Durante la ceremonia de clausura de los JJOO 2012, casi me emocioné al escuchar el himno nacional inglés coreado por decenas de miles de personas. No fue un arrebato de súbito patriotismo foráneo sino, tal vez, la consecuencia de haberme perdido ese himno español que hoy me es imposible cantar, entre otras cosas porque no tiene letra y también porque no siento nada cuando lo escucho. Y en verdad, me duele mi apática insensibilidad ante un símbolo patrio tan significativo.
Probablemente haya influido en mi abulia por la 'Marcha real' el hecho que, de pequeño, me obligaran a escucharla (y a veces cantarla) cada mañana en mi instituto mientras se izaban las banderas. Era la rutina diaria de una España en blanco y negro que hoy me produce picores cuando acuden a mi mente mi mente unas estrofas que ahora asocio con cuarteles, uniformes, señores con bigotito recortado en rostros severos y rasurados que olían a 'Varon Dandy'. También con unos surrealistas "yunques y flechas que cantaban al compás de un himno" que nunca nadie me explicó. Y si lo hicieron, no debieron hacerlo muy bien, porque aun hoy confundo los yunques con una “camisa nueva que tú bordaste en rojo ayer” o una pareja compuesta por “Isabel y Fernando cuyo espíritu impera” que murieron “besando la sagrada bandera”. Sin duda era algo demasiado complejo para un niño de diez años.
Reconozco que en algún momento de mi vida habría podido hacer el esfuerzo de aferrarme al himno nacional español hasta llegar a sentirlo como algo “mío”. Pero lo cierto es que nunca lo hice.
Sin embargo, justo es dejar constancia de que, aunque lo hubiera intentado, me habría sido imposible; pues tanto el himno como la bandera española estuvieron “secuestrados” (en cierto modo aun lo están) por quienes ansiaban una España que fuera la "reserva espiritual de occidente". Unos presuntos patriotas de 'su' patria, que esperaban y esperan el regreso de “banderas victoriosas al paso alegre de la paz” y que "vuelva a reír la primavera que por cielo, tierra y mar se espera”
Y claro, así planteado, es fácil entender que a veces me emocione al escuchar los himnos nacionales de otros países y nunca me suceda cuando es el mío el que suena.
Que cosas ¿verdad?
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