En un artículo publicado a La Vanguardia
el día 31 de julio, dice el señor Baltasar Garzón que “la postverdad es
la mentira emotiva, cuando lo que ha ocurrido en realidad tiene menos
importancia que la percepción que se puede tener del hecho en sí”.
En el
supuesto que nos atañe, lo que ha ocurrido y, según él, tiene menos
importancia, son las torturas que varios militantes independentistas
sufrimos a manos de la Guardia Civil en el verano del 1992, poco antes
de los Juegos Olímpicos. Un delito de lesa humanidad.
Con un comienzo de artículo
como el citado, el exjuez Garzón ha desaprovechado una ocasión de oro
para hacer una autocrítica y desmarcarse de las cloacas del Estado, de
las cuales en algún momento de su vida quiso sacar provecho para hacer
carrera política.
Hay que recordar que él trabajaba para la Audiencia
Nacional, la instancia judicial heredera directa del Tribunal de Orden
Público franquista, que continuó cumpliendo con las mismas funciones sin
ninguna revisión, limpieza o ruptura.
El
motivo por el cual el pasado mes de julio unos cuantos encausados dimos
el paso de esperarlo en el Parlamento de Cataluña es que él había sido
el responsable judicial de la operación en el marco de la cual fuimos
torturados. Un responsable innegable, puesto que fue quien ordenó
nuestras detenciones.
Es difícil aceptar que un juez que ve los cuerpos
llagados de muchos de los detenidos sencillamente no pueda pensar que
pasa algo de este tipo. Le hicimos esta pregunta el día que vino a
nuestro Parlamento y él no la quiso contestar. ¿Era ingenuo o era
cómplice?
El día 16 de diciembre de 2012, en el programa Salvados de
la Sexta, el señor Garzón afirmó taxativamente que, de las personas que
habían comparecido ante él, ni una sola había denunciado torturas.
Obviamente, cuando hizo esta afirmación, mentía. Está grabado y usted
mismo se desmiente de manera implícita en este último artículo.
En abril
del 2013 el semanario La Directa hizo públicas las actas de nuestras
declaraciones, en las que se demostraba que siete de las personas
detenidas habían denunciado ante él esas torturas.
Tenemos que apuntar que,
antes de declarar ante el juez, los agentes de la Guardia Civil nos
habían amenazado con volver a ser torturados si no repetíamos las
declaraciones que habíamos aprendido cuando estábamos en sus manos y,
obviamente, nos avisaban de que fuéramos con cuidado si denunciábamos
torturas.
Nos habían demostrado con creces que no se trataba de ninguna
postverdad, señor Garzón, y los juicios se fundamentaron sobre estas
declaraciones, hechas bajo amenazas y torturas, que nunca fueron
anuladas.
A pesar de todo, siete
personas denunciamos torturas ante el juez y cuando empezamos a hablar
de todo aquello a lo que habíamos sido sometidos, él, Baltasar Garzón,
nos recordó que las preguntas las haría él, y que cualquier referencia
al trato recibido se haría al final. De este modo, se descontextualizaba
la declaración en relación a las torturas recibidas.
El exjuez dice que él no
podía hacer nada más de lo que hizo, que la competencia era del juzgado
ordinario y de la fiscalía correspondiente. Afirma que la sentencia de
Estrasburgo dice que su actuación fue impecable, cosa que no aparece en
ninguna parte del texto de la sentencia… El señor Garzón hace un relato a
medida de sus intereses, sin ni una brizna de humildad.
Dice el señor Garzón que, de
los quince detenidos que sostuvieron la denuncia al Tribunal Europeo de
Derechos Humanos de Estrasburgo (TEDH), seis fueron condenados por la
Audiencia Nacional, y que eran personas que usaban el terror como medio
para transmitir sus ideas. La relación de algunas de estas personas con
Terra Lliure no justifica la práctica de la tortura. Este
posicionamiento está en las antípodas de la defensa de los derechos
humanos.
Por otro lado, ¿tenemos que considerar que las otras nueve
personas que habían denunciado torturas y que no fueron condenadas ni
procesadas son daños colaterales de la razia policíaca? ¿Es así como
quiere ser un defensor de los derechos humanos? Relea lo que ha escrito y
dice en su artículo. ¿De qué postverdad está hablando?
Dice que no entiende la
insistencia en intentar reivindicar visiones del pasado distorsionadas,
que no vale la pena perder el tiempo… Las visiones distorsionadas del
pasado las hemos soportado durante muchas décadas en este país, y los
encargados de difundirlas han sido personas como usted, que se han
dedicado a construir versiones oficiales tergiversadas con impunidad
total.
Dice que nadie es perfecto, y que ha hecho autocrítica en
numerosas ocasiones y quiere continuar haciéndolo. Señor Garzón, no
sabemos si ha hecho autocrítica, pero el texto de su artículo más bien
va por otro camino, más bien es la actitud de alguien que, si tuviera
dignidad, pediría perdón antes de proclamarse defensor acérrimo de los
derechos humanos.
Pero, desgraciadamente, más
allá del caso que nosotros vivimos, el exjuez en cuestión es conocido en
algunas instancias de defensa de los derechos humanos justamente por su
papel obstaculizador en materia de derechos humanos, y en su currículum
hay más causas parecidas. Tenemos que recordar casos como el de Aritz
Beristan, detenido el 2002 por orden del señor Garzón, ante el cual
había denunciado torturas, y la sentencia posterior del TEDH, que
condenaba de nuevo al Estado español por no haberlas investigado.
O el caso de las cinco
personas detenidas en Vilanova i la Geltrú acusadas de pertenecer a Al
Qaeda que denunciaron que habían sido torturadas ante los jueces de la
Audiencia Nacional, Andreu y Grande-Marlaska y, posteriormente, ante el
juez Garzón. Después de un tiempo, el mismo Tribunal Supremo anuló la
sentencia de la Audiencia Nacional apuntando que no se habían
investigado las torturas a pesar de los indicios racionales que había.
La Coordinadora por la
Prevención y Denuncia de la Tortura, con motivo de la presentación del
señor Garzón en 2011 como candidato a miembro del Comité por la
Prevención de la Tortura del Consejo de Europa, hizo llegar a aquella
instancia un documento con la compilación de numerosos casos en los que,
siendo juez instructor el señor Garzón, se habían producido denuncias
por torturas y no se habían parado los procesos, más bien al contrario.
El juez tuvo que retirar su candidatura.
Señor Garzón, hablamos de
torturas, no del proceso que vive Cataluña. Hablamos de un delito de
lesa humanidad, no de independentismo.
*Firman este
texto Ramon Piqué (twiter: @rpiqueh), Marcel Dalmau y 17 encausados más
(todos ellos detenidos el año 1992 en el marco de la Operación Garzón
semanas antes de la celebración de los JJOO de Barcelona).
Ramon Piqué, Marcel Dalmau y 17 encausados más | El Diario | 14/08/2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION