Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


domingo, 14 de abril de 2013

Cospedal tilda los escraches de “nazismo puro” propio de antes de la Guerra Civil

Nazismo

Si hay algo peligroso en la vida moderna es utilizar la palabra nazismo contra alguien. Si no fuera tan peligroso decirlo, sería la prueba del nazismo que alberga en quien acusa. María Dolores de Cospedal ha declarado que los escraches son puro nazismo. No le basta con que los tribunales españoles hayan condenado al ex portavoz del Gobierno Aznar, Miguel Ángel Rodríguez, por habérselo llamado al doctor Montes.

Lo manifestado por Cospedal es la forma más grave de violencia, en sí y como incitación. Si el Fiscal General del Estado no interviene para iniciar el encausamiento de Cospedal, estaremos ante un abandono palmario de sus funciones. Es más, en tanto eso no ocurra, estará legitimando la actuación de los participantes en escraches. Se ha llegado a un enfrentamiento pleno entre la sociedad civil y las instituciones políticas.

 Cospedal no tiene derecho de labia y pernada sobre los ciudadanos que defienden sus intereses como mejor pueden, y contra los que el Estado dispone de mecanismos legales bastantes para castigarlos. Pero catalogar de nazis a esas personas, o nazismo al movimiento, constituye la mayor afrenta posible hacia ellos. Es mucho peor que llamarles hijos de la gran puta o cualquiera otra expresión del idioma.

El nazismo ha sido la más alta cima de la abyección, la mayor aberración de la condición humana, y los nazis sus más fieles representantes. Supone, por si la cultura de Cospedal no alcanza a saberlo, la desaparición del ser humano libre, el odio hasta la aniquilación de razas, la utilización de la mentira para la consecución de fines abyectos, la creación de una parafernalia para seducir a los ciudadanos. Ha sido, como se sabe hasta la saciedad, la causa de millones de muertos y todo tipo de atrocidades culturales y sociales, una muestra brutal del horror de la violencia. Aplicar esos conceptos a quienes, equivocadamente o no, luchan contra la pérdida de sus viviendas, descalifica y deslegitima política y personalmente a quien, impunemente, los utiliza.

Todo tiene un tope, todo tiene un límite, pero la sociedad española, incluso la más reaccionaria y conservadora, no puede tolerar tales acusaciones sin exigir sanción, y permitir que caiga en la mera frivolidad o en la comprensión o el olvido. El de Cospedal ha sido el mayor ataque a la democracia española ante el estúpido y falaz argumento empleado al decir que acosar a los representantes de los partidos políticos es poner a esos partidos en la diana. En un acto reflejo, se le ha ido por la boca lo que realmente piensa y desea. No es digna de representar ni a ciudadanos ni a su partido.

 Salvo que estemos de acuerdo en que en España el nazismo está en la mente de sus dirigentes, que no en sus ciudadanos. Cospedal o la sembradora de cizaña y violencia.
¿Ampara la libertad de expresión a esta señora, y a su largo rosario de afirmaciones nefandas? ¿Le ampara su inmunidad parlamentaria esta impunidad e indecencia? ¿Condena la sociedad y la ley a Ada Colau y absuelve a María Dolores de Cospedal?

 Personalmente yo abominaré de la política y de la Fiscalía en tanto esto quede impune. Con la expresión de su pensamiento, Cospedal se erige en el personaje más repugnante e indeseable de España. Y, con su silencio, Rajoy se convierte en cómplice.
Arturo González

http://politica.elpais.com/politica/2013/04/13/actualidad/1365848717_144600.html



Nazismo

Si hay algo peligroso en la vida moderna es utilizar la palabra nazismo contra alguien. Si no fuera tan peligroso decirlo, sería la prueba del nazismo que alberga en quien acusa. María Dolores de Cospedal ha declarado que los escraches son puro nazismo. No le basta con que los tribunales españoles hayan condenado al ex portavoz del Gobierno Aznar, Miguel Ángel Rodríguez, por habérselo llamado al doctor Montes.

Lo manifestado por Cospedal es la forma más grave de violencia, en sí y como incitación. Si el Fiscal General del Estado no interviene para iniciar el encausamiento de Cospedal, estaremos ante un abandono palmario de sus funciones. Es más, en tanto eso no ocurra, estará legitimando la actuación de los participantes en escraches. Se ha llegado a un enfrentamiento pleno entre la sociedad civil y las instituciones políticas.

Cospedal no tiene derecho de labia y pernada sobre los ciudadanos que defienden sus intereses como mejor pueden, y contra los que el Estado dispone de mecanismos legales bastantes para castigarlos. Pero catalogar de nazis a esas personas, o nazismo al movimiento, constituye la mayor afrenta posible hacia ellos. Es mucho peor que llamarles hijos de la gran puta o cualquiera otra expresión del idioma.

El nazismo ha sido la más alta cima de la abyección, la mayor aberración de la condición humana, y los nazis sus más fieles representantes. Supone, por si la cultura de Cospedal no alcanza a saberlo, la desaparición del ser humano libre, el odio hasta la aniquilación de razas, la utilización de la mentira para la consecución de fines abyectos, la creación de una parafernalia para seducir a los ciudadanos. Ha sido, como se sabe hasta la saciedad, la causa de millones de muertos y todo tipo de atrocidades culturales y sociales, una muestra brutal del horror de la violencia. Aplicar esos conceptos a quienes, equivocadamente o no, luchan contra la pérdida de sus viviendas, descalifica y deslegitima política y personalmente a quien, impunemente, los utiliza.

Todo tiene un tope, todo tiene un límite, pero la sociedad española, incluso la más reaccionaria y conservadora, no puede tolerar tales acusaciones sin exigir sanción, y permitir que caiga en la mera frivolidad o en la comprensión o el olvido. El de Cospedal ha sido el mayor ataque a la democracia española ante el estúpido y falaz argumento empleado al decir que acosar a los representantes de los partidos políticos es poner a esos partidos en la diana. En un acto reflejo, se le ha ido por la boca lo que realmente piensa y desea. No es digna de representar ni a ciudadanos ni a su partido.

Salvo que estemos de acuerdo en que en España el nazismo está en la mente de sus dirigentes, que no en sus ciudadanos. Cospedal o la sembradora de cizaña y violencia.
¿Ampara la libertad de expresión a esta señora, y a su largo rosario de afirmaciones nefandas? ¿Le ampara su inmunidad parlamentaria esta impunidad e indecencia? ¿Condena la sociedad y la ley a Ada Colau y absuelve a María Dolores de Cospedal?

Personalmente yo abominaré de la política y de la Fiscalía en tanto esto quede impune. Con la expresión de su pensamiento, Cospedal se erige en el personaje más repugnante e indeseable de España. Y, con su silencio, Rajoy se convierte en cómplice.

Arturo González





María Dolores de Cospedal aprovechó este sábado un acto del PP organizado para conectar con los ciudadanos y recuperar el prestigio de la política para arremeter, sin término medio, contra uno de los efectos de la presión social. La número dosde los populares tildó los escraches de las víctimas de los desahucios de “nazismo puro” y reflejo de “un espíritu totalitario y sectario” propio de los años treinta.


Al finalizar una mesa redonda sobre la pérdida de confianza y el desapego ciudadano a la clase política que certifican todas las encuestas, la secretaria general del PP consideró que las polémicas protestas frente a los domicilios de dirigentes y parlamentarios de la formación suponen un intento de “tratar de violentar el voto” y las reglas de la representatividad democrática. Así, en su opinión, “por muy loable y defendible” que sea la causa de los afectados por las ejecuciones hipotecarias, “todo pierde el sentido cuando se ejerce la violencia para conseguirlo”.

Cospedal, que argumenta que se está persiguiendo a los políticos que “hacen algo ahora, pero no se persiguió a los que antes no hicieron nada”, se remontó además a la década de los treinta y a los años previos a la Guerra Civil, cuando, dijo, se iba a señalar a las casas de ciertas personas por su pertenencia a determinados grupos.


En el PP, sin embargo, insisten en que “por primera vez en la historia de España, el Gobierno se está ocupando de los desahucios”. Lo señaló Cospedal, que pretendía reivindicar la política y el sentido de los partidos en un acto moderado por Esteban González Pons y en el que participó el ministro de Industria, José Manuel Soria. “Sin políticos no hay política y sin política no hay democracia...


Jugar a que la diana sea el político es ir contra la democracia”, reiteró la secretaria general.


No nombró siquiera la palabra escrache —no le gusta, apuntó—. En cambio, la máxima responsable del partido después de Mariano Rajoy se decidió a mencionar directamente al extesorero Luis Bárcenas tras evitar hacerlo incluso en la última Junta Directiva Nacional del PP. “No voy a evitar el nombre”, enfatizó. “El señor Bárcenas, el que fue hasta hace tres años tesorero del PP, está inmerso en dos o en tres procedimientos judiciales iniciados algunos antes de que gobernara el PP, pero continuados con el Gobierno del PP”.


 Esta circunstancia, según Cospedal, demuestra la independencia de jueces y fiscales y es “un reflejo de calidad democrática”. La dirigente popular, además, fue más allá al declararse como “la primera indignada” tras conocer “lo que hacía y lo que tenía el tesorero”. No obstante, quiso zanjar marcando distancias: “Pero serán los tribunales, si queremos vivir en un país habitable, los que tengan que decidir”.


Antes de la intervención de Cospedal, Pons moderó una mesa redonda, celebrada en una cafetería del madrileño barrio de Salamanca, a la que asistieron varios diputados del PP, miembros del Comité Ejecutivo Nacional y la presidenta del partido en la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. En ella intervinieron el empresario y expolítico Rodolfo Martín Villa, que animó a buscar la “complicidad” entre los principales partidos y contextualizó la Transición frente a la etapa actual; el sociólogo Narciso Michavila, quien recordó  que el problema no son las protestas por los desahucios sino los desahucios en sí; y la periodista Isabel Durán.


 
 
 
 

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