A quien corresponde (con la esperanza de que responda). Mi nombre era Antonios Perris, tenía 60 años y era un músico griego. Durante dos décadas cuidé de mi madre de 90 años que sufría de Alzheimer y recientemente fue diagnosticada de esquizofrenia...
Las residencias de mayores no querían aceptar a una anciana con tantos problemas. Cuando estalló la crisis, yo no estaba preparado para afrontarla. Vendí todas las propiedades que tenía pero me quedé sin nada para comer. Ayer mi madre y yo nos arrojamos al vacío, cogidos de la mano, desde la azotea de un quinto piso.
Antes de hacerlo, lancé en mi blog una última pregunta de auxilio a mis amigos poetas y músicos: ¿Alguien conoce alguna solución? Si les escribo ahora, ya no es por mí ni por mi madre pues nosotros hemos encontrado descanso. Si les escribo ahora es por las miles de personas en su país que están pasando por algo parecido a lo que estamos pasando los griegos. Hay una solución para ellos.
Y la solución depende de ustedes. Ustedes pueden y deben hacerlo. Para evitar que haya otros hijos y otras madres que salten al vacío como mi madre y yo hemos hecho. Ya lo están haciendo también en su país aunque sus muertes no salgan en el telediario. Pero hay víctimas. Y otra mayoría de víctimas que sigue viva y resistiendo.Por ellos y por humanidad, señor presidente, señores ministros, señores y señoras diputados, hagan algo de inmediato.
No se lo pido ni con la rabia ni con el rencor que sentía ayer hacia ustedes pues la muerte me ha liberado también de eso. Se lo pido por favor, por dignidad, por respeto y porque es su deber y pueden hacerlo. Sí se puede. Es muy sencillo. Hay 350.000 familias que han sido desahuciadas en su país desde que esta estafa llamada crisis empezó a acribillarnos. Hay miles que siguen siendo desahuciadas cada mes por los mismos bancos que ustedes están salvando con el dinero de esos pobres que han cotizado durante años y han pagado sus impuestos.
Ahora estas personas no pueden hacer ni eso. Son familias en paro, con niños, con ancianos, con enfermos. Hagan por un momento ese esfuerzo de imaginación que siempre eluden y piensen por lo que están pasando. Imaginen lo que es quedarse sin casa, tener miedo a esa llamada que va a echarte, dormir sobresaltado por cada ruido que puede anunciar el desahucio, la vergüenza de que tus hijos vean a la policía arrastrándote por la fuerza fuera de tu piso, la vergüenza después de pedir asilo en casa de un familiar, un amigo, quizá casi tan ahogado como tú y los tuyos, o lo que es peor, la humillación de quedarse en la calle o un albergue… No hace falta mucho esfuerzo para sentirse mal sólo de pensarlo.
Pues hagan con ellos lo mismo que han hecho con la banca. Oblíguenles a detener los desahucios. Oblíguenles a perdonar las deudas de hipoteca después de entregar la casa. Y oblíguenles a realojar a las miles de familias que lo necesitan en los miles de pisos que tienen vacíos y que siguen reteniendo para hacer negocio. Establezcan un alquiler asequible, estudien los casos pero realójenlos a todos. Momentos de excepción como éstos exigen medidas de excepción como las que han tomado para rescatar a la banca. Rescaten a las personas. Pueden hacerlo porque lo han hecho con los bancos.
Les han salvado, impónganles condiciones a su rescate. Han nacionalizado a la entidad que ejecuta el 80% de los desahucios, están dispuestos a darle lo que necesiten y dicen que necesitan 15.000 millones. Este banco es nuestro, pongan ustedes las normas, salven a los que lo necesitan. Y háganlo ya. La vida de otros depende hoy de ustedes.
Mi madre ya no era capaz de saber lo que estaba pasando. Pero ustedes no tienen Alzheimer aunque a veces parezca que han olvidado dónde dejaron su conciencia. A lo mejor en mi lecho de descanso he llegado a creer por un momento que la tienen. Por eso me he atrevido a escribir estas líneas que pueden sonar ingenuas porque estamos construyendo un mundo en el que defender la justicia parece cosa de inocentes.
Déjenme este último sueño antes de coger el que es eterno. Tiendan una mano a los que están a punto de arrojarse. Hagan algo.
Antes de hacerlo, lancé en mi blog una última pregunta de auxilio a mis amigos poetas y músicos: ¿Alguien conoce alguna solución? Si les escribo ahora, ya no es por mí ni por mi madre pues nosotros hemos encontrado descanso. Si les escribo ahora es por las miles de personas en su país que están pasando por algo parecido a lo que estamos pasando los griegos. Hay una solución para ellos.
Y la solución depende de ustedes. Ustedes pueden y deben hacerlo. Para evitar que haya otros hijos y otras madres que salten al vacío como mi madre y yo hemos hecho. Ya lo están haciendo también en su país aunque sus muertes no salgan en el telediario. Pero hay víctimas. Y otra mayoría de víctimas que sigue viva y resistiendo.Por ellos y por humanidad, señor presidente, señores ministros, señores y señoras diputados, hagan algo de inmediato.
No se lo pido ni con la rabia ni con el rencor que sentía ayer hacia ustedes pues la muerte me ha liberado también de eso. Se lo pido por favor, por dignidad, por respeto y porque es su deber y pueden hacerlo. Sí se puede. Es muy sencillo. Hay 350.000 familias que han sido desahuciadas en su país desde que esta estafa llamada crisis empezó a acribillarnos. Hay miles que siguen siendo desahuciadas cada mes por los mismos bancos que ustedes están salvando con el dinero de esos pobres que han cotizado durante años y han pagado sus impuestos.
Ahora estas personas no pueden hacer ni eso. Son familias en paro, con niños, con ancianos, con enfermos. Hagan por un momento ese esfuerzo de imaginación que siempre eluden y piensen por lo que están pasando. Imaginen lo que es quedarse sin casa, tener miedo a esa llamada que va a echarte, dormir sobresaltado por cada ruido que puede anunciar el desahucio, la vergüenza de que tus hijos vean a la policía arrastrándote por la fuerza fuera de tu piso, la vergüenza después de pedir asilo en casa de un familiar, un amigo, quizá casi tan ahogado como tú y los tuyos, o lo que es peor, la humillación de quedarse en la calle o un albergue… No hace falta mucho esfuerzo para sentirse mal sólo de pensarlo.
Pues hagan con ellos lo mismo que han hecho con la banca. Oblíguenles a detener los desahucios. Oblíguenles a perdonar las deudas de hipoteca después de entregar la casa. Y oblíguenles a realojar a las miles de familias que lo necesitan en los miles de pisos que tienen vacíos y que siguen reteniendo para hacer negocio. Establezcan un alquiler asequible, estudien los casos pero realójenlos a todos. Momentos de excepción como éstos exigen medidas de excepción como las que han tomado para rescatar a la banca. Rescaten a las personas. Pueden hacerlo porque lo han hecho con los bancos.
Les han salvado, impónganles condiciones a su rescate. Han nacionalizado a la entidad que ejecuta el 80% de los desahucios, están dispuestos a darle lo que necesiten y dicen que necesitan 15.000 millones. Este banco es nuestro, pongan ustedes las normas, salven a los que lo necesitan. Y háganlo ya. La vida de otros depende hoy de ustedes.
Mi madre ya no era capaz de saber lo que estaba pasando. Pero ustedes no tienen Alzheimer aunque a veces parezca que han olvidado dónde dejaron su conciencia. A lo mejor en mi lecho de descanso he llegado a creer por un momento que la tienen. Por eso me he atrevido a escribir estas líneas que pueden sonar ingenuas porque estamos construyendo un mundo en el que defender la justicia parece cosa de inocentes.
Déjenme este último sueño antes de coger el que es eterno. Tiendan una mano a los que están a punto de arrojarse. Hagan algo.
Publicado en Internacional
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