El primer caso de coronavirus se detectó el 1 de diciembre de 2019 en
Wuhan. Han paso, por tanto, 120 días y, según las estadísticas
internacionales que acabo de leer cuando escribo estas líneas, desde
entonces han muerto en el mundo 37.091 personas.
Es seguro que muchas
más, porque en algunos países no se están contabilizando, por ejemplo, a
quienes mueren en sus casas o en residencias de ancianos.
Desde hace semanas, docenas de hospitales están saturados y el
personal sanitario está sobrecargado porque en casi todos los países del
mundo se han realizado recortes de gasto en los últimos años, sobre
todo durante y después de la pasada crisis.
Aunque los medios no suelen
incidir en las circunstancias más escabrosas, todos sabemos que la
situación es muy difícil. Se han encontrado ancianos muertos desde hacía
días en residencias y las morgues empiezan a no poder acoger más
cadáveres…
Esto ocurre en los países más avanzados,
mientras que en otros más pobres donde comienza a propagarse el virus,
ni siquiera hay posibilidad de recibir tención médica sanidad pública.
En Estados Unidos hay alrededor de cuarenta millones de personas sin
seguro, lo que ha obligado al gobierno a tomar medidas para evitar una
propagación fatal del virus, garantizando que se hagan las pruebas de
detección también a quienes se encuentren en esta situación.
En Italia,
nos cuentan que en muchos hospitales tienen que elegir a qué enfermo
colocan un respirador para dejar morir a otro.
Es un drama, pero no es el único que se está produciendo en el mundo.
En el mismo periodo en el que, según las cifras oficiales, han muerto
esas 37.091 personas por el coronavirus, también han fallecido 2,95 millones (80 veces más) por hambre; 1,2 millones (33 veces más) por no haber podido recibir atención médica; 720.000 (20 veces más) por accidentes laborales; 96.000 mujeres (2,5 veces más) por no tener suficiente atención médica en el embarazo y 672.000 niños
(18,1 veces más) han nacido muertos por esa misma razón.
Y tantas
muertes de seres humanos por estas causas evitables se vienen
produciendo todos los años, aunque es cierto que se pueden ir
reduciendo.
Cuando los estudiantes entran en las facultades de ciencias
económicas lo primero que aprenden es que todo eso, la insuficiencia de
medios como la que ahora tenemos para afrontar la pandemia, se produce
porque los recursos son escasos. Les enseñan que, por esta razón, hay
que elegir.
Sí, exactamente lo mismo que tienen que hacer los sanitarios
en algunos hospitales cuando no disponen de respiradores para todos los
infectados por el coronavirus que lo necesitan.
Pero eso es mentira.
En nuestro planeta no hay escasez de recursos, no falta dinero, sino
que hay un orden de prioridades que antepone el beneficio, el armamento,
el despilfarro o su concentración en pocas manos a la satisfacción de
las más básicas necesidades humanas.
Eso es lo que de verdad explica que
los recursos y el dinero que hay de sobra en nuestro planeta para
proporcionar una vida digna a todos los seres humanos no se utilicen
para ello.
Tengo entendido que un respirador homologado de los que se usan
contra el coronavirus cuesta unos 15.000 euros. Ya sé que las
comparaciones son odiosas, pero a veces nos sirven para hacerlos una
idea de las magnitudes que utilizamos para una y otra cosa.
Por ejemplo,
con lo que ha cobrado cualquiera de las grandes figuras del fútbol
europeo en estos cuatro meses último se podrán comprar unos 2.000
respiradores (el doble de los que parece que ahora parece que va a
comprar España con urgencia); con el presupuesto anual del Barcelona FC
unos 45.000; o 140.000 con el presupuesto de los 346 carros blindados
que va a adquirir el ejército español de aquí a 2030.
Los gastos de todos los gobiernos del mundo suman unos 20 billones de
dólares. Si se tiene en cuenta que, según los datos que proporciona el
Banco Internacional de Pagos, en todo el mundo se mueven cado años unos
14.900 billones (millones de millones) de dólares, resulta que, con una
tasa de menos de 15 céntimos por cada 100 dólares de transacción
financiera, y sin necesidad de pagar ni un solo impuesto más en ningún
lugar del mundo, se podría sufragar todo ese gasto público.
Y cubrir la
satisfacción adicional de las necesidades básicas y dignas de toda la
población mundial costaría unos pocos céntimos más, en términos
porcentuales, de todo ese astronómico volumen de transacciones, la mayor
parte del cual no paga impuesto alguno.
Sin necesidad de recurrir a esa tasa, hoy día no muy difícil de
establecer porque la gran mayoría de esas transacciones dejan huella
digital, hay otras fórmulas quizá más inmediatas de obtener dinero:
según el Fondo Monetario Internacional, en los paraísos fiscales se
ocultan unos 7 billones de dólares de las grandes empresas y fortunas;
lo escondido allí por españoles supondría unos 140.000 millones de
españoles y la evasión fiscal anual en España entre 40.000 y 70.000
millones, según las estimaciones.
Si todas las grandes empresas y bancos
cumplieran con sus obligaciones fiscales (se calcula que evaden un 30%
de sus ingresos) y se prohibieran de verdad los paraísos fiscales,
habría bastante dinero para resolver una buena parte de las principales
carencias del mundo de nuestros días.
Ahora bien, ni siquiera combatir la elusión fiscal y generar nuevos
tipos de impuestos (que podría permitir que la presión fiscal fuera 200
veces más baja que la actual) son la única fuente de creación de dinero.
Si se necesita con mayor urgencia, los bancos centrales pueden
proporcionar todo el que sea necesario de un día para otro.
La Reserva Federal de Estados Unidos anunció hace unos días que
realizaría «compras ilimitadas de títulos» para evitar que su precio se
desplome. Eso significa que se va a crear dinero sin límite para
comprar, entre otras, las acciones de empresas que durante años han
estado dedicando miles y miles de millones a comprar sus propias
acciones.
Así las revalorizaban y sus propietarios aumentaban su
capital. Y ahora que sus cotizaciones se vienen abajo la Reserva Federal
pone dinero sin límite para evitar que se arruinen.
El actual candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, el senador Bernie Sanders, solicitó en 2011 una auditoría
de la Reserva Federal y al realizarse se encontró con que ésta había
gastado en secreto, sin dar ningún tipo de información, 16 billones de
dólares en dar préstamos sin interés a las mayores empresas y bancos del
planeta.
Para ellos tampoco hubo escasez cuando necesitaron ayuda y la
recibieron prácticamente regalada: el banco central de Estados Unidos
creó dinero de la nada para sacar a flote a quienes habían provocado la
crisis.
Ahora, asustados por la enorme tragedia económica que puede suponer
la pandemia del coronavirus, los bancos centrales vuelven a poner dinero
aunque, como acabo de decir, para comprar acciones o dando dinero al 0%
a la banca privada para que ésta haga negocio prestando a tipos de
interés bastante más altos a los gobiernos y a las empresas.
Y mientras tanto, los hospitales se saturan careciendo de medios,
muchas personas mueren por falta de recursos materiales y de personal,
miles de empresas están a punto de cerrar por la inactividad forzada y
millones de personas se van al paro.
Es una doble tragedia. La del virus y la del comportamiento criminal
-vamos a llamar ya a las cosas por su nombre- de quienes pueden disponer
de todo el dinero necesario para afrontar con medios suficientes la
emergencia sanitaria y, sin embargo, prefieren crea artificialmente la
escasez, la que produce el miedo con el que se favorece el sometimiento y
la carencia que mata a millones de seres humanos.
No estoy reclamando que los bancos centrales despilfarren el dinero,
ni que los gobernantes puedan disponer de él a sus anchas para
malgastarlo. Hay multitud de vías para establecer controles que
garanticen su buen uso. Se trata, simplemente, de ponerlo allí donde
ahora mismo es imprescindible que esté para evitar una catástrofe humana
y económica.
Nos están engañando cuando dicen que no hay más recursos.
No es que falte el dinero sino que sobran la maldad, la avaricia y la
mentira, «los tres monstruos -como dijo Máximo Gorki- que han socavado y
amedrentado al mundo con la fuerza de su cinismo»
.https://www.juantorreslopez.com/
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