Iba a ponerme a escribir, o más exactamente a dictar, cuando al abrir el ordenador me he encontrado que Windows había decido actualizarse.


 Me he acordado de sus padres y sus madres, como es natural. 


Y también como es natural, cuando ha terminado de actualizarse mi inspiración se había secado ya.


Deberían, pienso como hombre que se esfuerza en respetar a su prójimo, dejar que la actualización fuese voluntaria…


-Lo llevas claro, chaval.
-Lo sé, lo de voluntaria ya nunca jamás.
 
Pero al menos podrían avisar con unos cuantos días.


O que fuese como lo del aceite del coche, cada tantos meses o cada tantos kilómetros.


Vivimos en un mundo en el que todo es prisa y velocidad.


¿Se han preguntado los responsables de Windows cuántos ataques de ansiedad crean con sus actualizaciones?


Quizá deberíamos reunirnos unos cuantos y ponerles una denuncia, pedirles una indemnización por daños y prejuicios a nuestra salud mental. En España no nos harían ni caso, pero en USA -si hemos de creer en que su justicia es como en las películas- ganaríamos un pastizal.


Por favor, Windows, avísame con al menos una semana, ya que parece que tu endémica inestabilidad emocional necesita actualizarse y actualizarse, sin parar.


(mecanografía: Dolores Muñoz)