Julián Ruiz ha firmado un decreto que entrará en vigor el 1 de octubre
en todas las parroquias para que eviten intervenciones ajenas a la
estricta celebración litúrgica.
Cada vez es más frecuente en los funerales escuchar a los allegados agradecer la asistencia o loando las virtudes del difunto.
Pues bien, a partir del 1 de octubre, en las iglesias de Huesca no se podrán leer cartas de despedida o agradecimiento,
ni pronunciar discursos de alabanza o biográficos.
Tampoco interpretar
música o cantos considerados no adecuados.
Así figura en un decreto del
obispo, Julián Ruiz, que regula la celebración litúrgica de las exequias
en toda la diócesis.
El decreto 034/2019, del 2 de septiembre, está publicado en la página web del obispado
para que todo el mundo pueda conocerlo. El documento pide que, a partir
del 1 de octubre, en todas las parroquias y comunidades cristianas, se
eviten en los funerales actos considerados ajenos a la liturgia de unas
exequias cristianas.
Lo concreta en cuatro puntos: leer
cartas de despedida o escritos de agradecimiento, pronunciar discursos o
alocuciones laudatorias o biográficas del difunto ("ni elogios, ni elegías"),
añadir oraciones o lecturas que no estén contempladas en el ritual e
interpretar música o cantos "que no sean los adecuados a las exequias".
Con
ello, justifica Julián Ruiz en el propio texto, se quiere dar "un mayor
sentido litúrgico" al funeral, "que muestre el anuncio gozoso y
confiado de la vida eterna y la esperanza en la resurrección propias de nuestra fe".
El
obispo se refiere al ritual de las exequias, publicado en 1969, y
señala que la pretensión del mismo era mostrar el sentido de la muerte
para la fe cristiana, "que lejos de una concepción desgarradora,
vacía o nihilista, puede llegar a ser vivida como un anuncio gozoso y
confiado de la vida eterna".
Menciona igualmente el Concilio Vaticano II,
que pidió que el rito respondiera a la tradición de cada país, un deseo
que Julián Ruiz interpreta como el interés de la Iglesia "en que la
liturgia resplandezca en su ser más genuino y profundo".
Prácticas "muy modernas"
El obispo también se refiere a la historia de este ceremonial para decir que si bien a lo largo de los siglos la forma de dar sepultura a los cristianos ha cambiado y se ha acomodado a los tiempos y lugares, "la fe en la resurrección de los muertos ha permanecido invariable".
El
decreto no tiene precedentes en diócesis aragonesas. En otras del país,
los obispos han dictado normas regulando el lugar de celebración o
quién tiene derecho a las exequias, lo mismo que el Derecho Canónico,
pero sin concretar si están permitidos los agradecimientos o las loas.
Eso sí, dejan claro que un funeral cristiano no es un asunto particular de los familiares ni un acontecimiento social, y sugieren potenciar la idea de la resurrección en oraciones, lecturas o cantos.
Algunos
sacerdotes sí han expresado su desacuerdo con lo que consideran
prácticas "muy modernas". Hace un mes hubo una protesta en el
Arzobispado de Toledo porque un cura impidió a la hija de un fallecido la lectura de una carta de despedida.
Julián Ruiz también es obispo de Jaca,
aunque en esta diócesis no hay constancia pública de un decreto
similar. Desde su nombramiento en ambos cargos hace casi una década, el
30 de diciembre de 2010, ha tenido un papel discreto. Antes fue profesor de Sagrada Escritura del Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón.
Lo más polémico de su mandato tiene que ver con los bienes del obispado de Huesca
que están en depósito en Lérida. Mientras el prelado de
Barbastro-Monzón se decidió finalmente a presentar una demanda judicial
para recuperar las obras de arte de sus parroquias, él se ha seguido
resistiendo, como hicieron sus antecesores.
El Gobierno de Aragón y los ayuntamientos de Peralta de Alcofea y de
Berbegal solicitaron formalmente a Julián Ruiz, el año pasado, el inicio
de un proceso judicial, ya fuera por la vía canónica o la civil, para
intentar recuperar el frontal de El Salvador, del siglo XII y una de las
joyas del Museo Diocesano y Comarcal de Lérida; las dos tablas góticas
del siglo XV de San Pedro y San Pablo procedentes de la iglesia
parroquial de Peralta de Alcofea; y la portada románica de la iglesia de
El Tormillo, del municipio de Peralta, que jalona la entrada de la
iglesia de San Martín en la capital del Segre.
Pero hasta ahora no se ha hecho eco de estas peticiones.
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