Cuando se negocie con este PSOE se debe de saber que se está negociando
con una de las dos patas de un régimen que queremos superar.
Seguimos estando en la excepción. Su
característica básica es la incertidumbre, el juego de percepciones y la
sucesión acelerada de hechos que nos desbordan y no nos dejan pensar.
Equivocarse es más fácil en la excepción que en la normalidad. La
coyuntura tiene eso: te puede situar en lo más alto o hundirte en la
miseria en muy poco tiempo (pace, Lenin). El
PCE e IU saben mucho de esto, ahora le toca aprenderlo a Podemos. Una
formación política puede heroicamente acumular fuerzas, recursos
organizativos y morales y perderlo todo por no saber gobernar la
coyuntura. Es injusto pero la historia nunca se deja seducir por las
buenas intenciones.
¿Qué significa gobernar la coyuntura?
Sintéticamente, situarse bien ante la correlación de fuerzas e
interpretar la fase histórica, ese espacio-tiempo donde se entrecruzan
estructura y coyuntura, plazo largo y corto, la respuesta de los poderes
y la actividad más o menos consciente de los sujetos populares. Lo
decisivo, a mi juicio, es partir de la crisis de régimen donde los
poderes dominantes están, de nuevo, (es una costumbre nacional),
iniciando una enésima restauración borbónica. Al fondo, la batalla
siempre desigual e incierta, por una ruptura democrática que no es otra
cosa que el nombre que le damos a un cambio de correlación de fuerzas
asentado en un nuevo régimen democrático-plebeyo.
Lo que opinan las clases dominantes y
sus omnipotentes medios es claro: gobierno de concentración, gobierno de
coalición, un gran acuerdo político y económico para consolidar un
proceso de transición ya iniciado hacia un nuevo régimen compatible con
el modelo productivo y de país impuesto por la Europa alemana. Esto, hay
que entenderlo bien, es tan viejo como la historia de la España
moderna. Se trata de una vieja y nueva alianza entre las clases
dominantes del Estado y los poderes de la UE basada en la aceptación del
papel que esta ha impuesto a nuestro país, papel, bueno es subrayarlo,
caracterizado por la dependencia económica y la subalternidad política.
He llamado ‘trama’ a esta matriz de
poder porque quiero poner el acento en su carácter organizado, en su
tendencia a capturar la máquina del Estado y a desplegarse en toda la
sociedad a través de su rígido control sobre los medios de comunicación.
Lo que hace al final posible esta unidad organizativa y de decisión es
siempre el Estado capitalista. Hablar de poder en general y de
correlación de fuerzas en abstracto, al margen del poder del Estado, es
equivocarse. En el centro de esa estructura está el Jefe del Estado. En
España el Rey gobierna, es el jefe de las fuerzas armadas y tiene una
influencia decisiva cuando llegan las etapas de crisis. Nunca hay
poderes neutros, aunque lo aparenten.
La clase política, el sistema de
partidos imperante tiene su propia autonomía y no responde, sin más, a
los requerimientos del poder o de los poderes. El PP, que sigue siendo
con mucho la primera fuerza política del país, tiene otras aspiraciones y
una táctica diferenciada. Sabe que esta situación de provisionalidad
fomenta un discurso de ingobernabilidad que, a corto y medio plazo, le
beneficia claramente. Estabilidad, seguridad, se convierten en ideas de
fuerza de una plataforma política que conforme pasa el tiempo tiene más
peso electoral. El PP sabe −tiene encuestas− que Ciudadanos retrocede
seriamente y que el PSOE sigue en su lento declive. Un escenario PP
contra Podemos puede darle una confortable mayoría.
Parece evidente que la ‘trama’ no
comparte esta estrategia política del PP. Para las fuerzas del régimen
no hay buen futuro con la derrota de Ciudadanos y la postración del
PSOE. Dejarle la oposición política a Podemos no parece que entre en sus
cálculos, más bien parecería que van a hacer todo lo posible para
evitarlo. Esta contradicción tiene fecha de caducidad y se resolverá en
poco tiempo. No así el problema de Ciudadanos. No tengo la impresión que
el partido de Rivera esté avanzando electoralmente. Sí
parece mucho más claro que hará todo lo posible para evitar unas
elecciones a corto plazo. La campaña se le hizo muy larga y en la etapa
final, pinchó. Se puede decir que hará del oportunismo una virtud y que
aquellos poderes que lo han creado, organizado y fomentado, no lo van a
dejar caer, al menos, a medio plazo.
El PSOE de Sánchez está
gobernando su derrota con inteligencia. Se trataba de eso, de una
derrota electoral. Aquí ocurre un fenómeno muy típico de las campañas
electorales y de la posterior valoración de los resultados. La operación
funciona porque la expectativa de PSOE, a pesar de los medios y de su
propia dirección, era mala, muy mala, con posibilidades de ser
adelantado por Podemos. Así, la derrota del PSOE se percibe como un mal
menor, como una decadencia frenada que le permite jugar un papel
relevante en el escenario postelectoral.
Si no hay un gobierno ‘a la
portuguesa’ el futuro de Sánchez es muy incierto, con el peligro más que
evidente de ser sustituido. Aquí reside, a mi juicio, la especial
vigilancia que los barones (y sobre todo la baronesa del Sur) ejercen
sobre Pedro Sánchez. Que este pretenda ocultar la derrota y consolidarse
‘entregándose’ en una negociación ‘sin principios’ con Podemos que
fuese más allá de ‘las líneas rojas’ que el régimen impone al PSOE. Para
decirlo más claramente: que Pedro Sánchez se autonomice y vaya más allá
de lo permitido por los poderes fuertes.
La situación de Podemos es muy
diferente. El nuevo Podemos que emerge tras las elecciones es, en parte,
un discontinuidad del pasado. En estas elecciones Podemos ha enhebrado
un discurso uniendo dos asuntos que antes andaban sueltos y hasta
parecían antagónicos. Se ha ido creando un imaginario donde se anudan
‘cuestión social’ y ‘cuestión nacional’. En el centro, ‘un nuevo
proyecto de país’ que difusamente reclama un Estado Federal y el inicio
de un proceso constituyente. Este discurso, con sus contradicciones e
insuficiencias, convierte a Podemos en la única fuerza capaz de
vertebrar un nuevo poder, un nuevo Estado y un nuevo proyecto de
sociedad capaz de unir pueblos y naciones desde un punto de vista que
pretende representar a las clases subalternas. Este es el merito, a mi
juicio, de la campaña de Pablo Iglesias.
Como antes indiqué, el PSOE está
gobernando la derrota con mucha inteligencia. En muchos sentidos se
puede decir que Pedro Sánchez, como en general ha hecho el PSOE en la
Transición, es más capaz de representar al Reino de España que la
derecha, es decir, que el PP. Sánchez, como los poderes dominantes, sabe
que el peligro viene desde abajo y desde el sujeto popular. Que Podemos
rompa la hegemonía del PSOE en el imaginario social y político de la
izquierda es algo que las clases dominantes van a intentar evitar,
cueste lo que cueste, poniendo todo su poder económico-mediático y su
control de los aparatos del Estado al servicio de ese objetivo. Cuando
hablamos del poder del Estado, nos referimos, al poder legal, al
para-legal y al de las cloacas, por cierto, especialmente activas en
estos tiempos de mudanzas.
La batalla táctica es entre el PSOE y
Podemos; la estratégica tiene que ver con la derecha política y con los
poderes de hecho organizados y articulados en torno al Jefe del Estado.
La batalla sigue y se acelera. El PSOE está movilizando todos sus
recursos, que no son pocos, para situar la pelota en el terreno de
Podemos. El discurso es nítido: resolver los problemas más duros y
acuciantes de las personas es posible si hay un gobierno de izquierdas
dirigido por Pedro Sánchez.; si no lo hay, la culpa será de Podemos y
debe pagarlo electoralmente. El discurso se escinde, lo importante es la
cuestión social; la cuestión nacional es cosa de los nacionalistas,
nada tiene que ver la izquierda con él. En el fondo, lo que se está
ocultando es que hay una crisis de régimen y que se pretende resolver lo
económico al margen de la política y de las relaciones de poder.
Se trata de una batalla táctica que se
gana o se pierde en la opinión pública, más allá de los juegos de
estrategia y de la posibilidad, más o menos posible, de acuerdos
Podemos-PSOE. Como se ve, un papel no menor se juega en los medios de
comunicación y ahí -y en otros muchos campos- hay una enorme desigualdad
de fuerzas entre el partido de Pedro Sánchez y el partido de Pablo
Iglesias.
Negociar con el PSOE exigirá mucha inteligencia, ideas claras
de lo que se quiere, una unidad real y saber comunicar lo que se hace.
Territorio minado, pues.
El viejo y siempre joven Pier Paolo Pasolini
nos puso en guardia, parece que fue ayer, sobre los juegos en el
‘Palacio’ y los conflictos en la ‘sociedad’. Palacio y sociedad siempre
están relacionados pero no son lo mismo ni significan lo mismo. El
Palacio es el territorio de los que mandan y no se presentan a las
elecciones, la sociedad es el territorio donde se juega la partida,
desigualmente, entre los que mandan y los subalternos. Cuando se negocie
con este PSOE se debe de saber que se está negociando con una de las
dos patas de un régimen que queremos superar. Los problemas reales se
resuelven siempre en el aquí y en el ahora.
Ahí reside la grandeza y la miseria de
la política, sobre todo, cuando se piensa en grande y se pretende
representar a las y a los de abajo. Seguiremos discutiendo.
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