Los hombres
de ciencia ocupan hoy un lugar privilegiado en los centros de
investigación, laboratorios y la producción de medicamentos destinados a
la salud humana, a vencer las distancias, concentrar las energías,
perfeccionar los equipos de investigación que puedan operar en la tierra
y el espacio. Alguien debiera poder explicar de forma sosegada por qué
puede observarse desde un observatorio a cinco mil metros de altura
sobre el nivel del mar una estrella cuya luz tardó 12 mil millones de
años luz; es decir, a 300 mil kilómetros por segundo, en llegar a la
tierra. ¡Una insólita medalla de oro! ¿Cómo puede explicarse eso,
especialmente cuando se hace referencia a la unión de las estrellas que
según eminentes científicos dieron lugar a la teoría del Big Ban?
¿Qué
quedaría después? Nadie podría, sin embargo, negar la afirmación de
eminentes científicos que tras decenas de años de rigurosos estudios
arribaron a la conclusión de que tales fenómenos son absolutamente
posibles. Otro hecho de notable trascendencia es que la posibilidad de
estos fenómenos es absolutamente real.
Es en este
punto que las religiones adquieren un valor especial. En los últimos
miles de años, tal vez hasta ocho o diez mil, han podido comprobar la
existencia de creencias bastante elaboradas en detalles de interés. Más
allá de esos límites, lo que se conoce tiene sabor de añejas tradiciones
que distintos grupos humanos fueron forjando. De Cristo conozco
bastante por lo que he leído y me enseñaron en escuelas regidas por
jesuitas o hermanos de La Salle, a los que escuché muchas historias
sobre Adán y Eva; Caín y Abel; Noé y el diluvio universal y el maná que
caía del cielo cuando por sequía y otras causas había escasez de
alimentos. Trataré de trasmitir en otro momento algunas ideas más de
este singular problema.
No
olvidemos que este domingo habrá debate de candidatos. En la primera
ocasión, hace dos semanas, se produjo uno que causó conmoción. El señor
Trump que se suponía un capacitado experto quedó descalificado tanto él
como Barack en su política. Habrá que darles ahora una medalla de barro.
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