Si te acosan y no lo denuncias, estás mintiendo. No te ha pasado. Pero es que, curiosamente, si te acosan y denuncias, pasas a ser una de tantísimas mujeres que ponen denuncias falsas
Una chica contó ayer en Twitter cómo tres hombres la
acosaron y persiguieron por su barrio. Tiene 16 años y una cuenta de
Twitter de poco más de 200 seguidores, la cual usó para desahogar su
rabia y su miedo.
Como siempre pasa que una chica cuenta en redes
sociales alguna experiencia similar, al principio recibe mensajes de
apoyo. Pero en cuanto otras cuentas empiezan a hacerse eco de su
experiencia, como forma de denuncia social, los tuits llegan, poco a
poco, más allá de su círculo de amistades.
Como tantas otras veces,
ella, tras sufrir primero el acoso, comienza a lidiar con el ciberacoso.
Hombres (claro) empiezan a insultarla. Le desean que ojalá le hubiera
pasado de verdad, la acusan directamente de mentir y de inventarse
la historia para llamar la atención.
No pongo aquí
los tuits de la chica porque ya bastante está teniendo. Por eso y porque
no es un caso puntual, podríamos estar hablando de cualquiera de las
miles de usuarias que han pasado por el mismo lugar. Mujeres de todas
las edades y nacionalidades.
Mujeres que, tras pasar por su ración
diaria de acoso, lo cuentan llenas de rabia en sus redes y lo que
reciben es más acoso. Mujeres que acaban cerrando sus redes sociales,
que acaban abandonando un espacio que habían decidido ocupar.
Mujeres
que incluso acaban yéndose de su país.
Mujeres que, en muchos casos, puede que se replanteen, la próxima vez
que la acosen (y es muy probable que exista esa vez) si les merece la
pena contarlo abiertamente o si no será mejor hacerlo de forma
confidencial y a alguien muy cercano, dejándolo en el ámbito privado.
Esto le viene bien al patriarcado: si no se cuenta, no existe. Si no se
hace público, no ha pasado.
La chica que esta vez sí compartió lo que le pasó
recibió ataques de hombres que directamente le decían que si te han
acosado y no lo has denunciado, estás mintiendo. No te ha pasado. Pero
es que, curiosamente, si te acosan y denuncias, pasas a ser una de
tantísimas mujeres que ponen denuncias falsas. Qué difícil todo, eres
culpable sí o sí.
No sólo fue tachada de mentirosa,
sino también de "fantasma" (muy socorrido el "fantasma" y el "engreída",
combinado muy a menudo con "jaja, ya te gustaría"), porque sí, que te
acosen por la calle tres señores es algo de lo que debes presumir, no
quejarte.
¿O quién te has creído que eres? Que te acosen significa que
tu físico -da gracias- llama su atención. ¿Y qué es eso si no un motivo
de orgullo? ¿Acaso no estamos en el mundo nosotras para eso? ¿Para
esperar que se fijen en nosotras? ¿Para ser elegidas por ellos?
Por eso, quizás, cuando te quejas de su ofrenda, de su atención (de su
acoso, vaya) se ponen agresivos. No sólo te estás negando a acceder a
sus peticiones (¡encima de que se han fijado en ti!), además los estás
denunciando públicamente.
Y entonces pasas a ser una "puta", además de
una mentirosa. Pero es que, si hubieras aceptado irte con aquellos que
te acosaban, también serías una puta. Porque a quién se le ocurre "irse
con cualquiera". El machirulado no se aclara.
Pasa lo
mismo cuando te dicen que no puedes decir que cualquier hombre puede
ser un potencial violador... no puedes tú, pero ellos sacan este
argumento sin darse cuenta cada vez que sabemos de una violación, como
la de San Fermín, y lo dicen hasta en la tele: nos
llaman ingenuas si nos vamos con "cualquiera" y esperar que no te
viole. Entonces, ¿en qué quedamos?
Cualquiera puede violarte, ¿sí o no? A
ver si se ponen de acuerdo y nos informan de lo que saquen en claro.
Lo que está claro es que, como mujer, no hay salida digna a un caso de
acoso. Si te acosan, manosean o persiguen: eres una "puta", no hay nada
que puedas hacer a partir de ese momento que te libre de lo que intenta
ser un insulto (las putas tienen que estar hartas de tanta
injerencia).
Pero si tenemos en cuenta que también es imposible escapar a
una situación de acoso siendo mujer, llegamos a la conclusión de que
todas somos, o hemos sido, unas putas.
Si nosotras
recibimos esta violencia cuando ellos nos consideran unas "putas",
imaginemos la que no recibirán las mujeres que sí dedican sus vidas a la
prostitución. Y no sólo violencia física o psíquica, también
institucional: cuando asesinan a una prostituta no es ni considerada
como una víctima de la violencia de género, porque ninguna violencia
hacia las mujeres por parte de un hombre está recogida por la Ley
Integral de Violencia de Género si no había relación sentimental
entre agresor y agredida.
El problema de llamarnos a
todas "putas" como insulto, no es ya que puedan herirnos, sino que la
palabra "puta", en una sociedad machista como la nuestra, perpetúa el
estigma y la violencia que sufre un colectivo ya oprimido, golpeado y
machacado, el de las trabajadoras sexuales.
Y no sólo
ellas sufren las consecuencias, también el resto de mujeres de forma
colateral: llamarnos "putas" como insulto hagamos lo que hagamos, o
reaccionemos como reaccionemos, en situaciones donde son precisamente
ellos los que nos ponen entre la espada y la pared, es generar también
violencia contra nosotras.
Los que usan "puta",
"zorra", "guarra", etc. como insulto intentan anular nuestra libertad
sexual; opinan que debemos ser censuradas por hacer (o dejar de hacer)
lo que queremos (o no) con nuestros cuerpos, porque nuestros cuerpos les
pertenecen a ellos, no a nosotras.
Intentar minar la autoestima o el
honor de una mujer con estas palabras es defender la idea de que no
somos libres, de que nuestra sexualidad no es nuestra, sino de ellos.
Porque, según ellos, no tenemos su mismo derecho a vivir nuestra
sexualidad sin preocuparnos de cómo vamos a ser percibidas por la
sociedad. Hemos normalizado que cuanta menos gente sepa que hemos
mantenido relaciones, mejor para nosotras y, en el caso de ellos, es
mejor cuanta más gente lo sepa.
Por eso es importante
para nosotras adquirir conciencia feminista, y no tener miedo a ser
tachadas de lo que el machismo y el patriarcado quieran tacharnos. Si
estas palabras no tienen ningún impacto sobre nosotras, morirán como
insultos, y con ellas la concepción social que conllevan. Además,
nosotras estaremos más cerca, no sólo denunciar abiertamente a quienes
sean una amenaza para nuestra libertad, sino también de vivir nuestra
sexualidad como nos venga en gana.
http://www.eldiario.es/zonacritica/Putas-barbijaputa-acoso_6_555804442.html
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