Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


sábado, 26 de mayo de 2012

Dialogando y combatiendo la maldad

Igual que no entiende las matanzas de elefantes del decrepito Borbón, tampoco entiende la chiquilla porqué me han trasladado de mi trabajo. Yo le comenté que era por mis ideas, por mis principios. ¿Entonces ahora ya no trabajas cerca de casa? Yo le contesté que no, que tuve que marcharme de forma forzada a otro lugar, donde tenía que desarrollar nuevas tareas que nada tienen que ver con lo que hice toda mi vida.

¿Pero tu podrías haberte negado, tu me has hablado de los derechos de los trabajadores? Si, le dije, todavía quedan derechos, pero los que gobiernan que se parecen a los que mataron a tu bisabuelo Pancho el comunista en 1937 por sus ideas, aprobaron una ley que se llama Reforma Laboral, con la que pueden despedirme cuando quieran sin derecho a nada. Si esto pasara, le comenté, me quedaría sin nada después de casi 20 años de trabajo. Por eso, insistí, tuve que marcharme de mi puesto de trabajo, porque alguien que gana mucho dinero y que vive en una zona residencial de gente enriquecida, no quiere que siga en ese puesto, le molesta que no piense como ella, que no agache la cabeza, que defienda mis ideas y sobre todo que tenga dignidad y coherencia en mi forma de actuar y pensar.

Mientras comprábamos verduras para la ensalada me dijo muy seria ¿Y esa señora no piensa en tus padres mayores que te necesitan cerca? ¿Le da lo mismo que interrumpas un trabajo que beneficiaba a tanta gente? Muchacha, le dije, no te preocupes que uno se adapta a todo, ahora inicio otra etapa, me acogieron bien en mi nuevo destino, solo estaremos un poco más lejos y ya no podré llegar rápido a tu cole si te pones malita, pero al menos tengo trabajo. Tu ya sabes que muchos papás y mamás de tus amiguitos están desemplead@s y no tienen dinero para alimentos y ropas, que tienen que ir a ese lugar que hemos visto, donde la gente hace cola para recoger comida. Así que no te sientas mal, tu sabes que sigo luchando y que nunca traicionaré mis ideas ante amenazas, presiones y chantajes de esa gente tan mala.
La enanilla sonrió pensativa y estuvo un rato callada, agarró mi mano un poco más fuerte y noté su energía, una fuerza inusitada que renueva mi alma cuando estoy bajo de ánimos. Luego ya en casa me trajo un vaso de zumo, siéntate y descansa, me dijo, mirando la bandera republicana que tengo junto a la puerta: vendrán tiempos mejores y como dice aquel himno que cantamos con el puño levantado en el coche y en la playa, si papá, el de los frailes y curas que suben al coro más alto, el de Riego: “¡¡¡libertad, libertad, libertad!!!”.
 
 
 
 

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