“Si alguna vez has intentado meterle un dedo en el culo a un hombre
hetero en mitad de un acto sexual, verás que sí que entiende muy bien de
consentimiento sobre la marcha, retirarlo, y límites.
La confusión solo
se da si son nuestros cuerpos.”
La Guiri
El sociólogo burgalés Javier Sáez
y Sejo Carrascosa consideran que es necesario hacer una revisión de los
discursos actuales sobre la masculinidad
Javier Sáez y Sejo Carrascosa exploran en su libro Por el culo, políticas anales la
percepción histórica y social de lo anal como polisemia y metáfora de
lo abyecto y aborrecible, como lugar de la injuria y del insulto y como
lugar de prácticas de placer, afecto y resistencia.
A lo largo de sus 184 páginas este libro
nos lleva a terrenos desconocidos para muchos, temidos por otros tantos,
condenados por los más y disfrutados por los reivindicativos actores de
orgullo pasivo.
Sáez y Carrascosa proponen una hipótesis
de construcción de la identidad masculina a través del binomio
penetrable/no penetrable, en contraste con el cuerpo penetrable por
antonomasia que en nuestra sociedad es considerado y ha de ser
necesariamente femenino.
Cualquier cuerpo penetrable independientemente
de sus órganos genitales se convierte en femenino y de aquí se derivan
el desprecio y ataques a las prácticas homosexuales y a todo lo que
remotamente esté relacionado con lo gay. Según los autores, el paradigma
de los órganos genitales no define la identidad de los géneros sino que
lo que determina esta identidad es su penetrabilidad.
Paralelamente, en
la práctica, este planteamiento se materializa y fenómenos como el
machismo se reforman y fortalecen, el desprecio a las mujeres se sigue
manteniendo, si no incrementando dado que penetración equivale a
posesión, poder y dominio del agente activo por un lado y subjetivación,
desvalorización y desprecio del que recibe, estigmatizado y castigado
por su supuesta pasividad.
En definitiva, según los autores el
género se construye por medio de la regulación del culo, cuya
accesibilidad es controlada y castigada por unas líneas de intervención
que conforman un espacio político donde se articulan discursos,
prácticas, escarnios, enfermedades, asesinatos y que determinan condenas
que pueden acarrear ni más ni menos que la muerte en 8 países del mundo
y la cárcel en más de 80.
Según los autores, es necesario hacer una
revisión de los discursos actuales sobre la masculinidad, una
resemantización de lo anal que no se quede solo en el mero ejercicio
intelectual sino que afecte también círculos creadores de discurso
social, tales como los agentes de salud, y que permita revalorizar y
reivindicar la penetración como acto con nueva performatividad que
invierta el estigma social con el que durante miles de años ha sido
mortificado.
Aunque escrito en forma de ensayo, su
lectura bien puede ser disfrutada como narración, con elementos
narrativos clásicos y fácilmente identificables.
La lectura de Por el culo, políticas anales no
deja a nadie indiferente: es provocador, invita a la reflexión,
cuestiona e interpela. Todo lector revisará su postura ante la
sexualidad y particularmente la analidad, recapacitando sobre los
factores que le inducen a su aceptación o rechazo.
Dos poemas del poeta beat americano
Allen Ginsberg abren y cierran este libro. No estaría de más señalar
que aparte de la belleza intrínseca de las composiciones en sí, los
poemas nos incitan a la lectura y particularmente a la reflexión sobre
lo que vamos a leer o lo que ya hayamos leído.
En la introducción, con un tono entre hilarante y reivindicativo, los autores nos ponen en guardia y “contra la pared”: “Este
es un libro sobre el culo, un libro alrededor del culo, un libro
escrito desde dentro del culo.
Pero no es un libro que busque ninguna
verdad sobre el placer anal, ni un manual de autoayuda anal, ni un
acercamiento antropológico ni científico al sexo anal que ofrezca un
saber para consumo de miradas curiosas sobre el “otro”…..”El culo parece
muy democrático, todo el mundo tiene uno. Pero vemos que no todo el
mundo puede hacer lo que quiera con su culo.”
Los autores, influidos por el análisis de Foucault en su Historia de la Sexualidad, no creen que haya un poder que reprima el sexo o el placer, ni siquiera el sexo anal.
No hay unidad en el dispositivo represivo y estas incoherencias son las que a lo largo de siete capítulos quedarán patentes
y serán cuestionadas como parte del sistema heterocentrado y machista
en el que vivimos y que condiciona el discurso de lo sexual y la
sexualidad.
Hay episodios divertidos, estremecedores,
estimulantes, hirientes, indignantes y curiosos. Como ejemplo, el caso
de Luis Aragonés y su comentario en Alemania en 2006, al ser recibido
con un ramo de flores, el cual rechazó declarando “Me van a dar a mí un ramo de flores, que no me cabe por el culo ni el bigote de una gamba”.
El análisis de las presuposiciones del enunciado de Aragonés es mordaz y
divertido y deja de manifiesto los presupuestos, efectos y valoraciones
que subyacen en la práctica sobre el sexo anal.
El capítulo segundo, Los anales de la historia, historia de los anales, mitos
como el aparente paraíso gay griego quedan desmontados y explicados
como una forma de vigilancia de género vinculada a criterios de clase
social. Continúa este capítulo con una breve descripción de la sodomía
en la Edad Media, práctica identificada como perteneciente al “otro”,
práctica de los infieles, de los musulmanes y precisamente por ello
perseguida y castigada.
Las políticas de exterminio por determinadas
prácticas sexuales estaban en este caso vinculadas a un criterio
religioso. Curiosamente el sodomita siempre es el “otro”, al cual se le
anexiona un dispositivo de significaciones que varían a lo largo de la
historia. El cambio histórico fundamental se produce en el siglo XIX con
la aparición y consolidación de las ciencias sociales.
El término
homosexual aparece por primera vez en 1868 como una figura perteneciente
al discurso de la medicina y vinculado a una patología. Desde la
medicina se impone entonces un control y regulación que obliga a actuar y
a ceñirse a unos roles de género y sexuales.
Ambos autores prosiguen el recorrido
histórico y geopolítico del sexo anal hasta recalar en las prácticas del
sexo en situaciones de reclusión, el cine porno, el S/M, fiestas
pre-pactadas, clubs, donde prácticas concretas revierten la taxonomía
médico-psicológica de modo que el constructo sexo-género heterosexista
se tambalea hasta caer.
La discriminación de los homosexuales se
evidenció y fue potenciada aun más con el VIH-sida, con el lastre de un
discurso que asocia un cuerpo infeccioso a prácticas contra natura. Las
consecuencias de estas prácticas en actos para los cuales el culo no
había sido creado fue, según la biopolítica reinante, factor suficiente
para explicar, razonar, condenar, consensuar y autorizar intervenciones.
Este castigo o venganza pseudo divina, según unos, no hizo sino
culpabilizar a sectores socialmente marginales y de por sí ya
vulnerable, intentando de esta manera solapar y ocultar problemas más
graves todavía y dejando al descubierto fallos en el sistema sanitario,
falta de políticas efectivas en drogas y una evidente discriminación de
clase, étnica y sexual.
Paco Vidarte, a cuya memoria va dedicado
este libro, hubiera disfrutado enormemente de su lectura, como ya lo
hemos hecho algunos y así lo harán muchos más.
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