La gente me llama feminista siempre que expreso sentimientos que me diferencian de un felpudo o de una prostituta. Rececca West
Cuando era joven, el mundo de la prostitución era desconocido para mí. Viví la dictadura y el sexo, como tantas cosas, era tabú. En esa época no se veían mujeres medio desnudas por las calles, ni en las carreteras. Su espacio se reducía al barrio chino o a los salones prohibidos. Ese barrio chino que conocí de la mano de mi abuela y que había que cruzar rápido pasando al lado de aquellas mujeres a las que llamábamos “fulanas”. Eran mujeres de nacionalidad española, muy pocas extranjeras.
Con los años empecé a darme cuenta de la miseria y humillaciones a las que estaban sometidas. No pretendía saber si aquello lo hacían voluntariamente, pero pensaba que era indigno que alguien pagase por tener sexo a unas mujeres que tenían que exhibirse y exponerse a todo tipo de violencias. Eran cuerpos, sin identidad, comprados por hombres.
También de aquellos años eran las constantes agresiones machistas que todas padecíamos en forma de tocamientos, piropos, insultos, exhibiciones de genitales… ir al cine de barrio se convertía en una aventura a la que iba con un gran imperdible que mi madre me explicaba cómo utilizar llegado el caso.
Lo que más miedo me dada no era si me pasaba algo, sino que todo el mundo pensaría que había dejado que me pasara. Entonces sería una fresca, una puta. Y yo pensaba si no acabaría como aquellas mujeres del chino.
Las redes mafiosas existen porque hay demanda por parte de los puteros, de los prostituyentes. Un veinte por ciento de los varones en el estado español confiesa haberse ido de putas. La mitad sospecha que la mujer prostituida era menor.
La violación entró en el derecho por
la puerta trasera, como si fuera un crimen contra la propiedad de
algunos hombres por otros hombres. Las mujeres, por supuesto fueron
consideradas la propiedad. Susan Brownmiller
Comprendí que hasta el más progre de mis compañeros defendía la supuesta libertad de las mujeres a prostituirse y fantaseaba con mujeres sometidas a su voluntad. Hoy me sigue pasando lo mismo a menudo.
La prostitución tiene que ver con la
igualdad y no con el sexo. Los hombres no compran un cuerpo, ni sexo,
sino una fantasía de dominio y masculinidad tradicional. Beatriz Gimeno
Han pasado los años y las cifras de la prostitución -lejos de desaparecer- siguen aumentando al ritmo de los grandes beneficios obtenidos por las mafias y proxenetas, que no por las mujeres. La cara de la prostitución poco tiene que ver con la de aquellos años, aunque se fundamenta en la misma sociedad patriarcal, donde la cosificación y la compra del cuerpo de las mujeres es el derecho por excelencia de los hombres.
Hoy en día la globalización, la huida de las guerras, de la miseria y el hambre, son armas poderosas para los traficantes de seres humanos que se aprovechan de aquellas personas más vulnerables en estas situaciones – mujeres y menores- para captarlas. España es el paraíso para estas mafias.
La trata de personas es un crimen que
no es neutral en términos de género… afecta a las mujeres de manera
desproporcionada, no sólo por registrar la mayor parte de las víctimas,
sino porque las formas de explotación a las que son sometidas suelen ser
más severas, especialmente la trata con fines de explotación sexual.
Plan Integral contra la trata de seres humanos con fines de explotación
sexual 2015-2018, Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.
Sin hombres que pagan por tener sexo, no existiría la prostitución y -por supuesto- la trata.
Las redes mafiosas existen porque hay demanda por parte de los puteros, de los prostituyentes. Un veinte por ciento de los varones en el estado español confiesa haberse ido de putas. La mitad sospecha que la mujer prostituida era menor.
La totalidad piensa que no va con él la situación de la mujer a la que paga y se folla. La compran, la usan y la tiran. No les importa nada más. A lo largo de los años he ido conociendo detalles vergonzantes de los gustos de los que compran sexo: embarazadas, menores, mudas… vulnerables. De las violaciones, secuestros, palizas, incomunicación, no quieren saber nada.
La prostitución no encuentra su causa
en cada mujer, en su especificidad, sino en la construcción social, en
las mujeres como seres para y de otros, definidas en torno a su
sexualidad erótica, procreadoras, las mujeres todas, su cuerpo y su sexo
son para el placer sexual de otros, Marcela Lagarde.
A mí me encanta mi trabajo, me siento libre, prefiero esto a las imposiciones de cualquier empresario, Antonella, lleva ejerciendo la prostitución desde hace 15 años. (eldiario.es, 23 octubre 2015).
Sí, la prostitución sigue siendo un tema prohibido en el debate feminista. No hay que buscar temas que nos separen, sino los que nos unan. No avanzamos. Y no lo hacemos porque seguimos ignorando que sin hombres que pagan por tener sexo, no existiría la prostitución y -por supuesto- la trata.
Mientras el debate continúa enquistado crece el número de mujeres y criaturas prostituidas y cualquier evento se celebra con prostitución. Difícilmente podemos hablar de igualdad mientras esto siga así.
A los chicos les enseñan que ver
filas de chicas desnudas a su disposición es su derecho y que las
mujeres no importan. Si esta no es una escuela de desigualdad… , Ana de Miguel.
Si eres hombre puedes pagar por violar a una mujer. Puedes comprar su dignidad, su vida, lo que sea.
Si miro hacia atrás tengo la impresión de que hemos avanzado poco. Las agresiones sexuales que relato al principio siguen siendo habituales. Agresiones sexuales cada día, violencias que tenemos que aguantar por ser mujeres. ¿Donde está el límite?
http://tribunafeminista.org/2016/09/pagar-por-sexo-y-otras-involuciones-historicas/
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