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lunes, 5 de noviembre de 2012

El vampirismo de la política

Hay días en los que la política da asco. No hay otro calificativo. La rastrera, la de la foto fácil, la que alimenta con mucha razón una desafección que hace que el ciudadano ya no crea en los cargos públicos.
El pasado sábado, la socialista Elena Valenciano protagonizó uno de los actos más repugnantes que he visto en los más de diez años que llevo cubriendo información política. Me dio vergüenza ajena y he de reconocer que el desprecio que sentí hervía a borbotones dentro de mí. Un rechazo profundo al ver su desmedido interés por publicitar la caridad.

El PSOE convocó a los medios de comunicación en el Banco de Alimentos de la Pobla de Vallbona. Elena Valenciano, con jeans, botas camel, chaqueta rosa chicle y pañuelo a juego quiso ejercer de falsa samaritana.

En una pequeña calle de un polígono industral del municipio, una cola de personas esperaba su turno para llevarse a casa un carro de alimentos de primera necesidad. Comida para mantener a la familia durante unos días. Un viaje que siempre es de ida y vuelta. Gente de todo tipo. Mujeres, hombres, niños que, seguramente, hicieron la visita al Banco de Alimentos sin la necesidad de que nadie publicitara su angustia, su desesperación. Porque no es gente que pide, es gente a la que le dan, a la que ayudan desde una organización compuesta por muchos voluntarios anónimos con un presidente, llamado Jaume Serra, que se desvive desde hace veinte años por los demás.

El PSOE, en un ejercicio de carroñerismo político, montó desde Madrid un sarao para dar publicidad a su cínico buen hacer. Valenciano, la guapa que llamó feo al futbolista Ribery sin saber que el francés tiene el rostro desfigurado por un accidente de tráfico, bajó de su coche oficial dispuesta a protagonizar el acto vomitivo del día.

La imagen más pobre


Arropada por un séquito de cargos públicos, la vicesecretaria de Ferraz se plantó primero en la nave en la que se repartían los alimentos. Los de la cola, los que iban a por la comida, no derrocharon ni una media sonrisa ante aquella intrusa, pero demostraron tener mucha más dignidad que una señora que, a las primeras de cambio, cogió una caja cargada de alimentos que le acercó uno de sus colaboradores para hacerse la foto más rastrera del día. Un chico de la caravana socialista se encargó de inmortalizar todo aquello con su iPad y ella de publicitarlo después en su facebook.
Valenciano, una vez satisfecho su ego, se marchó de aquella nave sin acercarse a la cola y reconocer sus culpas: “Señores, ustedes están aquí porque nosotros también lo hicimos mal”.

Signes retrató el planeado plató de televisión


La desfachatez llegó a su máximo exponente segundos después. En la otra nave, el PSOE montó un plató de televisión. Una furgoneta llegó para colocar dos torres con focos, varios altavoces y micrófono para la prensa. El escenario, decenas de cajas de comida apiladas en palés para darle más realismo al asunto. Valenciano, muy mona ella, lamentó en su propio reality que la gente pase hambre como si aquello no fuera con ella.

La chica anunció a bombo y platillo que el sueldo de los diputados de su grupo el 14-N, día de la huelga general, iría para el Banco de Alimentos, y desveló que Jaume Serra, segundos antes, le había dicho que uno de los productos del que más carecen es del aceite. El presidente del Banco de Alimentos le pidió que no utilizara el secreto en su intervención pero a ella le dio igual. Lo dijo y se quedó tan ancha. “Sin aceite no se puede cocinar”, señaló. La diputada necesitaba el marco perfecto para promocionar su caridad.

Valenciano no entendió nada del mensaje que dio después Jaume Serra. El presidente del Banco de Alimentos, un señor de pies a cabeza, inició su discurso con una frase demoledora para la clac allí reunida: “Somos apolíticos y aconfesionales”. La política, como si oyera llover. Y tras ser preguntado por los periodistas, el máximo responsable de la entidad, tiró de ironía fina: “¿Los políticos?, ya se sabe. Una vez venido, nada de lo prometido”.

La socialista no debió entender aquello porque siguió a la suya, con sus focos, sus fotos y sus Ipads. Cumplió la papeleta, se subió al coche oficial y hasta la próxima. Me consta que hasta los socialistas del terreno se quedaron anonadados con el montaje de la señora.

Allí se quedaron los voluntarios, a lo suyo, que no es otra cosa que ayudar a los que más necesitan. Ojipláticos con lo que acababan de ver y con una aparente calma por aquello de que la política es así. Los chicos de los focos desmontaron en dos minutos y se largaron con su plató hollywodiense por donde habían venido.

Jaume Serra, con su grupo de colaboradores, siguió a la faena: ordenando productos, apilando palés y cargando carros para poder comer.

Horas después de la publicitada caridad de Valenciano, desde el Banco de Alimentos se emitió un comunicado rechazando con mucha educación el donativo: “Somos apolíticos”. Además, se pidió que los partidos se abstengan de montar nuevos saraos de este estilo. Chapó.

No vi pobres en aquellas naves. Sentí la dignidad de muchas personas, el orgullo de la gente que formaba aquella cola para poder comer y la dedicación de las que ayudan desinteresadamente desde hace muchos años.

La única miseria que percibí fue la del espíritu de la señora Valenciano, que no sé si donó algo a título personal. Si lo hizo, la verdad, me da igual. Odio el vampirismo político.

por Héctor Esteban
 
 
 

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