El año 2015 se acabó con la cifra de 197,1 millones de desempleados
en todo el mundo. Esto supone un millón más de personas sin trabajo que
en 2014, pero 27 millones más que en los años anteriores a la crisis
económica mundial que se dejó sentir con fuerza en 2008.
Son los alarmantes datos del último informe de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) sobre las perspectivas laborales y
sociales en el mundo. Y, precisamente, lo más alarmante son las
perspectivas, porque el desempleo a nivel mundial seguirá creciendo
según sus previsiones hasta alcanzar los 199,4 millones en 2016 y
sobrepasando los 200 millones en 2017; y lo sufrirán sobre todo los
países en desarrollo.
El motivo de esta tendencia está, según el organismo internacional,
es la desaceleración económica de los países emergentes y en desarrollo,
lastrados por las continuadas caídas de los precios de materias primas
como el petróleo, cuyo valor cayó en 2015 a niveles de 2004 y que
actualmente se sitúa por debajo de los 25 dólares por barril de brent.
Para países exportadores, como Brasil, Rusia o los países del Golfo la
situación es más que delicada. Y, en un mundo globalizado, repercute
también en los países ricos. En conjunto, la economía mundial creció en
2015 un 3,1% ─un 0,5% menos de los esperado─ y se seguirá estancando en
niveles “considerablemente menores” a los años previos a la gran
recesión, apunta la OIT.
El empleo crece en los países desarrollados, aunque compensará sólo
“marginalmente” el crecimiento del paro global. España sería uno de los
ejemplos, pero sobre todo destacan Estados Unidos y otros países del
centro y el norte de Europa. Ahora bien, según este estudio, pese a las
mejoras, los países del sur europeo siguen presentando tasas altas de
desempleo. Y lo que es más preocupante, bajas tasas de actividad.
“Cuando el empleo decente escasea, más trabajadores pueden dejar de
buscar empleo”, afirma el informe. Y eso es precisamente lo que está
ocurriendo. No sólo en EE.UU y en Europa, donde “se espera que el
subempleo se mantenga o crezca” dando lugar a trabajo temporal o a
tiempo parcial involuntario, sino en todo el mundo.
Trabajo de mala calidad
El empleo vulnerable, es decir, la proporción del trabajo por cuenta
propia y el familiar no remunerado, los más precarios, ha alcanzado a
1.500 millones de personas en todo el mundo, más del 46% del empleo
total. Su reducción es mucho más lenta e irá a peor especialmente en
economías emergentes, donde el número de trabajadores vulnerables
aumentará en 25 millones.
Ante este panorama, los expertos advierten de un crecimiento muy
lento, incluso un parón total, de las clases medias (personas que con un
consumo diario equivalente a entre cinco y 13 dólares) en países
emergentes, elevando el riesgo de alimentar el malestar social.
En economías avanzadas, las mejoras en el mercado laboral son
“limitadas y desiguales”, afectando seriamente al crecimiento de la
clase media. La OIT destaca que la desigualdad de ingresos ha aumentado
“de manera significativa en los países más avanzados del G-20″ al tiempo
que los ingresos más altos siguen creciendo.
Pobreza
Al nivel global, la OIT asegura que el número de empleados en
situación de extrema pobreza (que viven con menos de 1,9 dólares
diarios) se ha reducido “considerablemente” desde el año 2000,
situándose en 2015 en 327 millones. No obstante, advierte de que hay 967
millones de trabajadores en situación de pobreza moderada o casi
moderada (viven con entre 1,9 y cinco dólares al día), una cifra que no
ha dejado de crecer desde el comienzo del nuevo milenio. Y no es algo
circunscrito a países en desarrollo o emergentes, sino que la pobreza
laboral también está creciendo en Europa, apunta el organismo.
La OIT insta, para paliar estas cifras, a aplicar políticas que
aumenten la cantidad y calidad del empleo y que hagan frente a la
desigualdad de ingresos. La mejora de los sistemas de protección social,
diseñarlos para reducir el paro de larga duración, el subempleo y la
pobreza laboral. Pero, sobre todo, insta a llevar a cabo una reforma
financiera que obligue a los bancos a inyectar recursos en “la economía
real” y en inversión para el “crecimiento empresarial sostenible”. En
ningún caso recomienda el organismo “recortes de gasto a gran escala” en
los países afectados por el descenso de los precios del petróleo, ya
que “tendrían repercusiones negativas a nivel mundial” y empeorarían
estas perspectivas en todos los países.
Fuente: www.librered.net
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