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martes, 10 de abril de 2012

La locura ambulatoria del PP

El Gobierno del PP, a cuenta de alcanzar esos famosos parámetros de déficit público que Alemania exporta y que Europa, preferentemente del sur, acata y persigue, ha entrado en una dinámica paranóica que se onnubila permanentemente en busca de puntos muertos, arrugas espacio-temporales, donde meter la tijera sin que este plano de la realidad se percate. Así, el recorrido de síes y noes, de puntualizaciones y desmentidos sobre informaciones que deben ser matizadas o, acaso, negadas antes de anunciarse mediante impersonal comunicado, convierte al Ejecutivo y sus huestes autonómicas en una amalgama de hacinado psiquiátrico, una especie de monstruo de Frankestein de personalidad múltiple nada más despertar a la vida.


El sujeto de la instantánea superior, José Ignacio Echániz, mantiene la responsabilidad en el área de sanidad del Partido Popular, así como la lideró hace un lustro en el gobierno de la Comunidad de Madrid y, en la actualidad, continúa esa responsabilidad en la Consejería del ramo de la Junta de Castilla-La Mancha.

 Su madrugadora intervención en el programa En días como hoy, de RNE, ha abierto la veda de una sucesión de manifestaciones públicas por parte de sotas y bastos populares que han desembocado en una conclusión de recovecos dialéctivos nerviosos y exculpatorios sobre otro de los latigos que se nos viene sobre la dolorida piel posterior de forma inmediata. El dirigente popular, tras jugar varias manos con las consabidas cartas marcadas que suponen descargar todas las culpas en nefastas gestiones anteriores como inevitable consecuencia de las desagradables apuestas posteriores, se desmarcó con una estrategia de rancio complejo conservador, afirmando que, más allá de las estrategias que opten por implantar en cada CCAA, lo que resulta indiscutible es que el común de la ciudadanía no tiene porque pagarle las medicinas a personas como Emilio Botín.

Extraña argumentación para eludir cuestiones más que directas acerca de la implantación de inmediatos repagos sanitarios, cargando culpas sobre un adalid de los suyos. En realidad, un dramatismo populista innecesario; el derecho a una sanidad pública y universal deriva de la responsabilidad fiscal del total ciudadano y, de este modo, el Presidente del Banco Santander tiene tanto derecho a recibir tratamiento y fármacos prescritos como cualquier otro residente en el Estado Español, siempre y cuando sea escrupuloso con la responsabilidad tributaria derivada de sus correspondientes rendimientos de trabajo y capital. Es más, de la rectitud fiscal de personajes como el denostado por Echániz dependen sus píldoras y las de unos cuantos más que, por múltiples circunstancias de índole social, laboral o económica no aportan reembolso pecuniario a las arcas estatales.

 Estos conceptos, solidaridad y progresividad, marcan las columnas gemelas de un Estado Social sano. Pero no, para el monstruo esquizofrénico de siete lenguas popular el sistema público de salud actual es insostenible. Y, a partir de ahí, las soluciones a ese axioma las iremos conociendo como la de los cotilleos en las revistas del corazón: leyendo desmentidos entre líneas.


A media mañana, el Ministro de Economía, Luis de Guindos, realizó una aparición traicionera ahondando sobre los conceptos defendidos por su compañero de filas: de co(re)pago, nada de nada, necesidad de nuevas respuestas para el sostenimiento de los servicios públicos esenciales y posibilidad de un aporte adicional por parte de aquellas rentas superiores a los 96.000 euros anuales. Contando con que únicamente el 1,2% de la población cuenta con ingresos laborales tan fabulosos, no parece que esa potencial recaudación extraordinaria resulte suficiente para cicatrizar la herida sanitaria nacional. Y eso es lo que debió también pensar Carlos Floriano, secretario de organización del PP, después de resolver con enjundia contable la regla de tres planteada por De Guindos, pues no tardó en salir a la palestra para desdecir al jefe de lo económico y atribuir sus afirmaciones a una supuesta “reflexión personal”. Calla, calla, que esta historia la conocemos. Es el mismo sendero que se sigue para anunciar un fichaje balompédico de relumbrón y, efectivamente, a media tarde la nueva voz anunciadora se transmutó en un discreto folio enviado a los medios de comunicación, recogiendo inmediatos recortes en Sanidad y Educación por un montante aproximado de 10.000 millones de euros, todo con el inexcusable propósito germáni… nacional de ahondar en el obligatorio adelgazamiento del déficit público durante el presente ejercicio. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿A qué hora? ¿En qué hospital o escuela comienza la prueba piloto de régimen presupuestario? Una incógnita.

 El comunicado inerte (un paso de evolutivo desprecio democrático tras las ruedas de prensa sin turno de preguntas) establece una irresponsable estrategia de lugares comunes, basada en la falsaria oda a la racionalización, eliminación de duplicidades y eficiencia en la gestión (privatización dixit). Sería conveniente que el PP tomara nota de su propia medicina caducada, y no malgastara opiniones multilaterales por parte de sus miembros, todas ellas presuntamente desenfocadas. Parece, por tanto, que la formación conservadora se ha convertido en una especie de psiquiátrico desbordado de opiniones enfermas, alocadas, que gustan de la alocución irreflexiva en lugar del sano análisis de sus propias estrategias políticas.

 O, quizás, se encuentren todos bajo agresiva medicación sedante y actúen como desquiciados gestores de un ambulatorio en ruinas. Tal y como el que visitamos cotidianamente, ése que ahora puede ser víctima de medidas privatizadoras que todo lo sanan, que todo lo ajustician.






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