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jueves, 14 de febrero de 2013

La renuncia del Papa y la crisis del Vaticano

El sucesor de Juan Pablo II representa al sector más reaccionario y conservador de la Iglesia Católica. Su pertenencia a las juventudes nazis y su periodo en el ejército alemán en los últimos años de la II Guerra Mundial lo confirman.
 
 
La noticia de la renuncia de Benito XVI fue recibida con cierta sorpresa en todo el mundo cristiano. Pese a los importantes escándalos que afectaron el relativamente corto papado de Joseph Ratzinger (8 años), él parecía estable. Las filtraciones de documentos secretos del Vaticano, suministradas por el mayordomo del Papa, así como los innumerables casos de pedofilia marcaron la era Ratzinger. La decadencia moral de la iglesia católica es clara y evidente para un número cada vez mayor de personas, creyentes o no.


El sucesor de Juan Pablo II representa al sector más reaccionario y conservador de la Iglesia Católica. Su pertenencia a las juventudes nazis y su periodo en el ejército alemán en los últimos años de la II Guerra Mundial lo confirman. Además, antes de ser Papa, Ratzinger lideró la cruzada contra los representantes de la teología de la liberación. Esta ideología, surgida en Latinoamérica en los años 60, era considerada demasiado “subversiva y próxima al marxismo”. A teólogos importantes como el brasileño Leonardo Boff y el salvadoreño de origen español Jon Sobrino, se les prohibió enseñar en instituciones católicas, y fueron perseguidos y excomulgados.


Apodos como “el gran inquisidor”, “el rotweiler de Dios” o “el Panzerkardinal” (en referencia a los tanques alemanes utilizados en la II Guerra) no son mera coincidencia. Ya en los años 80 el futuro Papa dejó claras sus intenciones si un día llegaba a liderar la Iglesia Católica: “La restauración que propiciamos busca un nuevo equilibrio después de las exageraciones y de una apertura indiscriminada al mundo” (Rapporto sulla fede, 1985). Con la “apertura indiscriminada” Ratzinger se refería al Concilio Vaticano II (1959), considerado por muchos como un concilio histórico que promovió reformas importantes en la iglesia católica. Benito XVI fue elegido para dar continuidad al giro conservador iniciado por Juan Pablo II.


La renuncia del Papa expresa, sobre todo, una crisis sin precedente en una de las instituciones que ha cometido algunos de los crímenes más bárbaros contra la humanidad. Alianzas con los regímenes fascistas de Hitler y Mussolini, la inquisición contra los “herejes” y la “evangelización” (léase masacre) de los indígenas americanos son solo algunos de ellos. La iglesia es una institución milenaria que pudo sobrevivir hasta hoy porque siempre tejió las alianzas necesarias con las clases dominantes. La ideología reaccionaria de la Iglesia Católica cumple un papel determinante en la conservación del status quo. Asimismo, el Vaticano es una de las principales instituciones financieras del mundo.

 Se desconocen sus reservas en dólares, oro y bienes materiales y financieros. La grave crisis capitalista actual debe haber afectado de alguna manera a sus ganancias provocando fricciones internas. Es difícil saber con certeza el tamaño de la crisis, pero seguramente en los próximos meses se destaparán más escándalos.


La reacción de la mayoría de los líderes mundiales fue de respeto y “comprensión” hacia la renuncia del papa. Nuestra reacción es la de reafirmar el papel nefasto de esta institución arcaica, que es una de las herramientas ideológicas más útiles a la burguesía y a sus gobiernos. El Vaticano utiliza el derecho a la libertad de creencias para alienar a sectores sociales enteros. Sus doctrinas ultrarreaccionarias no aceptan el cambio y pregonan la existencia de un orden social inmutable y estático. La iglesia es una institución anacrónica, es decir, fuera de su tiempo, que ya no debería existir.

por Gabriel Huland

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Publicado en Opinión
 
 
 
 

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