Podemos se ha asustado de Podemos y ya no quiere ser tan Podemos como
antes. Son víctimas de la hegemonía que vinieron a derrocar. Romper con
ella es arriesgado pero el que no arriesga no gana. A ganar se empieza
venciendo los muros en los que te encierra el rival.
Venían a asaltar los cielos y al primer fracaso,
asfaltan los suelos. Es normal venirse abajo cuando te has venido muy
arriba pero Podemos debería superar esa melancolía en la que se ha
instalado tras las elecciones, si no quiere acabar siendo la nueva
Izquierda Unida. No querían ser la izquierda triste y perdedora y sin
embargo han caído en su misma autocrítica autodestructiva. Ahora resulta
que se cierra la hipótesis fundacional y la ventana de oportunidad
histórica y toca pasar de la guerra relámpago a la de trincheras en la
que me temo que quien más se desgastará son los que más gastados están.
Venían a tomar el cielo por asalto y se ponen a cavar hacia abajo.
Indudablemente, empieza una nueva etapa en la oposición en la que
Podemos tendrá tiempo de madurar como partido. Veremos cómo pasan de los
platós al hemiciclo. Incluso veremos si son capaces de mejorar las
formas que tantas veces les han perdido, especialmente a su líder.
Renunciar al espíritu explosivo, imprevisible, audaz, incluso
incorrecto, que le ha hecho relevante, sin embargo, no parece la mejor
manera de seguir creciendo sino de convertirse en un partido más que no
se parezca a la manera de hacer política de la calle indignada a la que
vinieron a representar. Al propio Iglesias le asusta pasar de ser
partisanos a soldados de un ejército regular.
Madurar no tiene por qué significar moderarse. Al
contrario, quizá lo que le ha faltado a Podemos en los últimos tiempos
es esa fogosidad despreocupada y atrevida de sus inicios que ilusionaba y
emocionaba, que llevó a las urnas a gente que nunca votaba, ésa misma
que ahora se ha vuelto a quedar en casa. Demasiado cerebro y poco
corazón, demasiados volantazos estratégicos para esquivar los golpes,
han provocado el choque con la realidad. Recordemos que lo que les hizo
crecer y multiplicarse fue precisamente pasar por encima de esa realidad
única a la que llaman inevitable y fatal. Infectaron a la gente de
utopía y ahora la quieren curar con realismo.
Da la
impresión de que han acabado comprando el discurso del miedo del
enemigo. Podemos se ha asustado de Podemos y ya no quiere ser tan
Podemos como antes. El miedo ha vuelto a cambiar de bando, de Génova al
partido morado. Resulta sorprendente que los profesores que tan bien
leyeron el momento político, no lean ahora que son víctimas de la
hegemonía que vinieron a derrocar. Romper con ella es arriesgado pero el
que no arriesga no gana y ellos dicen que vinieron a ganar. A ganar se
empieza venciendo los muros en los que te encierra el rival.
Por supuesto que el miedo a Podemos bombardeado incesantemente desde
los medios dificulta que se conviertan en un partido mayoritario, pero
el temor no ha paralizado a los abstencionistas, ha movilizado a los
asustados. Así que no sólo se trata de dejar de ser un partido
amenazante sino de volver a ser un partido ilusionante, si quieren optar
a ser gobierno. Se trata también de dejar de hablar tanto de sí mismos y
volver a ser la fuerza que defienda con beligerancia, urgencia y
contundencia a la calle. Todos tenemos que regresar a ella. Olvidamos
que nunca debimos abandonarla porque ése es el verdadero motor del
cambio.
Resistir en su trinchera es la estrategia de
Rajoy, no puede ser la de quienes han venido a echarle. Incendiad, no
apaguéis el fuego.
HOY A LAS 12H EN www.carnecruda.es, hablamos del BREXIT: ¿qué ha pasado, qué va a pasar?
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