El expresidente y su esposa han topado con Hacienda. El límite de la
tolerancia de la sociedad ante las trampas de quienes quieren ahorrarse
los impuestos por sus cuantiosos ingresos tiende a cero. Esta vez la
pareja, a medio camino entre los Clinton y los Alcántara, deberán dar
explicaciones.
Sin que nos diéramos casi cuenta, el expresidente José María Aznar y su esposa, Ana Botella, han ido mutando en lo más parecido entre nosotros a esas parejas de políticos que acaban convertidas en verdaderas sagas y emporios, tan comunes en otras latitudes. Son nuestros Tony y Cherie Blair en Gran Bretaña pero más de derechas. Igual de diversificados y rentables que los Clinton en EEUU o los Sarkozy en Francia.
Se les parecen pero también poseen personalidad propia. Resultaría más preciso describirlos como una mezcla entre los Clinton y los Alcántara. Empezaron siendo esa familia tan típicamente española de 'Cuéntame' preocupada por la hipoteca, los estudios de los niños, la elección del Papa o el mantenimiento de la paz social. Pero han acabado siendo esa pareja emprendedora que mora en las terminales internacionales de los aeropuertos y duerme cada noche a miles de millas de la última sala de juntas. Para ellos el mundo nunca es suficiente.
HUMANIZAR A AZNAR
Con Aznar convertido en 'Aznarman', el superhéroe que recorría el mundo impartiendo justicia y defendiendo la libertad de mercado, Botella se puso al mando del frente local
Entonces ni lo imaginábamos, pero la derrota del felipismo acabó trayendo el aznarismo. En el nuevo régimen el verano no empezaba hasta que Ana Botella lucía oficialmente su pareo en Oropesa y no terminaba hasta que José María Aznar jugaba la partida de dominó en Quintanilla. Aquello era lo más cosmopolita entonces. Luego vinieron el fin de semana loco en la Azores, el rancho de Bush y los pies encima de la mesa como los potentados. Entonces el milagro era él. Ahora la aldea global es en su casa y su mercado.
LA BODA EN EL ESCORIAL: UN PUNTO DE NO RETORNO
El punto de no retorno se halla, sin duda, en la boda en el Escorial. Un acontecimiento que ha acabado resultando tan desastroso como la mortífera Boda Roja de 'Juego de Tronos'. Allí los Aznar perdieron el norte y se convirtieron en una versión adelantada y castiza de los Trump. Su vida empezó a convertirse en un 'reality'. Con Aznar convertido en Aznarman, el superhéroe que recorría el mundo impartiendo justicia y defendiendo la libertad de mercado, Ana Botella se puso al mando de las operaciones en el frente local.
Empezaron siendo esa familia tipo española preocupada por la hipoteca y los niños, y se han convertido en un pareja de emprendedores para los que el mundo nunca es suficiente
indisoluble separación entre peras y manzanas.
'RELAXING CUP'
Pensábamos que lo habíamos visto todo en materia de fonética inglesa con Aznar y su demoledor acento tejano, hasta que Ana Botella se inventó la «'relaxing cup of café con leche in the Plaza Mayor'». Un acierto promocional y turístico equiparable a eslóganes míticos como 'España es diferente' o 'Y para comer, Lugo'. Con razón la Organización Mundial del Turismo la ha fichado como asesora. Siempre se llevan a los mejores. Esta fuga de cerebros resulta ciertamente insoportable.
Pero los tiempos han cambiado, más incluso que en la canción. El limite de la tolerancia ante las trampas de quien puede o sabe montarlas tiende a cero. Ya no vale reunirse con el ministro. O se dan explicaciones o se asumen responsabilidades. Parece que los Aznar no se ha enterado aún y eso suele ser malo para los negocios.
http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/emporio-aznar-5058015
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