"A partir del 1865 el único país europeo que
tiene esclavitud es España", explica Martín Rodrigo Alharilla, doctor en
Economía por la Universitat Autònoma de Barcelona. Josep Maria Fradera,
catedrático por la Universitat Pompeu Fabra y experto en colonialismo,
argumenta que las primeras que empezaron a abrir el debate sobre la
legitimidad moral de esclavizar un ser humano fueron las sectas
protestantes y la idea que había que abolir esta institución se hizo
cada vez más presente en el mundo inglés y francés hacia finales del
siglo XVIII.
Así, en Inglaterra se suspende el tráfico el 1807 y la
esclavitud el 1833. En Francia, el 1848 y en Estados Unidos hacia la
década de 1860.
Los países ibéricos, sin embargo,
tardaron bastante más, puesto que habían entrado en el negocio en el
momento en que los británicos se planteaban dejar de hacerlo: "Esto es
el que hace patética la posición de los catalanes, los españoles y los
portugueses", afirma Fradera. Barcelona, con los personajes más
importantes de la economía catalana del momento, fue uno de los
principales núcleos de la presión en defensa de la esclavitud dentro del
Imperio español. Y la capital catalana, uno de los puertos que vio
salir múltiples barcos negreros.
La cantidad de catalanes que se beneficiaron de la mano
de obra esclava en las Américas es evidente, especialmente en el ámbito
del comercio. El papel que tenían en la isla está confirmado, según
argumenta Jordi Maluquer de Motes, catedrático de Historia e
Instituciones Económicas por la Universitat Autònoma de Barcelona, por
un inglés establecido como hacendado a la isla que decía, de los
catalanes, que “tienen en sus manos todo el comercio de Cuba y creo que
también de España”.
Consideración que es corroborada también por el
viajero norteamericano Wurdermann, quien explicaba que “gran parte del
comercio de la isla está en sus manos, así como una parte considerable
de sus riquezas”. Según explica Alharilla, “entre el 30% y el 40% de los
comerciantes que había a Cuba y en Puerto Rico en el siglo XIX eran
catalanes”.
Hablar de esclavitud y tráfico implica
recordar, no obstante, que el Imperio español es, según Fradera, un
imperio erigido mucho más “sobre indios” que sobre esclavos. En este
sentido, con la expresión “Degrees of freedom”, la historiografía
anglosajona deja entrever que, durante la antigüedad, no había un
contraste nítido entre las condiciones de “libre” y “esclavo”: “La
existencia de gente que trabajaba para alguien otro que lo compraba era
considerada normal o, como mínimo, habitual”, explica Fradera. Cuando
los imperios europeos se expanden por el Atlántico, esta institución
social llega a América.
El próximo martes 23 de
agosto se celebra el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de
Esclavos y de su Abolición, fecha que pone enel punto de mira las
interacciones comerciales entre Europa, África, las Américas y el
Caribe, y recuerda que son muchas las culturas que no restan exentas de
un pasado esclavista. Este es el caso de Catalunya en el marco del
Imperio español.
La participación catalana en el tráfico de esclavos
Averiguar el grado de participación catalana en el tráfico de esclavos
es especialmente complicado. Sólo es posible saber con certeza que los
negocios de algunas familias que se enriquecieron en las Américas
contaban con mano de obra esclava. Es el caso de la familia Samà, de
Vilanova i la Geltrú, que se sabe que tenía un complejo donde se
trabajaba el azúcar, puesto que todo el mundo del azúcar alrededor de La
Habana tuvo esclavos hasta el 1886.
Un caso parecido es el del
empresario catalán Joan Güell, que usó mano de obra esclava durante un
periodo corto de tiempo pero no se ha encontrado ningún documento que lo
implique directamente en el tráfico de esclavos. En total, durante los
treinta años de tráfico legal (1790-1820) se ha podido establecer la
presencia de 146 embarcaciones catalanas entradas en Cuba, que
constituyen un 7,45% del total y un 24,7% de las españolas. Estas
embarcaciones llegaron a transportar unos 30.696 esclavos.
La manera más precisa de conocer con exactitud los nombres y apellidos
de las personas que se dedicaron a la trata durante la época de
clandestinidad es consultar las confiscaciones de barcos por parte de
los británicos a partir del momento en el cual organizaron un
dispositivo para acabar con esta práctica, pero evidentemente esta
operación antitrata no podía alcanzar, ni mucho menos, todas las
transacciones de personas. Así, lo más evidente para los historiadores
es identificar aquellos empresarios que usaban mano de obra esclava
aunque no hubieran participado, forzosamente, en operaciones de trata de
esclavos.
Un enriquecimiento con mano de obra esclava
Jordi Maluquer de Motes explica en su artículo La burguesía catalana y la esclavitud colonial: modos de producción y práctica política
que, a pesar de que la intervención de catalanes en las Antillas no
había sido muy notable en los tres primeros siglos de colonización,
desde el final del siglo XVIII, “se encuentran testigos en abundancia de
la intervención de catalanes en importantes actividades económicas
cubanas”.
A comienzos del siglo XIX, por ejemplo,
Seguí abrió la primera librería de La Habana, Josep Antoni Maestras la
primera gran fábrica de chocolate a la isla y Joan Xifré la primera
tenería. En el sector de las manufacturas tabaqueras, la participación
catalana también fue muy destacada: “Bernadí Rencurrell creó la primera
fábrica de cigarrillos en 1810 y la comercialización del tabaco de la
zona oriental estuvo controlada durante muchas décadas por un grupo de
catalanes establecidos en Santiago”, ejemplifica Maluquer de Motes.
El trato que se daba a los esclavos se enmarca en un
amplio abanico de prácticas. Desde esclavos que acabaron siendo
propietarios otros esclavos, indianos que tenían hijos con sus esclavas o
todo tipo de maltrato. Así, encontramos casos como el de Joan Gener y
Batet, que levantó una gran fábrica tabaquera en Cuba, La Excepción.
Después de un incendio en los talleres que Gener tenía en la Habana,
escribe Maluquer de Motes: “Se pudo comprobar que los aprendices que
murieron quemados estaban atados con cadenas”.
Polémica sobre el desarrollo catalán
Con el paso del tiempo, se ha querido establecer una conexión entre la
prosperidad catalana en el marco de la revolución industrial o lo que se
puede entender como el inicio del "capitalismo catalán".
Aún así,
Fradera considera que "no se puede decir de ninguna manera que la
industrialización catalana es el resultado de la prosperidad de la
industria negrera". Alharilla también explica que, además de la
dificultad de demostrarlo, "el capital que se podía generar a partir de
la trata es relativamente pequeño comparado con el crecimiento económico
de Catalunya".
Sin embargo, el historiador matiza que sí que es cierto
que el tráfico de esclavos fue un elemento muy importante y necesario
porque la economía cubana del siglo XIX pudiera crecer, y el marco de
esta economía, "hay todo un proceso de creación de fortuna que tiene un
efecto directo en Catalunya, y sobre todo en la ciudad de Barcelona".
La doctora en Historia Moderna Àngels Solà, a su artículo Los capitales americanos y la industrialización de Barcelona en el siglo XIX,
evidencia que: "La historia del desarrollo económico de Barcelona [...]
no se puede explicar si no se tienen en cuenta la aportación de capital
y el espíritu empresarial de los indianos". Capital vinculado a un
"movimiento de regreso" en forma de inversión a lo largo del siglo XIX.
Así, a pesar de que la trata de esclavos no fuera una de las piezas
fundamentales del crecimiento barcelonés, sí que fue uno de los factores
que permitió el enriquecimiento de muchos catalanes en Cuba que después
invirtieron en Catalunya. Se trata de un circuito comercial “que no se
entiende sin la isla de Cuba y que permite el crecimiento del capital
comercial en Catalunya”, explica Alharilla, que después fue importante
para el capital industrial catalán.
Barcelona: protagonista del antiabolicionismo español
En Catalunya se podían encontrar muchos grupos de presión para evitar
las reformas en Cuba que pretendían acabar con la esclavitud. Grupos que
reunieron a los personajes más importantes de la economía catalana del
momento, como es el caso de Joan Güell y Ferrer, el Institut Agrícola
Català y toda una burguesía barcelonesa que estaba "impidiendo que
hubiera una reforma del statu quo colonial", dice Alharilla.
Todo este movimiento antiabolicionista que se
aglutinaba, entre otras organizaciones, alrededor de los Círculos
Ultramarinos, estaba impregnado de un fuerte nacionalismo español,
“sobre todo en Barcelona, que tenía que ver con la dimensión
imperialista española”, argumenta Alharilla: “Los catalanes en el último
tercio del siglo XIX eran los más españolistas e inmovilistas de
todos”.
Hay que considerar que Barcelona era el centro del negocio
colonial tanto o más como podía serlo Madrid, en la ciudad condal se
encontraban instituciones coloniales tan relevantes como el Banco
Hispano-Colonial o la Compañía Transatlántica Española.
A partir del 1898, cuando España se percibe como un estado incapaz de
asegurar el mercado cubano, sectores de la mano de Prat de la Riba
plantearon la construcción de una España donde el motor fuera Catalunya,
es en este momento cuando, según Alharilla: “Hay una reinterpretación
de todo este pasado”
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