Un gran sector de la población no utiliza la razón para analizar, todo
es un inmenso partido de fútbol para desatar las pasiones. Es como si no
supieran relacionar conceptos que es la esencia de la razón.
El sonrojo diario al ver las
portadas de la prensa está llegando a niveles de patetismo en su feroz
defensa de un gobierno del PP. Coincidencia hasta en palabras (este
jueves tocó “portazo”) de sus titulares calificativos para atacar y
conminar al líder del PSOE, Pedro Sánchez, a facilitar la presidencia a
Mariano Rajoy. Es quien copa titulares y primeras páginas cuando en
cualquier parte del mundo la noticia sería que el presidente en
funciones ha perdido la investidura por mayoría absoluta y llevaría su
foto. Apoyada la letra por la voz y la imagen en muchos otros medios, el
candidato cuenta con apoyos extraparlamentarios abrumadores. De ahí
probablemente la prepotencia que despliega, en tono verbal, actitudes y
en hechos.
La evidencia es palmaria. A
quienes se ocupan exclusivamente de los intereses del poder les podía
haber tocado apuntalar a una persona medianamente presentable, pero ha
sido Mariano Rajoy. También es mala suerte. Ese profundo deterioro del
Estado del Bienestar, de la equidad y la decencia durante su mandato es
incuestionable por muchas mentiras con las que se adorne. Cada día le
nacen nuevos De la Serna, Arístegui, Barberá,
Rato y esa pléyade de saqueadores que nos presentó el PP. O sabemos de
las andanzas de sus jueces en amistad con imputados.
La gestión
económica de la que presume Rajoy arroja la realidad de una deuda
pública desorbitada y en récord histórico o el mayor hachazo conocido a
la hucha de las pensiones y la seguridad social. Pero es que además
Rajoy lo complementa con una especie de desafío en el que nos insta a
tragar dos tazas si no queremos una. Y en esa línea mantiene como
ministro –y destacado- al impresentable Fernández Díaz o alza en
competencias a la socia de la Virgen del Rocío para tareas de empleo y
ahora de Sanidad e Igualdad, Fátima Báñez.
Se atreve a proponer a ese
mismo ministro del Interior para presidente del Congreso –seguramente
por su exquisita diplomacia e imparcialidad- y nos coloca de servidor de
coces parlamentarias a Rafael Hernando. No caben mayores desatinos, es
como si Rajoy quisiera quitar las caretas de esa prensa que le sustenta y
se queda con su mariano al aire. O al Ciudadano Rivera y su séquito,
aventajado alumno en la venta de lo invendible.
Perdemos demasiado tiempo
hablando de Rajoy, sin embargo. De Rajoy y sus acólitos. Cuando la
cuestión a dilucidar es cómo hemos llegado hasta aquí. Cómo es posible
que Rajoy sea candidato -y el más votado, aunque no con mayoría- a
presidir el gobierno y cuente con tales refuerzos en la prensa y en los
partidos -Ciudadanos y baronías del propio PSOE-. Cómo están dispuestos a
triturar, pulverizar, extinguir, a personas y partidos que se opongan a
sus fines.
España se ha movido por unas
sendas de corrupción a todos los niveles que dificultan el crecimiento
de tejido social sano y sin embargo ese existe. De hecho los resultados
electorales reflejan sin lugar a equívocos una sociedad muy dividida,
sobre todo entre quienes apuestan por la continuidad aunque hieda en
putrefacción y quienes, hartos, propugnan un cambio.
La principal diferencia que
se aprecia con otras épocas –y no solo en España- es el arraigo de una
nueva Era de la Ignorancia. Cuando más medios hay para informarse, más
se huye del conocimiento.
En 2013, la OCDE explicó, a través de un
estudio, que los adultos españoles tienen el peor nivel educativo de los
países que componen el organismo: los más desarrollados.
En una especie
de Informe PISA para mayores (de 16 a 65 años), encontró que somos los
últimos en matemáticas de 23 países, y los penúltimos en comprensión
lectora, solo superados por Italia. Junto a otros detalles que reflejan una profunda desidia. Varios años más de Indas, Marhuendas, Gatos al agua y Sálvames no habrán mejorado la media precisamente.
Para asentar con firmeza una
obra hay que empezar por los cimientos: desactivar la conciencia
crítica de la sociedad ha sido su mayor logro. Voluntario o fruto de una
suma de circunstancias. El malestar entre la ciudadanía, la conciencia
de la disfunción, existe. De ahí que busque culpables. Pero yerra, a
menudo, al dejarse guiar por quienes le facilitan la tarea de pensar y decidir, llevándoles por caminos de visceralidad irracional.
Estamos llegando al punto en
el que leer un artículo (no hablemos ya de un libro) es un trabajo tan
ímprobo como vaciar de piedras el cauce del Tajo. Así se han instalado
dos vías para formarse un criterio fácil: atender a la noticia en
píldoras de titulares, tweets, resúmenes de resúmenes y marear la perdiz
en interminables tertulias que abarcan todas las horas del día en
radios y televisiones. La primera, evita profundizar en ninguna idea, la
segunda agota, machaca y disuade conclusiones, sobre todo si se trata
de espectáculos que incluyen fantoches revienta argumentos.
Hace unas semanas, Lluís Orriols, analizaba aquí las “políticas del zasca” que “generan atención e interés, pero atrincheran ideológicamente y fomentan el descrédito de la política”. En mi opinión es el efecto buscado.
La consecuencia es la que
vemos. Un gran sector de la población no utiliza la razón para analizar,
todo es un inmenso partido de fútbol para desatar las pasiones. Para
elegir contrincante y apostar. Odian según instrucciones, creyendo a
pies juntillas lo que dicen personas sin credibilidad. Ahora a Pedro
Sánchez, siempre a Pablo Iglesias. Precisan culpables.
Y así hay varios
millones que, contra natura, se fían de quienes probadamente les
engañan. Entregan sus destinos, el de sus familias y amigos, el de todos
los demás conciudadanos a personas que les mienten, les roban, cambian
de opinión como de calzoncillos, sacan provecho de sus trampas. A los
que han echado a sus hijos y nietos del país por falta de oportunidades,
les obligan a invertir sus pensiones en ayudar a sus familias, a pagar
farmacia y salud, causan víctimas reales.
Es como si no supieran
relacionar conceptos que es la esencia de la razón. Ni se tomaran un
mínimo trabajo de desbrozar lo cierto de la farsa. Aunque a estas
alturas pocos son los inocentes.
Esto no es tampoco culpa de
“las nuevas tecnologías”, imputación que anda tranquilizando a muchos.
Ya tienen al reo en la mesa, esposado. Atribuyen a Internet, un gran
vehículo, errores directamente achacables al diezmado de las
redacciones, a la precariedad, a la calidad de quienes dirigen los
medios más atentos a los intereses de sus empresas que al derecho a la
información de los ciudadanos. Y a que la opinión, es un medio barato y
eficaz. Hace muchos años, décadas, que se abusa de ella. Un papel mucho
más relevante en el estado de ignorancia lo tiene la televisión que ha
contaminado a la política tanto en los viejos como en los nuevos
partidos. Sin un foco y un micrófono parece que no se es nadie.
Tampoco entreguemos a la
prensa a la furia popular. Porque en esa línea de huir del pensamiento
complejo algunos ya han encontrado otro culpable al que increpar. Sin
más que increpar, sin actuar en consecuencia. Los receptores de la
información son seres adultos, no niños sin alcanzar el umbral del
conocimiento. Ni siquiera es todo blanco o negro como impone el
maniqueísmo infantil. No todo el periodismo está contaminado, ni mucho
menos. Gracias a eso se están produciendo cambios notables en esta
sociedad contra la abrumadora marea dominante y sus coacciones. El Periodismo sigue siendo una buena idea, el periodismo a pesar de todo.
Pero, por encima de
cualquier otra consideración, ha de quedar sentado que cada persona es
absolutamente responsable de lo que lee, oye y ve, de lo que reflexiona o
simplemente engulle, de lo que decide, de lo que implican sus actos u
omisiones. No echen culpas fuera. En el timo de la estampita solo caen
los lerdos sin escrúpulos.
Rosa María Artal | El Diario | 01/09/2016
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