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miércoles, 15 de julio de 2020

"El sacerdote del Opus que abusó de mí lleva 30 años haciéndolo con chicos por toda España"

 Miguel G. F., desde su casa en Chile
 

ENTREVISTA Miguel G. F., víctima de abusos sexuales 


 Miguel G.F, denunciante de Manuel Cociña, el primer cura del Opus Dei condenado por el Vaticano por abusos sexuales, considera la sentencia –cinco años de prohibición de predicar y dar confesiones– "una ridiculez" y al condenado, un peligro: "No puede seguir siendo sacerdote" 


 "Yo le preguntaría, ¿por qué a mí? Éramos ocho chicos, y a los que nos lo hizo fue a los que teníamos problemas familiares. Sabía que a mí me podía hacer lo que quisiera porque era más frágil que el resto".


 Miguel G.F., el denunciante de los abusos padecidos a manos de Manuel Cociña Abella, sacerdote numerario del Opus Dei residente en Granada, ha recibido, en su casa de Chile, la condena contra su abusador, la primera vez en la historia en la que el Vaticano sanciona a un clérigo de la Obra por esta causa.


 En concreto, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha condenado a Cociña a cinco años la prohibición de predicar, escuchar confesiones y administrar sacramentos y sacramentales, salvo la misa en privado, por un delito de 'solicitación' y otros de 'imprudencias'.


 Cumplido este periodo, su actividad pastoral quedará limitada al ámbito del centro del Opus Dei en el que tiene su domicilio (actualmente en Granada) por otros cinco años. Además, de manera indefinida no podrá prestar atención pastoral a personas menores de 30 años.


 Una pena ínfima para un cura, que convivió con el mismísimo Escrivá de Balaguer y que practicaba tocamientos en los genitales durante la confesión a varias víctimas, delitos canónicos que podrían haber acabado con su excomunión o, al menos, con su expulsión del sacerdocio.


 Pero el Opus Dei sigue teniendo mucho poder. También entre los medios españoles que, salvo excepciones, no se han hecho eco de una condena que supone un precedente en la Obra: ya no es una institución libre de la lacra de los abusos.


  Hace un año y medio, Miguel G. F. confió en Religión Digital para contar su historia, que por fin encontró eco en la Congregación para la Doctrina de la Fe.


 Pese a la condena contra el autor de los abusos, aún no ha recibido una petición de perdón por parte del Opus Dei, por no hablar de una indemnización o reconocimiento.


 Aunque parece que la presión de algunos medios hará que, finalmente, la Obra se vea obligada a decir algo la próxima semana. Miguel G.F. explica cómo ha vivido este proceso. El suyo es el caso de un hombre contra el Opus Dei.  


¿Cómo supo de la condena a Manuel Cociña? ¿Qué sintió?

 
De la condena me enteré porque me llamó el Instructor de este proceso. Es la persona que designaron en el Opus Dei para investigar la causa y pasarla luego a la Congregación de la Doctrina de la Fe. Es la única persona del Opus en España que está en contacto conmigo. 


La verdad es que sentí dos cosas diferentes. Por un lado una alegría inmensa porque por fin –después de 18 años luchando– la Iglesia me da la razón. No soy un tipo al que se le ocurrió algo, sino que es verdad, ocurrió.


 El Vaticano ha investigado a fondo este asunto y ha visto a este señor como culpable. Pero por otro lado, sentí indignación por lo débil de su sentencia.  


Se trata de la primera condena contra un clérigo del Opus por abusos. Sin embargo, la condena no parece muy dura.

 
La verdad, siento que la sentencia es una ridiculez. Se ha condenado a este señor sólo por mi causa, cuando lleva 30 años abusando de chicos por toda España. Y las pruebas lo demuestran. Según me dicen, se presentó ante el Vaticano el historial de quejas que existe contra Cociña desde hace tiempo, por eso me sorprende que no le condenaran a más. 


Un sinvergüenza así no puede ser sacerdote.

   
¿Cómo ha sido el proceso? ¿Ha tenido acceso a las actas, la sentencia, ha podido participar en el juicio vaticano?

 
El proceso ha sido agotador, muy largo. Desde que escribí a la Nunciatura en Madrid hasta la sentencia han pasado casi dos años. En este tiempo he tenido que contarle el caso a muchas personas, testificar, proponer testigos, presionar para que la causa no fuera abandonada en un cajón.


 Por eso me duele enormemente no tener acceso a la sentencia. 


Lo único que sé de esta resolución es lo que me contó por teléfono el instructor. No he tenido acceso a las actas ni a las declaraciones, ni sé exactamente qué se ha presentado a Roma. Como abogado que soy, es indignante que a esto se le llame un proceso judicial. 


¿Cuál ha sido la reacción del Opus Dei? ¿Ha tenido algún tipo de contacto?

 
Del Opus Dei como tal no he sabido nada oficialmente. Sí estoy en contacto con el Vicario de la Obra en Chile, con el que converso de vez en cuando, y al que tengo cierto cariño. Me llamó por teléfono en cuanto supo de la sentencia por los medios. 


¿Qué le pide al Opus? ¿Una reparación, una indemnización, una petición pública de perdón...?

 
Al Opus Dei como tal sólo le pido que haga una declaración reconociendo que esto ha ocurrido. En el fondo sería un comunicado como el que ya realizó en 2019, confirmando que ha habido una sentencia y que los hechos se han probado. ¿Por qué pido esto? 


Porque quiero que quede muy claro que no ha sido una invención mía. En Chile, donde vivo desde 2013, esta es la manera habitual de proceder, y es en la práctica hacia donde se dirige la Iglesia, hacia la transparencia.  


Usted cuenta que hay más víctimas de Cociña. ¿Cómo han reaccionado?

 
Este es el tema que más me duele, y por lo que he seguido luchando. No soy un caso aislado, hay más víctimas de Manuel Cociña por toda España.


 En concreto, se tiene conocimiento de abusos o "imprudencias" –como algunos las denominan– en Barcelona, Sevilla, Madrid y Santiago de Compostela, en los últimos 30 años.


 De estos casos, varios han prescrito ya y otros declararon en el proceso. Pero no tengo contacto personal con ninguna otra víctima, por desgracia.  


¿Qué le pide a la Iglesia en su lucha contra los abusos?

 
Esta lacra de los abusos no debería ser vista como culpa de la Iglesia, sino de unos sinvergüenzas que se aprovecharon de ella. Por eso la Iglesia debería abrir las puertas y optar por la transparencia total. 


Es absurdo que este tipo de procedimientos sean en desigualdad de partes: Cociña tuvo derecho a saber todo del proceso. Tanto declaraciones, como testigos, abogados... Tuvo la posibilidad de presentar un recurso... A mí sólo me informaron por teléfono. 


¿Cómo han afectado a su fe los abusos y todo este proceso?

 
La verdad es que sigo teniendo fe, aunque me ha costado trabajo mantenerla. Creo que Dios es más grande que toda esta panda de mediocres.  



Toda la información en www.religiondigital.org







 
 

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