¿Qué es exactamente el patriarcado?
Hemos heredado, principalmente del
feminismo radical de los años ’70, el uso de los vocablos “patriarcado” y
“patriarcal” para referirnos a todo aquello que oprime o manifiesta la
opresión a las mujeres como tales en la sociedad pero, cuando se usa,
muy pocas veces alguien tiene una idea clara de lo que se trata o puede
dar una definición exacta. El término “patriarcal”, que se usa muy a
menudo como sinónimo de machista, o sexista, o incluso de “masculino”,
no es simplemente un término descriptivo de una realidad muy obvia (la opresión de las mujeres en tantas esferas de la vida cotidiana), sino que contiene un componente teórico:
el patriarcado es la sociedad donde los hombres como grupo ejercen un
control y una dominación sobre las mujeres, porque son los hombres los
que tienen el poder.
Es decir, lo que queda implícito en el hecho de
definir a una sociedad en su conjunto como un “patriarcado” es que se
trata de una sociedad donde las relaciones de poder están puestas al
servicio de los hombres, o del sexo masculino en su conjunto, y de sus
intereses, que las relaciones de poder son principalmente relaciones
antagónicas de sexo o género.
Pero esa definición de patriarcado sigue
siendo bastante vaga y general. Y la realidad es que no encontramos
dentro de la producción política y teórica de las feministas radicales,
materialistas o “socialistas”, una definición única, común y coherente
de patriarcado, sino que el patriarcado es a menudo una categoría
presupuesta, una imagen del “todo social que hay que cambiar”, pero no
siempre muy bien definida. Las distintas variantes de la ideología
feminista corresponden a distintas interpretaciones de qué es esa
estructura social que llaman patriarcado y cómo abolirla….Y lo propio de
la teoría, por lo menos para los marxistas, es precisamente lo opuesto a
operar con referencias vagas e implícitas: se trata de explicitar los
conceptos, establecer su origen, su historia, sus fundamentos, se trata
de clarificar y precisar para ver cómo un concepto proviene de y se
ajusta a la realidad histórica y cambiante…..
A nosotros los marxistas
nos parece que huirle a la precisión teórica y conceptual no tiene nada
de feminista o progresista, sino que es más bien un obstáculo político
para la lucha. El no tener una teoría clara para la revolución
socialista y la liberación de las mujeres nos condena a mantenernos en
el nivel de la ideología dominante y del impresionismo, y eso no tiene
nada de útil ni emancipador.
No podemos hacer de nuestro carácter de
explotados, oprimidos, subalternos y dominados una virtud y un refugio
para huir de los debates teóricos y políticos que se nos presentan a la
hora de luchar y organizarnos.
No obstante, podemos hacer una
clasificación preliminar, incompleta e inestable de los distintos usos
que las feministas han dado al concepto de patriarcado en sus
elaboraciones escritas, intentando establecer las diferencias y los
puntos comunes para comprender qué problemas quisieron resolver las
teorías feministas de patriarcado, y qué respuesta les damos desde el
marxismo.
Para algunas feministas radicales o socialistas, el
patriarcado es meramente una superestructura ideológica (Juliet
Mitchell), o política, localizada en la ley y el Estado (Carole Pateman,
Zillah Eisenstein); para otras se trata de la simple suma de las
manifestaciones de opresión en los distintos ámbitos y niveles sociales
(Kate Millett), o del resultado de la evolución tecnológica de la
sociedad y de la relación entre diferencias biológicas que consisten en
el control de la capacidad reproductiva de las mujeres o de su
sexualidad (Shulamith Firestone, Susan Brownmiller).[5]
Finalmente, en el mejor de los casos, hubo
un intento de referir o integrar en el análisis del patriarcado
elementos de la teoría marxista en las llamadas corrientes
materialistas, socialistas o marxistas del feminismo….En este caso, el
feminismo marxista o socialista ha intentado reconceptualizar y repensar
conceptos claves de la teoría marxista (como el de la división social
del trabajo, el trabajo productivo, el trabajo reproductivo y el
concepto mismo de producción) para pensar la condición social y material
de las mujeres en las sociedades de clases, y en particular en el
capitalismo. Y, por lo tanto, dedicaremos un artículo especial a debatir
estas teorías que establecen un diálogo más estrecho con la tradición
marxista.
Vemos, pues, que de haber alguna teoría del
patriarcado no habría una sino muchas. Lo importante y distintivo de
estas teorías del patriarcado, del sistema de poder de los hombres,
no es que sean las únicas que explican la existencia de desigualdades
sociales entre hombres y mujeres, sino que son teorías que afirman que
la división jerarquizada entre hombres y mujeres es una división que
establece un antagonismo estructural en la sociedad. O, dicho
de otra forma, que la principal relación de poder que estructura la
sociedad patriarcal o el patriarcado, es la de dominación de las mujeres
por los hombres.
Entonces, pese a las diferencias entre las
diferentes teorías del patriarcado que se desarrollaron en la década de
1970, que sitúan al patriarcado en ámbitos muy diferentes de la vida
social, todas afirmaron con contundencia que el elemento determinante que
jerarquizaba y dividía la sociedad en dos era una relación de opresión y
subordinación de las mujeres por los hombres. Para algunas variantes
más “radicales”, como las de Delphy o Federici, el patriarcado es
también, o sobre todo, un sistema de “explotación” de las mujeres por
los hombres, lo que las ha llevado a hablar de patriarcado capitalista.
En este último caso, lo que dichas teorías dejan entender es que detrás
de lo que percibimos como “capitalismo” (y que Marx definió como tal)
existe una estructura más profunda y antigua, una estructura que Marx y
Engels por ser hombres no llegaron a analizar, y esta estructura
establece la doble relación de explotación y opresión que es el
patriarcado.
El patriarcado, capitalista o no, sería en todos los casos
lo que revela la esencia de la sociedad, ya que establece la relación
más estructural y fundamental de todas, la que está por detrás y explica
el resto de las relaciones sociales. Es decir que, incluso las
feministas marxistas o socialistas que quieren combinar ambas teorías
(marxismo y feminismo), reivindican el feminismo y la teoría del
patriarcado como base. Si bien es cierto que en sus análisis, que son
más sofisticados que los de las feministas radicales, las feministas
socialistas logran “combinar” las relaciones sociales del capitalismo
(relaciones de clase) con las relaciones patriarcales (de sexo), la
dominante es, para estas teorías, la patriarcal. Por eso, tiene sentido
que antes de abordar el detalle de las feministas socialistas y
marxistas, dediquemos un poco de espacio para entender el concepto de
patriarcado compartido en la década de 1970 y elaborado por el feminismo
radical.
De la familia patriarcal a la sociedad patriarcal
Los primeros libros en promover el concepto
de patriarcado en ese sentido tan amplio de “sistema” o “estructura”
social fueron los de las feministas radicales estadounidenses Kate
Millett con Sexual Politics (Políticas sexuales, 1969) y Shulamith Firestone, The Dialectic of Sex, the Case for a Feminist Revolution (La dialéctica del sexo, por una revolución feminista, 1970).
Fueron obras que tuvieron un gran impacto en un sector social amplio de
la clase media y el estudiantado norteamericanos.
Lo que lograron
implícitamente, tanto Millett como Firestone y las feministas que las
siguieron, fue reconceptualizar el término de patriarcado. Antes de la
década del ’70 del siglo pasado (y de toda la prolífica literatura
feminista que acompañó el movimiento de lucha de las mujeres),
“patriarcado” era un término propio a la ciencia antropológica que
definía un tipo de familia en el desarrollo de las sociedades humanas, y
así lo encontramos utilizado, por ejemplo, en la obra de Engels.
Más adelante, en Economía y Sociedad
(1968), el sociólogo Max Weber definió el patriarcado, o más
exactamente el “patrimonialismo”, como una forma de gobierno basada en
el poder de los padres de familia, propia del largo periodo feudal en
Europa, es decir, como una forma de organización social donde el poder
de la monarquía patrimonial es una proyección agrandada de los múltiples
patriarcados (o estructuras familiares) en los que se sostiene.[7] Es
importante señalar que Weber solo analizó la superestructura de la
sociedad, pero en ningún momento conectó esa organización política con
el sistema de explotación del trabajo campesino que representaba el modo
de producción feudal.
Ese uso weberiano del término es el que
ha circulado más en los ámbitos universitarios de la posguerra, y ha
servido como punto de partida para Millett y otras teóricas y activistas
feministas.
La teoría marxista hizo desde sus inicios
un uso muy cuidadoso del término patriarcado, intentando apoyarse en las
investigaciones de los antropólogos. En El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), Engels, como el resto de los antropólogos de su época, usa el término “patriarcal” para caracterizar un tipo de familia, en un época donde las familias eran comunidades, por eso Engels habla en un momento de “comunidad familiar patriarcal”.
En el análisis materialista de Engels, más específicamente, la familia patriarcal es una forma transicional de
la familia que surge entre las familias fundadas en el derecho materno,
o lo que Engels llama el “matriarcado” (pero que conviene más describir
como familias matrilineales o matrilocales), y la familia monogámica,
que es la forma de la familia que sigue hoy, transformada por el
capitalismo. La familia patriarcal es la familia que surge, según la
hipótesis de los antropólogos, cuando la filiación femenina y el derecho
materno son reemplazados por la “filiación masculina y el derecho hereditario paterno,”
por lo que el padre se convierte en el jefe de familia, y se constituye
a su alrededor una gens paterna….
Pero para Engels (como para Morgan),
esta familia permanece en un estadio relativamente corto de la historia
humana porque el mayor cambio que va a cristalizar la opresión de las
mujeres aún está por producirse….Lo que va a surgir muy rápidamente, con
el desarrollo de las fuerzas productivas, es la aparición de la
sociedad de clases, y por lo tanto de un nuevo tipo de familia fundada
en el matrimonio monogámico, donde el hombre reduce a su esposa a una
propiedad y asienta así una autoridad firme y generalizada en el sistema
social….
El cambio cualitativo para Engels es, pues,
el surgimiento de la propiedad privada de la tierra, de los bienes, y
por lo tanto también de las mujeres y los hijos, que pasan a ser
percibidos como la propiedad del padre de familia. Este cambio de las
relaciones sociales y la emergencia de clases es el que modifica el
carácter de las relaciones de poder que ya existían en la familia, dando
una base material y estabilidad a las relaciones de dominación. La
familia monogámica, también la unidad social básica de producción en esa
época, se basa en la propiedad privada y establece una clara jerarquía
de los sexos, ya que:
se funda en el
predominio del hombre; su fin expreso es el de procrear hijos cuya
paternidad sea indiscutible; y esta paternidad indiscutible se exige
porque los hijos, en calidad de herederos directos, han de entrar un día
en posesión de los bienes de su padre.
Para Engels, el gran cambio de la historia,
que institucionaliza la opresión de la mujer, no es simplemente el
establecimiento de la ley del padre, o la preferencia paterna a la hora
de establecer el linaje, sino las relaciones sociales dentro de la
familia, que pasan a ser con la familia monogámica, por primera vez en
la historia, relaciones de clase:
Tal fue el origen
de la monogamia, según hemos podido seguirla en el pueblo más culto y
más desarrollado de la antigüedad. De ninguna manera fue fruto del amor
sexual individual, con el que no tenía nada en común, siendo el cálculo,
ahora como antes, el móvil de los matrimonios. Fue la primera forma de
familia que no se basaba en condiciones naturales, sino económicas, y
concretamente en el triunfo de la propiedad privada sobre la propiedad
común primitiva, originada espontáneamente. Preponderancia del hombre en
la familia y procreación de hijos que solo pudieran ser de él y
destinados a heredarle: tales fueron, abiertamente proclamados por los
griegos, los únicos objetivos de la monogamia. [9]
Es claro que para los marxistas, desde
Engels y Marx, son las relaciones sociales de propiedad privada, y por
ende la “propiedad” de las mujeres y la apropiación del trabajo ajeno,
las que sientan la base material de la opresión de la mujer.
El patriarcado según las feministas radicales
Es muy obvio que no podemos entender bien
las teorías feministas sobre el patriarcado sin entender el contexto
social y político de luchas de donde surgieron. La historiadora Alice
Echols sitúa el desarrollo del feminismo radical en EEUU entre 1967 y
1975, aunque su impacto político en otros países se haya alargado en el
tiempo. [10]
…. Sus elaboraciones sobre la
opresión de la mujer se hicieron al calor de las luchas de los Negros, y
del movimiento Black Power. Frente a la dificultad de lograr que se aceptaran sus reivindicaciones en la National Conference for New Politics en
1967, donde participó Firestone, un grupo de Chicago publicó un
manifiesto, “To the Women in the Left” (A las mujeres en la izquierda),
abogando por la “secesión” de las mujeres del sistema patriarcal
masculino, de la misma manera que el ala radical del movimiento negro
reivindicaba la autodeterminación frente al Estado norteamericano.[12]
Desde su inicio, pues, el feminismo radical ha estado asociado, en su
estrategia política, al separatismo y la lucha de un sexo contra el otro
para acabar con el sistema de dominación llamado patriarcado, abogando
por una revolución feminista.
El feminismo radical se pensó a sí mismo
como una corriente de la Nueva Izquierda, que quería desmarcarse tanto
de las posiciones reformistas liberales como del estalinismo, del
llamado “socialismo realmente existente” (que injustamente asociaron con
el marxismo y el socialismo en general).
Frente a la llamada “izquierda
tradicional”, que había considerado el problema de la mujer como algo
secundario que se solucionaría automáticamente con la llegada al
socialismo, y que reproducía dentro de sus organizaciones relaciones de
opresión, el feminismo radical argumentó que las relaciones de poder,
que permitían el sometimiento de las mujeres a los hombres, no se podían
reducir a simples reflejos o instrumentos para preservar la explotación
económica, que eran distintas y debían ser pensadas con conceptos
propios….los que reivindicamos el marxismo revolucionario estamos de
acuerdo con el hecho de que las relaciones de opresión no son solo
“medios” para explotar o dividir a la clase trabajadora, que tienen una
existencia social propia y semi-autónoma y por eso diferenciamos el
concepto de opresión del de explotación…..no estamos de acuerdo con la
subsunción inversa que quiere operar el feminismo radical (reducir la
explotación y las relaciones de clase a la opresión entre sexos) ni con
la idea de que ambas relaciones tengan hoy una significación igual a la
hora de organizar la sociedad; si bien son diferentes y están
combinadas, los marxistas afirmamos que son las relaciones de clase las
que emergen como dominantes, es decir, las que deciden en última instancia, qué opresiones son necesarias y cuáles son prescindibles, y qué dimensión pueden tomar.
La mayoría de las mujeres norteamericanas
que en la década del ’70 iniciaron y dirigieron la segunda ola de luchas
por los derechos de las mujeres y se identificaron como “feministas”
eran activistas que habían participado en las luchas masivas contra la
guerra en Vietnam y por los derechos civiles, muchas de ellas
desarrollando una conciencia contra el “sistema” o el “capitalismo”
pero, como explica una de ellas, Robin Morgan:
Mientras pensábamos
que estábamos involucradas en la lucha por crear una sociedad nueva,
fuimos cayendo en cuenta lenta y tristemente que estábamos haciendo el
mismo trabajo dentro del Movimiento que afuera: escribir a máquina los
discursos que iban a pronunciar los hombres, hacer el café pero no la
política, ser los accesorios de los hombres cuya política iba
supuestamente a reemplazar el Antiguo Orden. [13]
Echols explica que el impulso que reunió a
estas activistas e intelectuales de la izquierda norteamericana a
articular un feminismo radical, superador del feminismo liberal y del
marxismo, fue una diferenciación clara frente a aquellas activistas que
eran llamadas “políticos”, en un sentido despectivo, porque “atribuían la opresión de la mujer al capitalismo y su principal lealtad era hacia la izquierda”, mientras que las feministas radicales quisieron firmemente “oponerse a la subordinación de la liberación de las mujeres a la izquierda organizada” que consideraba que “la dominación masculina era un simple epifenómeno del capitalismo”.[14] Por lo tanto, el eje político y programático que definió el feminismo radical fue “que
las mujeres constituían un sexo-clase, que las relaciones entre mujeres
y hombres tenían que ser pensadas en términos políticos, y que el
género, y no la clase, era la principal contradicción.”[15]
Y de ahí surgió la necesidad de dar una
base teórica a una ubicación social y a un proyecto político, que
resultó en la elaboración de las distintas teorías del patriarcado. Pero
el feminismo radical no se quedó ahí, en la jerarquización de las
relaciones de sexo sobre las de clase, sino que afirmó que las
relaciones de dominación patriarcales son anteriores no solo al
capitalismo sino al surgimiento de la explotación, y que por lo tanto su
origen no tiene nada que ver con la sociedad de clases.
Y esta
“radicalidad” teórica del feminismo será la fuente de muchos debates
internos y debilidades. Su mayor dificultad fue y sigue siendo dónde
ubicar entonces el origen de la opresión sin volver a la biología y, por
lo tanto, a un esencialismo naturalista. De hecho, una de las mayores
tensiones teóricas internas dentro de las feministas radicales tiene que
ver con la relación que establecen entre la biología o naturaleza
humana y el patriarcado….
El materialismo y el marxismo fueron de
hecho las primeras teorías en rechazar cualquier tipo de esencialismo o
la idea de que el hombre, la mujer, o la humanidad en su conjunto tenga
“destino biológico alguno”.
No existe una “esencia humana”, sino que lo
humano –y todas sus categorías– es una construcción social e histórica
en constante mutación. Lo que el marxismo afirma, a diferencia del
constructivismo, es que no basta con decir que el sexo o el género (como
la raza, etc.) son categorías socialmente creadas, es decir, no basta
con hacer un trabajo crítico contra la naturalización de las opresiones.
Lo que preocupa a los marxistas es explicar cómo se generaron o formaron
relaciones de sexo o género cristalizadas de opresión y por qué, para
poder pensar cómo cambiarlas y luchar contra ellas, es decir, elaborar
una política y una estrategia de liberación que implique la transformación real, material, de la sociedad, más allá del importante y necesario trabajo crítico e intelectual……
Aún así, podemos subrayar tres elementos
teóricos comunes en las distintas formulaciones del feminismo radical
que merecen una discusión: el carácter ahistórico y estructuralista del
concepto de patriarcado, la cooptación e inversión del marco marxista de
análisis, y el individualismo utópico contenido en el popular eslogan
del feminismo radical: “lo personal es político”. ….
No sabemos muy bien según el libro de
Millett cuándo surge el patriarcado como tal, pero esto no es problema
solo de Millett sino de la mayoría de las teóricas feministas radicales.
De hecho, el carácter a-histórico del patriarcado que parece haber
existido “desde siempre” es una de las principales críticas que va a
recibir el feminismo radical por parte de los marxistas y otras alas más
radicales del feminismo.
La relación contradictoria con el marxismo
como marco teórico, aunque invertido, para pensar la emancipación es muy
clara y explícita tanto en Firestone como luego en Delphy o MacKinnon.
Todas ellas recurrieron, cada una a su manera, a la teoría marxista para
pensar y desarrollar una teoría feminista del patriarcado, tomando
prestados los conceptos, pero invirtiendo su jerarquía, produciendo casi
una teoría marxista negativa, como en un negativo fotográfico. Todas
ellas partieron de la reducción falsa y abusiva del marxismo a un
economicismo, a una teoría reduccionista que subordina todos los
conceptos y fenómenos a meras variaciones o reflejos de las relaciones
de explotación, que son las únicas “verdaderas” e “importantes.”…
El tercer punto que es importante subrayar
es la ideología política contenida en el eslogan “lo personal es
político”, que sitúa al individuo, y no al sujeto colectivo, como el
agente y el objetivo estratégico del cambio….
Pero el eslogan para el feminismo radical
derivó en muchos casos a apuntar una estrategia, y no una simple
táctica: el feminismo se pensó como un proceso político que debía
culminar en una transformación personal, en particular un cambio de la
conciencia, una politización de la vida personal, donde el individuo era
a la vez el punto de partida y de llegada de ese proceso, y las
dinámicas colectivas (las marchas, los grupos de autoconciencia, la
división del trabajo militante, la vida en comunas feministas, las
acciones directas) eran solo una mediación para alcanzar esa
transformación personal, que se pensaba a sí misma como contagiosa. En
ese ámbito, el feminismo radical tomó prestada la estrategia del
socialismo utópico de Owen o Fourier….
Una crítica marxista a las teorías del patriarcado del feminismo radical
El problema general de las teorías del
patriarcado es que si bien ubican la totalidad de las manifestaciones de
la opresión en todos los ámbitos de la existencia humana, no reconocen
que la opresión ha surgido históricamente y se ha mantenido estable
durante siglos hasta hoy, porque se combina con la explotación, que es
la base material que la sustenta. Proponen una concepción abstracta y
anti-histórica de la opresión como estructura, fuera de la división
social del trabajo e indiferente al cambio histórico de los modos de
producción. Su método anti-histórico no puede explicar, por lo tanto,
cómo surge (el origen) y se consolida una relación de opresión, a nivel
social, y cómo esta se cristaliza como autónoma con la aparición de la
sociedad de clases y del Estado, que cambia la naturaleza social de las
relaciones familiares….
El principal problema del feminismo radical
es que su generalidad e imprecisión teórica se convirtió en un
obstáculo político para desarrollar la lucha por la liberación de las
mujeres combinada con la lucha de clases. El feminismo radical propone
una estructura que solo reconoce dos sujetos sociales enfrentados:
hombres y mujeres. Al no lograr explicar cómo se combina la opresión de
la mujer con la explotación, no pudo articular la lucha por la
liberación de la mujer con la lucha por el socialismo.
El resultado es
que el feminismo radical buscó sistemáticamente contraponer ambas
luchas, argumentando que la lucha de los sexos era anterior y más
profunda que la lucha de clases, en lugar de integrarlas en una
estrategia común de revolución y liberación como pretende hacerlo el
trotskismo, como heredero del marxismo revolucionario……
En ese sentido, si el feminismo radical ha
logrado ser uno de los motores ideológicos que animaron las luchas que
han logrado grandes conquistas democráticas (como el derecho al
divorcio, al aborto, a los derechos reproductivos y una sexualidad más
libre), también ha constituido un obstáculo fundamental para que las
mujeres trabajadoras se organicen independientemente de la burguesía y
lleven a los lugares de trabajo y a los barrios obreros las
reivindicaciones democráticas. Es decir, fue obstáculo para que el
poderoso movimiento de mujeres hiciera una lucha política en los
espacios sociales donde se encontraban la clase trabajadora y los
sectores populares, con mujeres y hombres….
Las teorías del patriarcado presentan una
visión simplista, unilateral de la sociedad, pero las relaciones entre
hombres y mujeres no se pueden pensar “en general”, en una sociedad de
clases, como categorías fijas abstraídas del mundo social, porque todo
depende de en qué clase (y adicionalmente también qué “raza” o etnia) se
sitúan estos hombres y mujeres, en qué momento de la lucha de clases
estamos, etc…..
En lugar de postular que los hombres de la clase trabajadora son aliados potenciales,
y que a través de un duro combate al machismo en las organizaciones
obreras, estudiantiles, populares y en las luchas, tenían que ser
educados y ganados para la liberación de las mujeres, porque en última
instancia, el socialismo revolucionario (que abarca en su programa la
lucha contra todas las opresiones) es una lucha común,………
¿Dónde ubicar el famoso “patriarcado” o las
relaciones de opresión? El análisis marxista ha mostrado que el
desarrollo del capitalismo industrial se apoyó y transformó la familia
monogámica, que ya era una unidad institucionalizada de relaciones de
opresión y explotación, y que las revoluciones burguesas
institucionalizaron la condición desigual de la mujer en el Estado y el
derecho burgués. Pero si nos mantenemos solo a nivel del derecho y de la
ley burguesa no logramos entender la especificidad de la opresión de
las mujeres bajo el capitalismo, que es una opresión marcada por la
estructura de clases.
Tanto el análisis de Marx, como el de marxistas
contemporáneos, han mostrado que con el desa rrollo del capitalismo y la
socialización de la producción en una escala mayor, la familia dejó de
ser una unidad productiva, y ese cambio exógeno a la familia reforzó de
nuevo la opresión de la mujer, que fue progresivamente encerrada en el
espacio doméstico, excluida de una participación igual en la esfera
pública (sin igualdad de derechos) y encadenada al trabajo “invisible”
pero necesario de reproducción de la fuerza de trabajo.
La
superestructura burguesa (el Estado, las leyes, la ideología, etc.) hizo
todo lo posible para mantener la discriminación hacia la mujer y no
otorgarle la igualdad de derechos que reivindicaron las mujeres en la
época de las revoluciones burguesas. El capitalismo se ha apoyado en una
superestructura sexista y machista, que algunos llaman “patriarcal”,
que discrimina a las mujeres, y ha hecho lo posible para asegurar su
sobreexplotación y su exclusión de la vida política.
En ese sentido, el instinto teórico del
feminismo radical, de ubicar la opresión de la mujer más allá del ámbito
individual, privado y doméstico, más allá de la familia, fue correcto,
como también lo fue el intuir que combatir el origen de la opresión no
era meramente una cuestión de reformas legales como lo pretendía el
feminismo liberal o burgués. La intuición de que la condición de
subordinación y sobreexplotación tenía raíces más profundas que sus
manifestaciones en la superestructura burguesa fue también acertada.
Pero las distintas teorías del patriarcado
no lograron explicar el proceso histórico y la base material e
institucional que sustenta esas relaciones de dominación, desigualdad y
abuso. Si bien no están arraigas solo en la familia y en el Estado, su
origen no está en la biología ni en la ideología sino en la sociedad de
clases y, hoy en día, en el único motor que alimenta a la sociedad
burguesa: la búsqueda de beneficios capitalistas a todo y cualquier
precio.
El feminismo radical acabó tratando al
marxismo como un enemigo casi igual o análogo al patriarcado, porque
partió de la base de que las principales organizaciones y sociedades que
se reivindicaban “marxistas” eran verdaderas “aplicaciones” del
socialismo marxista. Su frustración con el machismo y la homofobia del
estalinismo y las burocracias sindicales, y su alejamiento de la clase
trabajadora, les llevó a operar con una caricatura muy grosera, mecánica
y poco dialéctica del marxismo.
El resultado fue la producción de
teorías del patriarcado a-históricas, abstractas, con poca base material
social para explicar la opresión, muy “radicales” –si se quiere– pero
muy poco dialécticas y, sobre todo, la formulación de un fundamento
“teórico” a la estrategia separatista de los movimientos de mujeres y la
“guerra de los sexos”, una estrategia que hasta hoy no ha logrado
acabar con el “patriarcado”, y menos aún arrastrar a la mayoría de las
mujeres trabajadoras.
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