BERNAT DEDÉU. La Vía Otegi
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos acaba de dar la razón a
Arnaldo Otegi y a cuatro demandantes más dictaminando que la Audiencia
Nacional violó su derecho a un juicio justo por el caso Beteragune.
“Varapalo de la justicia europea en España”, titulaba ayer el amado
Nacional.
Pues mire, yo hablaría más bien de capón amistosa sin ningún tipo de efecto: en primer lugar, porque la sentencia de los magistrados de Estrasburgo (donde se dice explícitamente que la juez del caso “había proferido públicamente opiniones que implicaban una visión previa poco favorable del demandante e implica la falta de imparcialidad”) no conllevará ni una sola multa o enmienda contra la magistrada en cuestión, Ángela Murillo.
A su vez, y como consecuencia, el sistema judicial español Campari igual de parcial y sectario en casos que tengan relación con el soberanismo vasco y catalán, por el simple hecho de que la sentencia tiene un valor simbólico sin ningún tipo de efectos prácticos relevantes.
Esto no quiere decir que el texto en cuestión sea un hecho menor, faltaría más. Pero la realidad del caso es que, a pesar de este dictamen judicial, a Arnaldo Otegi ni dios le devolverá los seis años y medio que se pasó en la trenza y que el antiguo líder independentista sólo ha ganado honor moral.
Y la cosa ética, a los aparatos ideológicos
del estado español, no se la podría ressuar más.
Porque Otegi fue al trullo por la simple intención española de escarmentar a la clase política vasca y de humillar a un hombre que, ya en aquel tiempo, apostaba claramente por la paz.
Pero todo esto, insisto, en el kilómetro cero les suena como una indigesta ópera rusa. De hecho, incluso en términos europeos, España puede respirar bien tranquila; en 2017, el TEDH emitió 1.068 sentencias con preeminencia de Rusia (305), Turquía (116), Ucrania (87) y Rumanía (69).
Sólo seis de todas estas van referirse a asuntos
españoles, cinco de las cuales fueron condenatorias. Calderilla.
¿Es posible que el mismo tribunal dictamine dentro de unos años que los juicios de los líderes soberanistas han tenido el mismo nivel de fraude que el de Otegi? ¡Completamente, de hecho resulta casi seguro!
Pero lo importante del caso es notar cómo el Estado puede respirar tranquilísimo y fumarse todos los puros que sean necesarias cuando llegue dicha sentencia que, si tarda lo mismo, no habrá evitado que nuestros presos políticos vivan años en las (nuestras) cárceles. ¿Legitimidad moral? ¡Toda y más!
Pero la victoria política continuará siendo netamente estatal, pues las guerras se ganan con lanzas y no con poemas de amor y añoranza. El soberanismo siempre ha soñado en la vía Otegi, porque, como ocurre siempre, le resulta mucho más fácil ir a dormir con el espíritu angélico de la víctima que no dar batalla al enemigo.
Y así pasan décadas y siglos en los que vamos tocando el balón y tenemos un enorme porcentaje de posesión, pero la Champions la gana el otro.
Si os cuento todo esto, que es lo suficientemente sabida y objetiva, es sólo para que cuando os vendan la enésima moto a partir de la cual nos debemos cargar de razones ante Europa, urdir movilizaciones masivas en Bruselas, hacer que todo el continente conozca nuestra desdicha y toda la mandanga posible, os siguen tomando el pelo y empotrando ponerse en el papel de víctima que, aparte de ni oler la independencia, sólo sirve para que los genios del proceso continúen asegurándose la nómina mensual.
Siento por tristes, pero ya sabéis que nunca escribo artículos para creyentes.
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