Las huelgas, generales o sectoriales, son intolerables porque "perjudican" y "empeoran la situación económica" del país. Las manifestaciones dan "una imagen de España nefasta" y espantan a los desinteresados inversores extranjeros que están deseando sacarnos del pozo. Las concentraciones, acampadas, encierros en Bancos,... y demás métodos de protesta ciudadana intranquilizan a los mercados financieros y dañan a la "Marca España". Los "escraches" son actos violentos que atentan contra los derechos de los diputados y dirigentes políticos en el poder que no pueden descansar tranquilamente en sus apacibles casas; son actos de terrorismo propios de "filoetarras", "nazis", "fascistas", o lo que es peor aún, de comunistas.
Y el gobierno, como garante de los derechos y libertades de los españoles de bien, se ve obligado a actuar de forma contundente contra esta chusma, contra estos "caballeretes" (tal y como llamó el fascista Manuel Fraga a Julián Grimau cuando fue asesinado por su policía) que pretenden violentamente romper la convivencia en España. ¡Mano dura! por el bien de España, y si tiene que ser a "ostias" pues a ostias, como proclama a los cuatro vientos el dirigente del PP canario Sigfrid Soria enarbolando la bandera de la "legítima defensa" (siguiendo ese argumento de la "legítima defensa" ¿por qué no permiten el uso de las armas como ocurre en EE.UU? Todo se andará).
Con estas cuatro frases y esta superficialidad intelectual tan enorme se pueden resumir los argumentos que utiliza el establishment político y mediático para criminalizar y despreciar cualquier tipo de protesta ciudadana que pongan en cuestión sus dogmas y doctrinas neoliberales. Los verdugos pretenden presentarse como las víctimas, unas víctimas que no tienen más remedio que defenderse por el bien de "todos nosotros".
Creo que llegados a este punto, desde el gobierno ya tardan en recuperar aquella "brillante" idea que tuvo el que fue alcalde de Madrid José María Álvarez del Manzano (PP), que no era otra que habilitar en las afueras de la ciudad un "manifestódromo" para que los ciudadanos pudieran ejercer su derecho de manifestación pero sin entorpecer el tráfico y molestar al resto de ciudadanos. Vamos, una manifestación como dios manda. En concreto, el 16 de junio del año 2.000, la noticia decía esto: "El alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, afirmó ayer que su "ideal" sería implantar un "manifestódromo" que, en su opinión, permitiría un tráfico "más tranquilo" en la ciudad, si bien reconoció la "dificultad" de encontrar un lugar adecuado para las concentraciones. "Cuando no hay manifestaciones en Madrid el tráfico discurre con bastante fluidez", señaló Álvarez del Manzano. "Cuantas menos manifestaciones, mejor", "todos necesitamos que haya tranquilidad y orden en nuestras calles".
Manifestaciones dirigidas por la Delegación del Gobierno; ejercer la libertad de expresión dentro del horario permitido para ello; concentrarse y protestar dentro del "manifestódromo", donde no molesten a los ciudadanos de bien; expresen sus opiniones en voz baja, no perturben el orden y la tranquilidad en nuestras calles; y sobre todo, hagan el favor, "no se metan en política", dejen trabajar a los "expertos". Y si no lo hacen por las buenas, si se saltan el "orden" establecido para defender los intereses de las élites, el aparato represor del Estado - policías y jueces - actuará contra esas víctimas del sistema que no tienen a bien someterse a los designios del "dios mercado" y las leyes naturales del capitalismo. Esto es democracia, esta es la España nacida de nuestra "modélica" Transición, donde los franquistas que todavía gobiernan el país hoy en día, se acostaron siendo fascistas y se levantaron al día siguiente siendo "demócratas" de toda la vida. De aquellos polvos...
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