La eterna polémica sobre Gibraltar que la ultraderecha española tiene como bandera no tiene más responsable que la dinastía borbónica que firmó el Tratado de Utrecht entre 1713 y 1715


¡Gibraltar Español! Es un grito que cada cierto tiempo resuena por las tierras hispánicas enarbolado por los sectores más conservadores de la política con el fin de sacar rédito político o de provocar una cortina de humo que tape otros asuntos más espinosos.


La última fue durante la crisis de los bloques de cemento y los ataques de las patrulleras británicas a pesqueros españoles. En aquel momento, interesó sacar a relucir la vieja reivindicación para tapar los escándalos de corrupción del Partido Popular.


 El acuerdo del Brexit ha vuelto a sacar del baúl la vieja aspiración española que no tiene más solución que un acuerdo porque por mucho que se grite Gibraltar español la soberanía británica del Peñón está protegida por el derecho internacional.


Pablo Casado, Santiago Abascal y, por supuesto, Albert Rivera, han intentado sacar rédito político de la cuestión acusando a Pedro Sánchez de vender los intereses de España.


 Sin embargo, en todo este asunto no hay más responsable en esa lucha de soberanías que la dinastía borbónica que fue la que firmó los Tratados de Utrecht tras la Guerra de Sucesión que llevó al trono a Felipe de Anjou.


Reclamar la soberanía de Gibraltar es atentar contra el derecho internacional, aunque eso es algo que en España se hace con relativa frecuencia, tal y como comprobamos día a día con la actitud de los distintos gobiernos respecto a las víctimas del franquismo.  


Gibraltar no fue invadida en ningún momento por el reino de Gran Bretaña, sino que fue entregada por España en base a los acuerdos alcanzados en el Tratado de Utrecht.


 Por tanto, se trata de un acuerdo que, a pesar de haberse firmado hace 300 años, tiene su vigencia y está protegido por el derecho internacional.


Refresquemos la memoria para saber qué ocurrió en esas negociaciones, algo que nuestros políticos deberían hacer con más frecuencia.


 El duque de Osuna y el marqués de Monteleón eran los embajadores de Felipe de Anjou y llevaban instrucciones muy precisas para que tanto el reino de Nápoles como los beneficios del comercio con las Indias fuesen mantenidos por el reino de España.


Sin embargo, tuvieron que hacer concesiones en todos los apartados y Gran Bretaña recibió Gibraltar, Menorca e importantes ventajas comerciales en lo referido al comercio con las Indias, tanto de materias primas como del tráfico de esclavos.


 El único «éxito» de Felipe de Anjou fue mantener sus pretensiones sobre Cataluña que no eran otras que «de ninguna manera se den oídos a propósito de pacto que mire a que los catalanes se les conserven sus pretendidos fueros». 


Por tanto, la responsabilidad absoluta de que Gibraltar sea territorio británico es exclusiva de los Borbones, no de Pedro Sánchez ni de ningún gobierno o régimen.


 José Antonio Gómez