Es llamativo que, en una democracia como la
española, Mariano Rajoy siga como presidente: rodeado por escándalos de
corrupción, habiendo mentido repetidas veces a su pueblo, con los
mayores recortes del sistema de bienestar que se recuerdan y con
clamorosos incumplimientos de su programa electoral.
Pero, ¿está a la
altura la oposición para evitar que Rajoy siga en la Moncloa? La falta
de acuerdos, la táctica, los egos y, sobre todo, las divisiones
internas, ¿están lastrando a los partidos adversarios del PP hasta el
punto de distanciarse cada vez más de sus potenciales electores? Quizás
convendría esta reflexión, algo de autocrítica y que hubiera propósito
de enmienda.
Puede que aún estén a tiempo.
El bueno
de Miguel Gila, teléfono en mano, fue un visionario: "¿Está el enemigo?
Que se ponga. Oye, ¿atacamos o no atacamos? Que igual no conviene
atacar…".
Gila, humorista reconocidamente rojo, que sufrió graves
padecimientos por ser de izquierdas, no pudo imaginar que, hoy en día,
la realidad podría superar a la ficción: las llamadas telefónicas son
hasta demasiado para negociar en política, porque hay dirigentes que
intentan, o hacen como que intentan, formar gobierno a golpe de mensajes
de Telegram o de Whatsapp.
Y hasta con intermediarios. Estas cosas
están ocurriendo. Quién sabe si por desconfianza, por tacticismo, por
incapacidad o por ir matando el tiempo.
Y el tiempo puede matarles a ellos. Ahí está Rajoy
esperando a que Iglesias y Sánchez se queden sin cobertura. En el
entorno más cercano a Pablo Iglesias me aseguran que el secretario
general de Podemos y Pedro Sánchez se han visto este verano. Fuentes muy
cercanas al líder del PSOE me dicen que quieren el compromiso de Unidos
Podemos para sacar adelante la investidura de Sánchez.
Pero hay
importantes dirigentes del equipo de Iglesias que, a cambio, han exigido
a los socialistas formar parte de ese gobierno, porque no se fían y
consideran que no estar en el ejecutivo supondría incumplimientos del
programa que, dicen, se están produciendo en algunas autonomías.
Sumen a
esto los recelos, de unos u otros, con los nacionalistas, de
Ciudadanos, de los barones… En esas estamos.
Y fluyen los mensajes
enviados y por enviar.
Mariano Rajoy sigue con la
llamada en espera. Deseando que pasen las elecciones vascas y gallegas.
Para ver si, con los resultados, "pedristas", "susanistas", "pablistas",
"errejonistas" y otros enardecen su navajeo.
No vale con la puntita.
Que la disputa interna de sus rivales tenga la suficiente profundidad
como para que él siga en la Moncloa.
Bien por la rendición ahora de sus
adversarios, bien porque las puñaladas entre ellos han sido
suficientemente cainitas como para que Rajoy pueda decir en una tercera
cita con las urnas que los demás son unos salvajes y que solo él
garantiza el orden y la paz.
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