La madre de Nagore Laffage, describe las heridas sin cerrar que supone vivir en una familia un crimen machista ocurrido hace 11 años
El 7 de julio de 2008 el reloj de la vida de Nagore Laffage Casasola
se paró para siempre cuando solo marcaba 20 años. Tenía todos los
sueños por cumplir. Sin embargo, se dio de bruces con el puro
patriarcado. José Diego Yllanes Vizcay, psiquiatra de la Clínica
Universitaria de Pamplona, a quien conocía, la asesinó porque se
resistió a mantener relaciones sexuales con él.
Desde entonces su familia lucha porque
su asesinato por violencia machista no se olvide y “sirva para
reivindicar que no es no”, tal y como recalca Asún Casasola Pardo, su
madre. “Luchar es la manera de mantener la dignidad y la memoria
de mi hija, pero también de reivindicar la libertad de todas las
mujeres de este país a decidir hacer con su cuerpo y su vida lo
que quieran sin que ningún hombre mande sobre ellas y acabe violándolas
o matándolas.
Solo quiero que lo que le ocurrió a mi hija no le pase a ninguna más”, asegura a cuartopoder.es.
Su pretensión sabe que hoy por hoy no
es posible. “Me habría gustado que ella fuese la última víctima, pero sé
que es engañarme. Cada día vemos que hay hombres que siguen matando a
mujeres. Esto es horrible”, añade. Aun así, no desfallece en seguir
poniendo granitos para poder conseguirlo a base de reclamar, en todos
los lugares a los que asiste a dar charlas, una educación en igualdad.
El difícil vivir
El camino desde aquel San Fermín no ha sido ni es nada fácil para esta familia. “Porque tras el asesinato de una hija no se vive, se sobrevive. Vas como puedes”, dice Asún. Un ir a trompicones que tanto ella, como Txomin Laffage, el padre de Nagore, están pagando con el alto precio de su salud.
Ambos arrastran sendos cánceres de tanto sufrir.
“Todo esto es resultado directo del sufrimiento y el dolor por el
asesinato de Nagore.
Cuando en la vida no tienes felicidad la cosa acaba
en que el cuerpo responde a la tristeza y la rabia y te sale por algún
lado”, relata esta madre. “En el caso de mi hijo, que trabaja en una
papelera de Rentería, tampoco nada es fácil. Es muy callado. Lleva todo
como puede, pero tampoco se recupera del golpe”, añade.
Y es que esta triste radiografía
es la que representa la verdad del día a día. Esa que no se ve cuando se
deja de ser noticia pero que arrastra a quienes tienen que intentar
seguir adelante cuando una hija es asesinada. “Txomin lidia ahora
mismo con un cáncer de páncreas. Lleva dos años muy complicados.
Él no
se siente enfermo, no se queja y piensa que va a salir adelante, pero
solo pesa 46 kilos. Es muy optimista”, cuenta Asún. “Sin embargo yo no
soy buena enferma, yo me quejo. Me operaron el 23 de abril de cáncer de
pulmón y el 11 de junio me dijeron que no me tenían que dar quimio. El
10 de septiembre tengo que hacer revisión.
Lo mío lo tengo ahí aparcado, no le doy mucha importancia. Estoy volcada en mi marido. Él se ha cuidado mucho y yo sin embargo tenía todas las papeletas a que me pasara. Desde que tenía 15 años soy fumadora y cuando sucedió todo lo de mi hija llegué a fumar tres paquetes al día durante tres años.
Fotografía de Nagore Laffage./ Cedida por Asun Casasola
En esos momentos con todos los nervios y las circunstancias que no
ayudaban, el tabaco me acompañó. Era una especie de relajante. Con ese
historial tenía muchos números para que me tocase un cáncer de pulmón.
¡Y ya ves! ¡Me tocó!”, reconoce.
“La que está mejor de los tres”
Ante tal panorama esta madre coraje reconoce que,
aun así, ella es “la que está mejor de los tres. La vida te demuestra
cuando te pasan cosas tan duras como esta que no te mueres, pero masticas la muerte cada día al convivir con el dolor.
El ser humano es muy fuerte ¡que no te den lo que puedes tragar porque
se puede tragar muchísimo! ¡Aprendes a sobrevivir con lo que la vida te
va dando!”, expresa Asún.
Un sobrevivir que es más llevadero para esta matriarca que para su marido o su hijo por dos razones.
La primera es porque en lugar de guardar palabras o sentimientos, ha sacado de lo más hondo de su alma, de donde tiene guardado todo el amor de madre,
la fuerza que le ayuda a seguir sobreviviendo. Es el mejor homenaje que
puede hacerle a su hija. “Yo estoy en tratamiento psicológico y
psiquiátrico, tomo pastillas, y lo más importante es que hablo. Salgo en
los medios, hago charlas en los institutos, viajo… Eso me ayuda.
Mi
marido ha reaccionado de otra manera. Sentimentalmente es más débil y él
no es de hablar porque lo pasa muy mal, no puede. Mi hijo Javier
tampoco exterioriza. Sin embargo, sea como sea, lo que importa es que mi
marido siempre está a mi lado (se emociona al contarlo). Todo el mundo
que me conoce sabe que él está ahí”, apostilla.
En segundo lugar, Asún resiste por el resorte del movimiento feminista de Lunes Lilas sin el que “habría sido imposible que hoy fuera quien soy”, explica. Es su otra familia. “Gracias a Lunes Lilas la asociación feminista en Navarra que lucha por erradicar el machismo organizada por Tere Sáez Barrao
estoy en pie. Sin ellas no habría sabido dónde ir, dónde o cómo
caminar.
Su lucha, su compañía y apoyo hicieron que el crimen machista
de mi hija no se olvidara. Que no fuese una noticia más. Ellas, desde
que todo comenzó, han estado con nosotros apoyándonos y luchando por
Nagore”, añade.
Pequeños grandes pasos
Ahora pasados once años Asún mira para atrás y ve
que toda esa lucha personal, unida a la de Lunes Lilas, es una lucha
política que ha servido de mucho. “Porque eso es el feminismo. Un
movimiento de mujeres capaz de cambiar desde abajo todo lo que está
arriba y no quiere ser cambiado. Las mujeres unidas hemos sido capaces de crear conciencia ante la violencia sexual y sobre la libertad que necesitamos”, explica.
Y pone un ejemplo que lo resume a la perfección. “Mi
hija por ejemplo con respecto a lo sucedido tras La Manada, no tuvo un
juicio, tuvo un jurado popular que no estaba preparado y que se
posicionó del lado equivocado. A José Diego Yllanes Vizcay le salió muy
barato asesinarla. Se le exculpó diciendo que se le fue la olla.
No ha pagado lo que tenía que pagar porque un jurado popular fue quien le juzgó y está en la calle trabajando pasando consulta. Con La Manada y la actuación del movimiento feminista que ha sembrado conciencia estos años, nada de esto ha sucedido.
Además, ha habido un juicio con una condena para los culpables y ahora están cumpliendo una pena dictada por un Tribunal”, recalca. “Eso me habría gustado hubiera sucedido con Nagore”, añade.
No ha pagado lo que tenía que pagar porque un jurado popular fue quien le juzgó y está en la calle trabajando pasando consulta. Con La Manada y la actuación del movimiento feminista que ha sembrado conciencia estos años, nada de esto ha sucedido.
Además, ha habido un juicio con una condena para los culpables y ahora están cumpliendo una pena dictada por un Tribunal”, recalca. “Eso me habría gustado hubiera sucedido con Nagore”, añade.
Pero Casasola también habla de aquello que aún no ha cambiado tanto y que le duele como el primer día. Es esa parte de la sociedad que se sigue colocando del lado de los victimarios.
“Tanto en el caso del asesino de mi hija como con
Los de la manada hemos escuchado de más de uno y una aquello que eran chicos majos cuando son violadores que violan en grupo. ¡Eso me supera!”.
Los de la manada hemos escuchado de más de uno y una aquello que eran chicos majos cuando son violadores que violan en grupo. ¡Eso me supera!”.
Una complicidad social que esta madre denuncia al
ser preguntada por lo sucedido con Plácido Domingo y el argumento de
justificar su comportamiento porque los tiempos de antes eran
diferentes.
“Quien justifica una agresión o un comportamiento machista da la espalda a quien más lo necesita que es la víctima.
Como sociedad no se puede defender que se acose, se viole, se maltrate o se asesine a una víctima. Ninguna mujer se merece nada de esto”, dice. “Da igual quién haya cometido el acto. Hay que denunciarle y que pague por ello”, añade.
“Quien justifica una agresión o un comportamiento machista da la espalda a quien más lo necesita que es la víctima.
Como sociedad no se puede defender que se acose, se viole, se maltrate o se asesine a una víctima. Ninguna mujer se merece nada de esto”, dice. “Da igual quién haya cometido el acto. Hay que denunciarle y que pague por ello”, añade.
Y Asún también tiene mensaje “para esa derecha que se ha unido y que ignora nuestro dolor como mujeres”. A ella le dice, “que
si quiere llevarnos 100 años atrás no van a poder. ¡Es imposible
hacerlo porque es imposible frenar el poder de cada mujer que cada día
decide ser libre!”, remarca.
Además, añade que tampoco se puede frenar lo que es imparable. “Gracias al feminismo las mujeres, a pesar del miedo, hemos cambiado. Ahora la palabra ocupa el lugar del silencio.
Por ejemplo, no es que antes no hubiera manadas. Las había. Lo que ocurre es que ahora se sabe porque se denuncia y la información llega a todos. Se de mujeres que sufrieron violaciones en grupo que nunca se atrevieron a denunciar. El mundo no veía esta cruda realidad porque tampoco había periodistas que lo contaran. Por eso, porque las cosas han cambiado y porque esto es una lucha de todas, tenemos que salir a la calle y apoyar a las que denuncian y también a las que no”, recalca.
Además, añade que tampoco se puede frenar lo que es imparable. “Gracias al feminismo las mujeres, a pesar del miedo, hemos cambiado. Ahora la palabra ocupa el lugar del silencio.
Por ejemplo, no es que antes no hubiera manadas. Las había. Lo que ocurre es que ahora se sabe porque se denuncia y la información llega a todos. Se de mujeres que sufrieron violaciones en grupo que nunca se atrevieron a denunciar. El mundo no veía esta cruda realidad porque tampoco había periodistas que lo contaran. Por eso, porque las cosas han cambiado y porque esto es una lucha de todas, tenemos que salir a la calle y apoyar a las que denuncian y también a las que no”, recalca.
Además, Casasola se refiere al poder de la
influencia que cada persona tiene para quitar la caspa machista que hay
por doquier. “Cada uno podemos influir en hacerlo posible. Si tienes un
amigo machista hay que ser valiente y darle la espalda porque esos que
tienen comentarios o conductas machistas, aunque no hayan hecho nada,
son igual de dañinos para la sociedad.
Juan
Diego Yllanes en una foto profesional que apareció en la web del doctor
Chiclana, para ser retirada poco después tras una oleada de críticas
A los chicos les digo que si en
su cuadrilla de amigos hay uno que es machista tiene que alzar la voz.
En todos los casos el silencio les hace fuertes. La dignidad como sociedad y como cada individuo responsable que cree en la igualdad es romper el silencio”.
La única justicia
Sobre su sentir porque el asesino de su hija esté ya
en la calle ejerciendo como psiquiatra como si nada Asún no tiene
rencor, pero si frustración. “Me parece muy mal. Me siento defraudada.
Me parece tan injusto que haya pagado con tan poca cárcel lo que hizo.
¡Vale más su vida que la de mi hija! ¡La asesina, la hace lo que la hace
y ahí va, todo digno trabajando de psiquiatra! Cuando en una situación
has sido capaz de hacer lo que hiciste, debería de estar incapacitado
para volver a trabajar en nada que tenga que ver con sanidad”, comenta.
Por eso a Asún cuando se le interpela por la justicia responde que solo tiene una. “No tengo la justicia de los jueces, pero sí de la gente que me aprecia y que me sigue reconociendo como la madre de Nagore.
Tengo la justicia que es la de la solidaridad de la buena gente que me
acompaña como Lunes Lilas. La justicia de poder hablar con periodistas
como tú y que me permiten seguir denunciando y manteniendo viva la
memoria de mi hija. Me siento apreciada y querida y tengo la justicia de
las personas”, expresa.
Y es que Casasola de aquí a que tenga fuerzas no va a parar de hacer una cosa. “Seguir mencionando el nombre y la cara del asesino de su hija para que se sepa vigilado.
A este chico le ha dado rabia que siga hablando. Por eso yo quiero que
la gente sepa lo que José Diego Yllanes Vizcay hizo.
Que le ponga cara y
sea conocido y que te puede matar”. Una misión que hace “sin rencor
hacía él” pero aderezada de “decepción por él mismo”. Y es que a ella le
habría gustado un perdón por su parte. “Bastaba con un telegrama,
aunque fuera por quedar bien. Habría sido suficiente.
Sin embargo, no ha
habido ni arrepentimiento, No puede ser que él esté trabajando, pasando
consulta y diciendo que ayuda a alguien cuando tú mismo no tienes
valores”, dice.
Así las cosas, esta madre, pese a su cáncer y su
dolor, no piensa tirar la toalla. “Yo sé que la vida de mi hija no me la
va a poder devolver nadie así que solo me queda seguir luchando por ella haciendo que las cosas cambien para las demás.
Pienso en irme de este mundo pensando que hemos hecho algo para
mejorarlo.
Imagina a la primera mujer que pudo trabajar, ¡cuántos años
pasaron desde que una mujer hiciera algo hasta que lo hemos podido hacer
las demás! Las luchas no llegan de inmediato sino a pasitos que parecen pequeños, pero en realidad son todo lo contrario”, finaliza.



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