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miércoles, 12 de septiembre de 2018

La caza de brujas y la división de las clases populares

“Las brujas siempre han sido mujeres que se atrevieron a ser valerosas, agresivas, inteligentes, no conformistas, curiosas, independientes, liberadas sexualmente, revolucionarias […] Eres una Bruja por el hecho de ser mujer, indómita, airada, alegre e inmortal”.
(Morgan, 1970: 605-06).

Desde una perspectiva histórica, el fenómeno de la caza de brujas en Europa nunca se ha estudiado suficientemente ni se le ha dado la importancia que realmente tiene. A continuación tejeré la relación que tienen las supuestas brujas medievales con el patriarcado y la instauración del capitalismo, plantándole así cara a esta supresión histórica.

A mediados del siglo XV, época de crisis del sistema feudal y de agitación por parte de las clases populares, fue cuando se dieron los primeros juicios por brujería en Europa. Durante este periodo se declaró la magia como herejía, y a su vez como el máximo crimen contra Dios, la naturaleza y el Estado. No es casualidad que esta caza llegara a su punto álgido entre 1580 y 1630, cuando estaban surgiendo las primeras instituciones del capitalismo mercantil. El capitalismo mercantil –centrado en el intercambio- fue precedente del actual sistema capitalista, enfocado en la producción masiva.

Antes de la cacería de brujas, el patriarcado ya existía y siempre ha buscado la forma de deslegitimar las mujeres en nombre de lo normal,[1. Lo que es supuestamente normal, al ser una construcción social, varía según el contexto] del orden social. El mito judeocristiano del pecado original ya creaba una imagen de la mujer como el género débil, lascivo y cercano a lo que es malo e impuro. Durante la Edad Media esta visión se reforzó con la literatura demonológica y la persecución de mujeres por brujería. Aproximadamente el 80% de las víctimas de la cacería fueron mujeres, y los demás detenidos lo fueron en relación a ellas y no por delito de brujería en sí.

Además del género, otro eje de desigualdad principal fue la clase social: se perseguía principalmente a las campesinas, las cuales tenían pocos recursos y se nutrían principalmente mediante una economía de subsistencia. Esto debilitó la unión y la resistencia de las clases populares europeas frente al Estado y frente a las personas terratenientes; que aprovecharon la situación para la difusión del capitalismo rural y el inicio del proceso de cercamiento de tierras comunales. Esto se tradujo en la privatización de las tierras, el empobrecimiento de las clases populares y la consecuente debilitación de relaciones comunales en el ámbito rural. Años más tarde esto resultaría en que las tierras que antes eran para todxs se quedarían en manos de aristócratas, y los y las campesinas más empobrecidas y desocupadas.

En palabras de Federici, la supuesta magia era una forma de insubordinación y un instrumento de resistencia de base al poder. Europa debía ser “desencantada” para poder ser dominada. Las brujas serán una clara representación de las clases oprimidas que sufrieron un empobrecimiento progresivo, necesario en el mundo moderno para la instauración del capitalismo tal como lo conocemos ahora.

Las mujeres perseguidas por brujería, además de ser campesinas, viejas, pobres, y estar viudas o sin familia; solían ser mujeres con muchos conocimientos útiles para la vida cotidiana. Eran médicas, curanderas, adivinas, sabían sobre reproducción, salud, plantas, naturaleza y remedios naturales. La voluntad de eliminación de estos saberes puede ser interpretada desde varias perspectivas.

En primer lugar, y cómo comenté antes, se consideró el saber de las brujas como una amenaza para el orden social de la época. Estaba surgiendo el capitalismo comercial y las brujas con este conocimiento subvertían este orden y desafiaban las estructuras de poder que se estaban introduciendo.

En un sistema patriarcal, el conocimiento pertenece a los hombres. Los que perseguían o estaban de acuerdo con esta cacería de brujas eran a la vez los máximos representantes del saber científico: Galileo, Descartes, Hobbes, y Shakespeare, entre otros. El saber de las brujas, que además juega en relación a la naturaleza, es una provocación contra los esfuerzos de estos intelectuales de las ramas científicas. Se satanizaron los métodos anticonceptivos y los abortos que las brujas sabían hacer, y se las expropió del saber empírico -en relación con los remedios naturales que ellas siempre habían sabido y transmitido de generación en generación- para instaurar la llamada medicina profesional. Esta fue aceptada como la verdad absoluta, como el conocimiento científico indiscutible y a la vez inasequible para las clases bajas. La destitución de los saberes de las mujeres, la Ilustración y la ciencia moderna supusieron estrategias para sustituir las mujeres por hombres en todo tipo de trabajos y así negarlas de la profesionalización y del conocimiento.

En segundo lugar, ellas fueron el punto de partida del feminismo: mujeres resistentes y combatientes contra las nuevas dinámicas de poder patriarcal que imperarían. La caza de brujas fue una estrategia del capitalismo para que el cuerpo de las mujeres fuese productivo y reproductivo, pero ellas representaron un desafío contra el sistema de trabajo que se estaba introduciendo.

Sus cuerpos fueron liberados de la sumisión, que es la lacra que arrastra la socialización en la feminidad hegemónica. No funcionarían como cuidadoras, incubadoras ni máquinas de producir mano de obra barata. Así pues, las brujas serían una lucha por la autonomía femenina, y por eso los movimientos feministas posteriores se representarán con ellas. Resistieron el patriarcado en el cual los cuerpos de las mujeres, su trabajo y su poder sexual y reproductivo se quisieron controlar por parte del Estado y transformar en recursos económicos.

Además, bajo el contexto concreto de parálisis demográfica del siglo XV, la cacería de brujas podría tener como objetivo criminalizar el control de la natalidad –y por lo tanto, los anticonceptivos y el aborto- y poner el cuerpo femenino a servicio del incremento de la población y en conclusión al aumento de la fuerza de trabajo.

En tercer lugar, el papel de la Iglesia católica también fue importante –aunque no principal- en el fenómeno de la caza de brujas. Aportó la visión ideológica para que se pudiera llevar a cabo, y animó a la persecución de estas. Tal y cómo hemos dicho, no fueron sólo las instituciones, la Iglesia y los aparatos ideológicos del Estado quién propiciaron este feminicidio. Fue el primer motivo de unión política en Europa después de la reforma. El estado hizo de la brujería como tal, y no de las supuestas consecuencias de esta, un crimen grave.

Debido a la persecución de brujas también se debilitaron las relaciones entre personas, como antes habíamos expuesto. Cualquier asociación o relación entre mujeres se empezaba a considerar sospechosa, destruyendo así la posible sororidad y resistencia conjunta de ellas. La amistad entre mujeres era vista como una subversión de la alianza entre marido y mujer.

 Así mismo, los hombres temieron el poder de las mujeres y muchas veces acusaron a sus esposas, hijas y otras mujeres cercanas. Solamente se reconoció un conjunto de hombres de clases populares que luchó contra la caza de brujas, en el País Vasco. Todavía actualmente una de las armas más fuertes de los sistemas capitalista y patriarcal es reforzar la competitividad entre mujeres, o entre las mismas clases humildes.

Para finalizar, podemos concluir que la caza de brujas fue un feminicidio que ayudó al sistema vigente en la época medieval a instaurar el capitalismo mercantil -debido a la debilitación de las clases populares-, a marchitar las relaciones sociales entre mujeres y campesinxs, y a crear un orden patriarcal sobre los cuerpos de las supuestas brujas para ponerlos a merced de los aparatos ideológicos, el Estado y la Iglesia.




Mireia Medina Luengo  



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