntarse por las posibilidades
de estabilización de esa otra neocolonia suya llamada España; esa que
tiene un PIB varias veces mayor que el de la Grecia recién sometida.
Pero de par
a la inestabilidad política también se prologan las expectativas e
ilusiones electorales en el seno de la protesta social, a pesar de que
no se estén planteando de forma seria las verdaderas claves (tanto de
programa como de poder) que corresponden a la clase de solución que
realmente necesitamos y hemos de abordar. Y esto es algo que nos afecta
directamente como línea de revolucionaria de intervención. Máxime cuando
las consecuencias de la crisis amenazan con agravarse en relación
directa con un panorama internacional que se complica tanto en lo
económico como en lo bélico. Todos los indicadores avalan que la crisis
capitalista, lejos de acabar, retoma su curso inexorable; lo que además
agudiza las propias tensiones entre bloques para disciplinar a sus
huestes. En ese contexto, de Bruselas y Berlín llegan avisos de que, sea
cual sea la solución de gobierno que salga de las discusiones entre
partidos, tendrá que superar… a Rajoy en ejecutar más estrictamente
controles presupuestario y de déficit, más recortes y una mayor
liberalización de sectores que paradójicamente permita una mayor
conquista imperial de la economía hispana. Al respecto de esto último,
han pasado bastante inadvertidas las recientes palabras de Luis de
Guindos admitiendo que el rescate financiero se hizo bajo la exigencia
de la UE de acabar con las Cajas de Ahorros. Y es que las medidas que la
UE exige tomar no son solo un arma en la guerra socio-laboral contra el
pueblo. También son un arma en las disputas por arriba.
Así pues,
la UE acepta todavía que la gestión partidista de esa agenda de guerra
que impone sea una cuestión interna. Ahora bien, no admite que se
discuta que esa imposición es una cuestión externa al país. O sea, ahí
no comparten… soberanía. Y ante ello, no son precisamente las divisiones
entre los partidos las que realmente les quitan el sueño a estos
eurooligarcas. Emulando a aquel momento en que Stalin preguntó al
embajador francés con cuántas divisiones contaba el Papa, esos
eurooligarcas se hacen prácticamente la misma pregunta acerca de las
divisiones con que acompañamos nuestras expectativas e ilusiones
electorales.
En fin,
dados los escenarios que se avecinan, toca advertir, por “antiguo” que
suene, de que la lucha de clases no preguntará si la reconocemos para
hacer acto de aparición con toda su crudeza. Y lo hará con tanta más
impunidad reaccionaria en la medida en que la inestabilidad política
para los de arriba se acompañe de la persistencia en ilusiones
imposibles entre los de abajo. Nos toca superar nuestras “divisiones”.
De las que nos sobran y de las que nos faltan.
redroja.net
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