Rajoy y el Príncipe fueron abucheados
De forma excepcional, los Príncipes han presidido este año la entrega del Premio Cervantes en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, debido a la convalecencia de don Juan Carlos tras el accidente que sufrió en Botsuana mientras participaba en una cacería y por el que tuvo que ser operado de la cadera hace unos días en el hospital San José de Madrid.
Tampoco el premiado, Nicanor Parra, ha podido asistir a la ceremonia debido a su avanzada edad (97 años). En su lugar lo ha hecho su nieto Cristóbal Ugarte, que ha coincidido con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el ministro de Cultura (José Ignacio Wert), Carmen Alborch y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, así como el alcalde de la localidad, Bartolomé González.
A su llegada, un grupo de empleados municipales han protestado por la política del gobierno local, extendiendo los gritos y abucheos a Rajoy y a don Felipe.
El príncipe de Asturias ha valorado la figura del poeta chileno Nicanor Parra como un "espíritu gemelo" de Miguel de Cervantes, un "rupturista" y un poeta "esencial" y "desnudo de adornos", cuyas palabras, ha subrayado, unen a los hispanohablantes y ensanchan la vida de todos. Además, ha destacado la decisión de la familia de depositar mañana en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes la máquina de escribir del premiado "con un poema inédito y la orden de no abrirlo hasta dentro de cincuenta años".
Una de las de ceremonias de opereta que régimen monárquico-católico corrupto español organiza para darse una pátina de prestigio internacional, en la Universidad de Alcalá de Henares, típica institución corrupta y endogámica, auténtico cáncer de la verdadera cultura. A la llegada de los funcionarios principéscobos españoles, Felipe El Preparao y Letizia La Fiztizia, el auténtico soberano exige:
¡BORBÓN CABRÓN TRABAJA DE PEÓN!, mientras ellos disimulan saludando y sonriendo falsamente como si no pasara nada, ajenos a la gravedad de las golfadas de los miembros de su familia, que ha encendido la mecha imparable del rechazo popular a esta panda de parásitos franquistas.
La Princesa está seria, ¿qué le pasa a la Princesa?
Carmen Rigalt - 24/04/2012
No sé cuántos diarios y portales informativos hay en internet (supongo que millones) pero aquí y ahora ha nacido un blog. Se llama princesaLZ y está dedicado a la Princesa de Asturias. Lo que hoy ofrecemos es solo el germen de lo que pretende ser en el futuro: un lugar de encuentro con noticias, muchas fotos, comentarios y reportajes sobre la esposa del Heredero. Prestaremos especial atención a su imagen, siempre objeto de curiosidad, y con el mismo entusiasmo fisgaremos en su fondo de armario (ya va siendo hora de romper ese viejo tabú según el cual, las reinas y las princesas no repiten vestido) señalando los aciertos y errores de su conducta pública.
Ayer se celebró el acto de entrega del Premio Cervantes al poeta chileno Nicanor Parra, premio que recogió, de manos del Príncipe, uno de los nietos del poeta. Y fue precisamente al final del acto, mientras los protagonistas se preparaban para las fotos en el patio de la universidad, cuando pudimos comprobar que la Princesa no se encuentra en su mejor momento. Los nietos de Nicanor Parra la miraban con cara de arrobo esperando un gesto, pero Letizia charlaba con el ministro Wert, ajena a la chiquillería. No es un hecho aislado. En estas últimas semanas, ella ha dado sucesivas muestras de contrariedad. Cierto es que los Príncipes de Asturias han salido ilesos de la convulsión mediática que ha sacudido al Rey, pero Letizia no sabe disimular. Nunca ha sabido. La Princesa está seria. ¿Qué tendrá la Princesa?
Letizia en el mundo
P. Sequeros - 24/04/2012
La revista alemana Bunte publicaba en portada el pasado 12 de abril una imagen de los Príncipes de Asturias y especulaba sobre una posible crisis de pareja debida a los últimos acontecimientos relacionados con la Familia Real española. En páginas interiores, se habla de la actitud de la Princesa “fría y distanciada de Felipe” el día de la Misa de Pascua en Mallorca celebrada el domingo 8 de abril. El semanario se pregunta si Letizia se siente como “un cuerpo extraño en mitad del cosmos monárquico” y si “los escándalos de la monarquía, y las consecuencias de éstos en su vida familiar, son demasiado para la sensible Letizia” lo cual “se refleja en la actitud con su marido”.
“Cuando un civil se casa con alguien de la realeza", continúa el artículo, "se convierte en un actor al servicio de la monarquía”. Con cierta falta de sentido, el reportaje cita los casos de otras plebeyas casadas con herederos de grandes casas europeas como Kate Middleton y Mary Donaldson, quienes han tenido que aprender a comportarse “de forma simpática, aunque no siempre tengan ganas de ello”. Según la revista “Letizia, sin embargo, no tuvo que aprender esta postura, pues al trabajar como reportera sabía cómo tratar a la realeza”, aunque ahora parezca, según dan a entender, superada por las circunstancias.
El artículo continúa con una enumeración de sucesos relacionados con los demás miembros de la Familia Real y de cómo éstos pueden haber afectado al matrimonio de los príncipes. Entre otros se refiere al caso Urdangarín que “ha provocado la ira tanto del pueblo como de la monarquía”. Incluso afirman que a la Infanta Cristina y su marido “no se les ha permitido realizar este año el tradicional viaje familiar a Mallorca”. Más adelante habla sobre las “salidas de dudosa reputación” del Rey a las que hace mención el libro de Pilar Eyre La Soledad de la Reina. Bunte plantea si Letizia se estará preguntando qué ocurriría con ella si el Príncipe Felipe actuase de la misma manera.
Por último, al igual que hiciese la revista francesa Point de vue hace unas semanas, Bunte proclama a Letizia como “la salvadora de la hundida Casa Real española”. Una vez más, Letizia aparece como el miembro de la Familia Real mejor valorado por los medios de comunicación extranjeros, quien destaca de ella su austeridad en su estilo de vida y su discreción ante la vorágine de sucesos en los que la monarquía española se ha visto envuelta en los últimos meses.
“Cuando un civil se casa con alguien de la realeza", continúa el artículo, "se convierte en un actor al servicio de la monarquía”. Con cierta falta de sentido, el reportaje cita los casos de otras plebeyas casadas con herederos de grandes casas europeas como Kate Middleton y Mary Donaldson, quienes han tenido que aprender a comportarse “de forma simpática, aunque no siempre tengan ganas de ello”. Según la revista “Letizia, sin embargo, no tuvo que aprender esta postura, pues al trabajar como reportera sabía cómo tratar a la realeza”, aunque ahora parezca, según dan a entender, superada por las circunstancias.
El artículo continúa con una enumeración de sucesos relacionados con los demás miembros de la Familia Real y de cómo éstos pueden haber afectado al matrimonio de los príncipes. Entre otros se refiere al caso Urdangarín que “ha provocado la ira tanto del pueblo como de la monarquía”. Incluso afirman que a la Infanta Cristina y su marido “no se les ha permitido realizar este año el tradicional viaje familiar a Mallorca”. Más adelante habla sobre las “salidas de dudosa reputación” del Rey a las que hace mención el libro de Pilar Eyre La Soledad de la Reina. Bunte plantea si Letizia se estará preguntando qué ocurriría con ella si el Príncipe Felipe actuase de la misma manera.
Por último, al igual que hiciese la revista francesa Point de vue hace unas semanas, Bunte proclama a Letizia como “la salvadora de la hundida Casa Real española”. Una vez más, Letizia aparece como el miembro de la Familia Real mejor valorado por los medios de comunicación extranjeros, quien destaca de ella su austeridad en su estilo de vida y su discreción ante la vorágine de sucesos en los que la monarquía española se ha visto envuelta en los últimos meses.
P. Sequeros - 24/04/2012
Letizia era toda gesto, toda manos. Al menos hasta que dejó de ser periodista para convertirse en Princesa de Asturias. Bastaron un par de comparecencias públicas –el anuncio de su compromiso y la pedida de mano– para que su familia política, los expertos en protocolo, la opinión pública y Jaime Peñafiel decidieran que esas manos había que “amarrarlas” para que dejaran de ser lo único que se viera en ella, además de sus sacudidas de melena. Notorio debía ser el ajetreo cuando incluso su excompañero Urdaci reconocía lo nervioso que le ponían sus exagerados movimientos de manos cuando trabajaban juntos. Desde entonces Letizia ha acallado sus ademanes, sus miradas y sus palabras, actuando en muchas ocasiones de un modo aparatosamente artificial.
Sus manos han dejado de verse y cuando aparecen, están permanentemente ocupadas. Desde el “cámbiate el ramo de mano” que le susurró el Príncipe el día de su boda al no saber cómo asir el brazo de su recién estrenada esposa, hasta hace unos días cuando con cara de sota Letizia salía de la clínica San José tras visitar al Rey, intervenido de una rotura de cadera producida durante su última e inoportuna cacería. Letizia, con su clásico paso por detrás del heredero, rogaba con sonrisa nerviosa que su marido le cediera a una de las Infantas (ambas salían junto a su padre) a las puertas del hospital. Letizia no sabía qué hacer con las manos vacías; ocho años más tarde sigue sin saberlo. Cuando no es un clutch o una pashmina, son sus hijas las que le sacan del trago.
Las manos de Letizia son blancas, huesudas, un manojo de largos dedos de pianista, que dicen algunos. Esa clase de manos que lucen como ningunas todo tipo de joyería. Sin embargo es poco frecuente verlas con ningún otro abalorio que no sean su anillo de compromiso y la alianza de casada, uno sobre otro en el anular derecho, creando un antiestético mix de oros. Rara vez varía del esmalte transparente-rosado a la discreta manicura francesa. Son populares, curiosamente, sus pulseras. Además de los imponentes brazaletes que desempolva del joyero real o adquiere en Suarez, Yanes y Perodri, la Reina Sofía le regaló las llamadas Pulseras Universo (plagiadas en su día hasta en los mercadillos) encargadas ex profeso a Tous y de las que, hasta hace poco, nunca se desprendía.
Se trata de dos cadenas de eslabones en oro amarillo de las que cuelgan en pavé de diamantes los nombres de sus hijas. Conjunto al que Letizia añadiría en 2008 una tercera pulsera con el nombre de Carla, hija de su fallecida hermana Erika. Parece que de muñeca para arriba Letizia no tuviera inconveniente en mostrar al completo la anatomía de sus extremidades. Lamentable circunstancia, pues a diferencia de sus armónicas manos, sus codos y omoplatos resultan difíciles de mirar. Han sido muchas (e innecesarias) las ocasiones en las que la Princesa ha lucido sus paletillas asomadas por encima de sus habituales vestidos palabra de honor, levantando como de costumbre infundados comentarios sobre posibles trastornos alimenticios de esos que tanto fascinan a la opinión popular.
Con la monarquía patria atravesando sus horas más bajas, y dada la alta consideración que los medios europeos tienen de ella (“Letizia al rescate de la familia real”, aseguraban desde la revista francesa Point de Vue), quién sabe si no tardemos mucho en ver las contenidas manos de Letizia por fin liberadas y llevando la batuta del destino de los españoles si es que, con la que está cayendo, algún día llega a convertirse en reina.
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