Dicen que de un iceberg vemos sólo entre una séptima
a novena parte de su volumen total. Como cada uno de nosotros, que
muestra su mejor rostro al exterior, mientras ocultamos gran parte de lo
que somos en verdad.
Como todo en la vida, se repara
en lo más visible. Rara es la semana en la que no aparece un titular
sobre violaciones o asesinatos machistas. Es noticia cuando se produce
el desenlace más trágico. Pero el cómo se llega hasta ahí se pasa de
puntillas. En el iceberg de la violencia de género, el asesinato, la
violación o el golpe son sólo el eslabón final. Por debajo, hay una dura
mole de hielo, que lo sustenta, mucho mayor que la superficie visible, y
que constituye el pilar de todo.
Pero nos hemos criado en una sociedad patriarcal, donde
muchos de esos componentes quedan relegados al ámbito familiar, a lo
cotidiano, a lo privado, a lo habitual entre las parejas, en el "no te
metas ahí, que son cosas de ellos". Y, de generación en generación, se
ha asumido como normal lo que no lo es. Por eso, en estos momentos al
alza de opiniones que apenas inciden en el por qué de estos hechos tan
dramáticos, tal vez hay que empezar por la primera capa de hielo del
iceberg.
Vivimos entre los mal llamados
micromachismos… ‘Micro’ para quien los ejecuta, no para quien los sufre.
Porque con esto ocurre como con la gota Malaya, que de tanto caer y
caer, termina por perforar.
Y en este caso, perfora por dentro, en la
autoestima y en la dignidad. Lo que nos define y nos da forma. Antes de
los insultos, amenazas, gritos y abusos vienen otras muchas pequeñas
cosas que se acumulan. Esas pequeñas gotas que calan a diario y que te
congelan por dentro. Y pronto descubres que te enfrentas, a la deriva, a
un iceberg que pretende hundirte.
Si te culpabiliza cada dos por tres, sin fundamento… no te quiere.
Si usa el chantaje emocional y la dependencia… no te quiere.
Si te desprecia o te hace callar… no te quiere.
Si pasa de ti, le hablas y no responde, si te ignora… no te quiere.
Si se ríe de ti, si te desvaloriza y te trata como una persona inferior… no te quiere.
Si te humilla y te hace sentir un cero a la izquierda… no te quiere.
El desgaste psicológico es el primer paso. Y cuidado porque los
machistas no lo llevan escrito en la frente ni responden a un perfil.
Incluso puede ser que se camuflen de feministas para ganarse tu
confianza. Esto también ocurre en entornos virtuales, y no por ello son
menores los efectos. Que te trate mal por Whatsapp o un chat de
Facebook, devasta de la misma forma la autoestima.
También vale para
darse cuenta de esas relaciones donde sólo vienen en busca de la
conquista, para apuntarse una "victoria". Y sí. Cuesta. Cuesta la vida
misma poner en orden todo lo que se te viene encima. En ver lo que no
quieres ver. En sentir lo contrario de lo que sientes. En comprender por
qué te hace ese daño una persona a la que quisiste tanto.
Pero… las
palabras de conquista fueron mentiras. Se las llevó el viento. Sólo fue
el disfraz de un momento. Porque quien las pronunció fue una persona que
sólo sabía quererse a sí misma y que necesitaba de ti para alimentarse,
porque le diste más cariño del que sentías por ti.
El reto está en
reconocer que ya no es la persona de quien te enamoraste. Él ya no lo
es. Echarás de menos. Y podrás llorar. Y patalear contra el mundo de
rabia… Hasta comprender que lloras y pataleas por alguien que nunca
existió.
El amor romántico que nos enseñaron desde
pequeñas nos marcó en la dirección contraria. Antes de decir te quiero,
hay que decir me quiero. Porque nadie te va a rescatar, salvo tú.
Y si no lo haces... ¿Qué alternativa queda?
¿Ser infeliz? ¿Sufrir? ¿Pasar los días en una montaña rusa en el que
sólo acudas cuando te lo demande? ¿Seguir acumulando los desprecios?
¿Seguir dejando de ser tú, poco a poco, hasta acabar anulada? ¿Avanzar
en esas actitudes que sólo tú sufres, hasta que te golpee, viole o te
mate?
Nunca hay que morir por nadie. Ni siquiera el
hecho de sentirse muerta en vida. No eres propiedad de nadie. No eres su
juguete. Hay que tener la obligación de vivir. Y de soltar lo que daña.
Conforme avances… te darás cuenta de todo. Lo verás con más claridad. Y
todos estos trocitos pequeños en los que acabaste convertida, se
juntarán poco a poco hasta recomponerte.
Te volverás a mirar en el
espejo y a reconocerte. Volverá a entrar aire en tus pulmones, los
mismos que se bloqueaban cuando antes sentías su presencia.
Desaparecerán los temblores. Y las pesadillas.
El iceberg se deshelará.
Sabrás elegir tu rumbo. Pisarás tierra firme. Empezarás a mirar por
encima del muro que levantaste para protegerte. Sí, quedarán heridas…
pero cicatrizan.
Descubrirás que lo vivido no era amor. Y quedará el
miedo, pero se le puede mirar de frente, porque el único cobarde es
quien recurre a la violencia.
Un buen día serás capaz
de reconocerlo. Dirás en voz alta: “No, no me quería”.
Y ese día, te
empezarás a querer tú. Ese día empezarás a ser tú.
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