Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


martes, 4 de octubre de 2016

Traición



Traición

 
 La sangre le impedía ver. A tientas, palpaba las enormes columnas jónicas que bordeaban la estancia. 


Tenía dos heridas superficiales, una en el cuello y otra en la frente, pero sangraba abundantemente. Arrastraba la toga. 

Al pisarla, cayó redondo junto al pedestal de la estatua de Pompeyo. Infinidad de manos, que empuñaban dagas, acudían hacia él. Instintivamente, se echó sobre la cabeza la clámide púrpura que le cubría.


Mientras decenas de pinchazos le infringían tremendos dolores, repasaba a la velocidad de un rayo las imágenes más significativas de su vida. Pasaban con claridad los días en los que gastaba el dinero pedido prestado para alagar a sus votantes.


 Los días en los que Craso y Pompeyo le apoyaban ciegamente. Revivía escenas con Craso, Pompeyo, Longino, Trebonio, Brutus,… y los felices días del Triunvirato.


 Pero en Roma, la traición tan abundante como el agua, pasa página con tanta rapidez como una hoja que cae en un rápido del álveo.


Las manos van y vienen en su entorno. Las dagas, entran y salen de sus carnes. Julio Cesar empieza a sentir presión en el pecho. Le falta el aire. Abre la boca intentando recoger todo el de la estancia. La sangre le brota entre los dientes. Exhala.


Brutus, herido en la pierna, manos llenas de sangre y túnica salpicada de manchones bermellones, abandona el Senado convencido de que han salvado la República.




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