Nada resulta más esclarecedor para comprender la verdadera dimensión de los acontecimientos que el paso del tiempo. Por ejemplo, en el siglo XVII casi nadie se cuestionaba que la esclavitud constituía una atrocidad. Sin embargo, a principios del siglo XXI a muy poca gente (me niego a llamarles personas a las que siguen considerando la esclavitud como una opción viable) se le ocurre plantearse la necesidad de la esclavitud (digo a muy poca gente porque existen formas de esclavitud en la actualidad, que van desde la esclavitud de mujeres que ejercen la prostitución contra su voluntad, hasta la de personas que viven, y sobre todo trabajan, en condiciones infrahumanas, cuando no de esclavitud, en sectores tan lucrativos como el coltán o la extracción de diamantes).
Sin embargo, aunque ahora podamos tener una perspectiva distinta, fueron personas de esos siglos los que comprendieron lo injustificable que resultaba negar a ciertas personas todo derecho, considerándolas poco más que mulas de carga. En nuestra historia tenemos unos cuantos ejemplos de lo que narro. Fray Antonio de Montesinos, como cabeza visible de un grupo de dominicos, y su "seguidor" más conocido, Fray Bartolomé de las Casas, denunciaron el abuso que los conquistadores españoles ejercían contra los nativos de americanos, lo que provocó encendidas discusiones en España y que, en teoría, se respetase, en mayor o menor medida, a los indígenas, proponiendo alternativas como la de llevar esclavos negros, ¡qué no parecían tener alma!, lo que permitía que fueran mano de obra esclava, para realizar los trabajos más penosos.
Habitualmente se tiende a satanizar a los españoles que fueron, muchas veces a sangre y fuego, a América en busca de las riquezas que no encontraban en Castilla. Sin querer justificar esas acciones, me gustaría que nos pusiésemos en el contexto temporal y comprobáramos como la esclavitud, no sólo de ciudadanos negros o de aborígenes americanos, era algo tan frecuente en aquella época como las guerras. La esclavitud era parte del negocio, si no tenían suerte, de aquellos que surcaban el Mediterráneo, por poner un ejemplo. Una batalla perdida contra el sarraceno podía acabar con los huesos del perdedor en cualquier mercadería de esclavos (se estima que más de un millón de europeos fueron vendidos como esclavos por los seguidores de Mahoma entre los siglos XVI al XIX). Baste recordar que empiristas como Locke, siglo XVII, justificaban la esclavitud sin ningún tipo de ambages. Esclavitud, de la que se lucraban, a través del comercio de esos esclavos, potencias, como la británica o los Países Bajos, que tanto hicieron por difundir la Leyenda Negra española, en un contexto de lucha colonial, donde la propaganda también jugaba un factor importante.
Por tanto, el fenómeno de la esclavitud se puede considerar como un hecho generalizado, y desgraciado, que marca una forma de entender las relaciones sociales y/o el modo de producción en la Edad Antigua, en la Edad Media y en la Edad Moderna (incluso en la Edad Contemporánea, como muestra la Cuba colonial).
Sin embargo, a pesar de la Leyenda Negra, basada en la explotación, real, que sufrieron los aborígenes americanos, la actuación de los españoles no fue muy diferente, seguramente nada diferente, a la que otras potencias europeas hubiesen tenido, y tuvieron, cuando les tocó su turno. Tal vez, como se ha dicho hasta la saciedad, la gran aportación del Reino de Castilla a la colonización de América fue el mestizaje, la unión, forzada o no, con mujeres aborígenes. Sin embargo, sí que existió algo diferente, muy diferente, a la actuación de otros imperios con respecto a sus nuevos súbditos: la denuncia que hicieron ciertos religiosos de los abusos cometidos sobre los indígenas por parte de los castellanos. No sólo eso, estas denuncias llegaron tempranamente a la monarquía y se estudió el asunto en profundidad, al menos con la profundidad de la época, dando lugar a encendidas discusiones y a leyes totalmente revolucionarias en aquel momento.
Resulta chocante que una visión rompedora en aquellos años, la de la dignidad del ser humano, sea cual sea la procedencia, color de la piel, patria... se pase por alto y se incida, casi en exclusiva, en lo que intenta abolir, achacando esa actitud, casi en exclusiva, a los conquistadores españoles. Uno, que no se siente patriota, ni poco ni mucho, y que no cree que se deba pedir perdón por lo que nuestros antecesores hicieron hace cinco siglos (si yo no tengo la culpa de lo bueno y malo que hiciera mi bisabuelo, mucho menos tengo responsabilidad sobre las acciones de personas, aún más lejanas en el tiempo, que actuaron en función de sus intereses y de lo que "estaba de moda" en el tiempo que les tocó vivir.
Además, desde mi punto de vista, con esta visión se intenta tapar un asunto mucho más delicado y actual: el injusto reparto de la riqueza en los países Latinoamericanos, en el que multinacionales españolas sí que tienen responsabilidad, y en el que los conquistadores del siglo XVI o XVIII poco o nada tienen que ver), más bien se debería analizar la capacidad de "autocrítica", adelantándose a su época, de unas personas, que no dudaron en denunciar los abusos sistemáticos a los que eran sometidos los aborígenes americanos. Seguramente que Fray Antonio de Montesinos y Fray Bartolomé de las Casas si en vez de nacer en esta reseca piel de toro, hubiesen nacido en EE.UU. o en Inglaterra a estas horas tendrían una película con su nombre.
Una película plagada de Oscars (la vida de Fray Bartolomé da para ello, pues, en un principio, su objetivo era enriquecerse en el Nuevo Mundo, variando su visión y su actitud con el transcurso de los años, no muchos). Con total probabilidad, ambos, y algún otro, serían considerados como adalides de la igualdad, y los dos sermones del dominico alcanzarían la categoría de pilar de todos los movimientos igualitarios habidos en el planeta y, que nadie lo dude, existiría un museo en su lugar de nacimiento, que sería parada obligatoria para todo aquél que se acercara por Sevilla. Pero aquí no. En este país de bienpensados y golfos, estos dos personajes, junto con otros, son ninguneados y se utilizan para reinterpretar la historia, juzgando el siglo XVI con una mentalidad del siglo XXI.
Mísero país en que unos adelantados a su tiempo, que no dudan en enfrentarse a sus superiores y a las autoridades para defender los derechos de los indios, de los indefensos, son ninguneados por los intereses bastardos de unos pocos.
Un saludo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION