¿Y si estamos equivocados con nuestra persistencia en permanecer en una moneda común, donde compartimos con culturas e intereses diferentes la política monetaria, una de las herramientas de la economía para corregir los inevitables, hoy por hoy, ciclos económicos?
En mi anterior post “El euro o la casa por el tejado” ya exponía unos desequilibrios importantes que acompañaron el nacimiento del euro. Que requerían la toma de importantes decisiones en política fiscal, presupuestaria, económica y política. Algo que no se hace, ni parece que se pueda hacer en un plazo de tiempo prudencial. Antes nos devorará esta crisis.
Sí, hemos hecho cosas mal, pero debemos corregirlas y para ello no podemos estar supeditados a los designios de otros países, con intereses propios y diferentes. Hay que mirar hacia delante y afrontar las consecuencias de nuestros errores.
Al ciudadano de “a pie” la entrada en el euro nos ha traído sólo:
1º) Un encarecimiento brutal de los precios al pasar de contar miles (pesetas) a unidades (euros), con la consecuente reacción psíquica a tal cambio.
2º) La ventaja de poder viajar por diferentes países sin tener que cambiar dinero. (Ídem relaciones comerciales)
¿Nos ha compensado esto? Yo creo que no.
La vuelta a una moneda nacional permitiría utilizar la política monetaria de forma autónoma y solventar ya esta crisis de manera definitiva.
No es ningún trauma ni algo difícil de hacer. Su coste material es irrisorio con las ventajas que ello conllevaría.
Tengamos por una vez personalidad y reconozcamos que nos embarcamos en un proyecto que tenía muchos defectos.
Hay que reconocer que los ingleses supieron mantener esa independencia económica y ahí están, dueños de su futuro.
Ya más adelante, con la base bien estable, se podría ver si interesa o sigue sin interesar.
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