¿Se imaginan que Ana Botella presenta su dimisión por el caso Madrid Arena?. Yo tampoco me lo imagino, porque su ego y su soberbia le impiden ver el espectáculo tan indecente que está ofreciendo. A pesar de la más que evidente responsabilidad del Ayuntamiento de Madrid en este caso, que ha costado la vida de cuatro jóvenes, la alcaldesa de Madrid tuvo la brillante idea de viajar a Lisboa a celebrar su magnífica gestión a un Hotel-Spa de lujo, junto a su marido Jose María Aznar. El mismo jueves en el que tuvo lugar la tragedia del Madrid Arena, y después de visitar el Instituto Anatómico Forense donde se encontraban los cuerpos aún calientes de las tres jóvenes muertas ese día, la alcaldesa puso rumbo a Lisboa.
Esta decisión demuestra una falta absoluta de ética, de sensibilidad hacia las familias de las víctimas, y una falta de responsabilidad política como máxima autoridad del Ayuntamiento que debería haber puesto todos los medios para evitar esta tragedia, que merecería sin más la dimisión de Ana Botella al frente del consistorio madrileño. Pero esta indecencia tuvo una segunda parte. Ese viernes, un día después de producirse la muerte de las tres jóvenes y con otra joven en estado crítico, y ante la multitud de noticias que ponían al descubierto las negligencias cometidas por la administración pública al conceder los permisos para la celebración de ese trágico evento, la alcaldesa regresó a Madrid para ofrecer una rueda de prensa.
De esa rueda de prensa lo más destacado fue la decisión tomada por la alcaldes a modo de salvavidas: "Nunca más, mientras yo sea alcaldesa, cederemos ningún edificio del Ayuntamiento para este tipo de eventos". Muerto el perro se acabó la rabia, debió pensar la alcaldesa. Cuando no hay capacidad para gestionar, para supervisar, para prevenir, para resolver los problemas, lo más fácil es prohibir, muy típico de la derecha reaccionaria a la que pertenece Ana Botella. A la mañana siguiente, el mismo sábado en el que moría la cuarta joven, Ana Botella, tan católica ella, decidió regresar de nuevo a Lisboa donde la esperaba su marido, uno de los cómplices de los crímenes de Irak, entre otras cosas.
Qué son cuatro jóvenes muertas para quienes tienen a sus espaldas millones de muertes inocentes. Que siga la fiesta, disfrutemos de las aguas termales, de los campos de golf, de las instalaciones hípicas, y de los mejores restaurantes de Portugal, mientras las familias velan los cadáveres de sus cuatro hijas muertas, y mientras los ciudadanos madrileños y españoles exigen explicaciones y que se depuren responsabilidades.
Este comportamiento de Ana Botella no tiene justificación alguna. Ni siquiera puede apelar al recurrente argumento de que "la investigación está todavía abierta". Es inaceptable desde el punto de vista político y humano. Si viéramos en una gran democracia esta señora, elegida alcaldesa por obra y gracia de su marido y nó por los ciudadanos madrileños, no podría estar ni un minuto más en su cargo. Pero es tal el grado de degeneración democrática de este país, que no sólo no dimite sino que aquellos que pedimos su dimisión somos tachados de demagogos, de oportunistas, o de radicales. En este país no se dimite, no importa si estás imputado en un caso de corrupción o si bajo tu responsabilidad tienes varios cadáveres sobre la mesa.
Este comportamiento de Ana Botella no tiene justificación alguna. Ni siquiera puede apelar al recurrente argumento de que "la investigación está todavía abierta". Es inaceptable desde el punto de vista político y humano. Si viéramos en una gran democracia esta señora, elegida alcaldesa por obra y gracia de su marido y nó por los ciudadanos madrileños, no podría estar ni un minuto más en su cargo. Pero es tal el grado de degeneración democrática de este país, que no sólo no dimite sino que aquellos que pedimos su dimisión somos tachados de demagogos, de oportunistas, o de radicales. En este país no se dimite, no importa si estás imputado en un caso de corrupción o si bajo tu responsabilidad tienes varios cadáveres sobre la mesa.
Me estoy acordando concretamente de las 62 víctimas del accidente del YAK-42, y del repugnante comportamiento de Trillo y el resto de miembros del gobierno de Aznar. No importa si son cuatro los muertos o cuatrocientos. Y no importa porque este tipo de políticos - que nó todos los políticos - consideran las instituciones públicas como una propiedad privada. Una propiedad privada que utilizan para su propio beneficio y el de sus amigos y familiares (recuerden por ejemplo la boda de la hija de Ana Botella y Aznar en el Escorial). Y como tal propiedad privada la defienden y no tienen la más mínima intención de abandonarla, ocurra lo que ocurra. Consideran que están defendiendo lo suyo. Carecen de un sentimiento fundamental para dedicarse a la política: el de servicio público, el de sacrificar tus intereses personales por el bien de la mayoría. Lo público es de "ellos" y de nadie más.
Sólo desde esta visión antidemocrática, egoísta y corrupta de lo que es un cargo público, se entiende que a día de hoy Ana Botella no haya presentado su dimisión, ni que su partido haya dicho nada al respecto. Tampoco los medios de comunicación - entregados a la causa partidista - ni los ciudadanos lo estamos exigiendo como debiéramos. ¿Por qué permitimos que nos falten el respeto de esta manera?.
Sólo desde esta visión antidemocrática, egoísta y corrupta de lo que es un cargo público, se entiende que a día de hoy Ana Botella no haya presentado su dimisión, ni que su partido haya dicho nada al respecto. Tampoco los medios de comunicación - entregados a la causa partidista - ni los ciudadanos lo estamos exigiendo como debiéramos. ¿Por qué permitimos que nos falten el respeto de esta manera?.
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