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sábado, 5 de enero de 2013

Indefensión aprendida y consumismo: un arma en defensa del sistema capitalista

Como los perros del experimento de Seligman, aunque suframos y nos duela ser lo que somos dentro del capitalismo, hemos renunciado por completo a escapar de él, y hemos aprendido a no luchar por ello, sino simplemente a resignarnos en nuestro dolor y nuestro sufrimiento...
1 No vale la pena hacer nada, porque haga lo que haga nada cambiará

Martin Seligman (1991)1 se preguntó qué motivaciones llevaban a las personas a reaccionar de diferente manera ante las adversidades que van encontrando en sus vidas. Mientras unas personas son capaces de enfrentarse a sus problemas sin venirse abajo por muy duros que estos fueran, otras son incapaces de hacer frente a los mismos sin hundirse, por pequeños que sean.



El autor, en sus investigaciones, trató de buscar en las propias experiencias vitales de las personas una respuesta a dicho interrogante. Una de sus conclusiones fue que las personas, sobre todo en etapas tempranas de la vida, cuando se han visto acorraladas en situaciones altamente aversivas ante las cuales no podían reaccionar o huir, aprenden a sentirse desamparadas y a dejar de confiar en su propia valía para poder escapar de los problemas que tengan que afrontar. Es decir, uno aprende, consciente o inconscientemente, a quedarse paralizado frente a determinadas situaciones problemáticas ante las cuales parece no haber salida: se aprende a ser indefenso apriori.


Este desamparo aprendido, esta indefensión apriori, está acompañado además de pensamientos destructivos, que finalmente son los que ejercen como determinantes finales de las conductas que los sujetos asumen cuando deben hacer frente a algún problema, especialmente cuando este parece no tener una solución fácil. Las conductas que acaban por asumir las personas que se encuentran en esta situación, según el mencionado autor, son: la reacción de bajar los brazos y darse por vencidas, el no asumir la responsabilidad de producir cambios y el no contestar frente a las adversidades.


En pocas palabras, estas personas aprenden a enfrentar sus problemas, especialmente cuando estos son graves y de difícil solución, con resignación absoluta y a no hacer nada para salir de ellos. Esto sucede, según Seligman, porque han construido, sin quererlo, una paralizante teoría: la creencia de que no vale la pena hacer nada, porque haga lo que haga nada cambiará.

¿Les suena de algo semejante pensamiento?, ¿tiene alguna relación con el normal discurrir de la vida política? , ¿lo han escuchado alguna vez en boca de sus semejantes?


No es la psicología pura, claro, lo que nos interesa en este punto, sino las implicaciones que este tipo de pensamientos, y sus consecuentes conductas asociadas, tienen para con la vida de las personas, y en especial para con la implicación (o no) de estas en proyectos políticos con aspiraciones revolucionarias. Pese a la necesidad de explicar lo anterior como elemento introductorio, no queremos hablar en este texto, pues, de problemas individuales, sino de problemas colectivos que, como tales, requieren de soluciones colectivas, tal cual es el caso, por ejemplo, de la participación activa en una revolución política con la que derribar un sistema injusto.

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