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En la noche del pasado 8 de febrero, en el programa «Euskalduna naiz, eta Zu?» (Yo soy euskaldún, ¿y tú?) —publicado también en YouTube—, en el que se preguntaba a varias personas conocidas, como actores, cantantes, etc., qué entendían ellos por España y por los españoles.
Dejando de lado algunas de las
definiciones que se dieron (fachas, paletos, chonis o progres, entre
otras), que pueden representar a parte o gran parte de los españolitos
patriotas votantes del PP$OE o anejos (C´s-Podemos), estoy totalmente de
acuerdo con dos cosas que se dicen en las entrevistas y que son grandes
evidencias que, por serlo, escuecen mucho.
La primera es que el himno de España "da ganas de vomitar".
Personalmente, no puedo evitar compartirlo, por motivos fisiológicos
claros. No obstante, se trata del himno del fascismo triunfante en la
Guerra Civil contra la Republica y la clase trabajadora y el de los
cuarenta años de genocidio franquista posteriores, por lo que no puede
más que provocar el vómito a cualquier ser humano con un poco de
sensibilidad y con ansias de justicia. El fascismo es la peor lacra
sufrida por la humanidad en la historia y todo lo que lo recuerde es,
obviamente, visceralmente, vomitivo. Y no hablo simbólicamente: son mis
intestinos los que hablan.
Tres generaciones franquistas: así es España |
Con los mismos argumentos, la segunda afirmación con la que no puedo menos que sentirme identificado es que "la bandera española es asquerosa".
Por ser idénticos los motivos, las tripas inevitablemente se revuelven
al verla agitarse sobre las cientos y cientos de fosas comunes que en su
nombre se cavaron y rellenaron de represaliados. Fue impuesta sobre la
sangre de miles y miles de españoles que defendían al gobierno legítimo y
luchaban contra la minoría parasitaria que, lamentablemente, sigue
chupando hoy la sangre a los españoles después de ya 80 años en los
cuales la rojigualda ondea en las instituciones franquistas (durante el
franquismo o en el régimen diseñado para darle continuidad durante la
Transición) para bien de las sanguijuelas de la clase política y
empresarial.
Por mucho que nos quieran vender la moto y nos traten como estúpidos, es
evidente que la bandera de la Constitución del 78 es la misma que la
franquista, aunque le hayan quitado (tan solo formalmente) el aguilucho.
Lo peor del programa, que tanto pica a los hijos del fascismo,
hoy"demócratas de toda la vida" (el que se pica, ajos come, como afirma
la sabiduría popular), es que no dice nada de la clase
política-empresarial vasca, surgida también de las entrañas purulentas
del franquismo y de su herencia vomitivo-democrática, y que vive, igual
que la élite española, sobre la espalda del pueblo trabajador vasco,
basados en aquel aforismo maquavélico del señorón Arzallus que decía,
definiendo sin embargo con certero acierto la situación, que "otros
agitan el árbol y nosotros nos comemos las manzanas".
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