La sensación de irrealidad aumenta. No sé si los que habitaban hace siglos lo que después se denominó Europa sintieron lo mismo cuando el Imperio Romano se desmoronaba. Naturalmente, no había televisores de plasma donde lo que más se parece a muñecos de guiñol jugaran a adivinos, imitando a los de las cadenas privadas que a altas horas de la madrugada prometen resolverlo todo para mañana… o para el 2014. “Todo lo que te inquieta, te angustia, te amenaza” se te resolverá cuando se cumpla un siglo de la IGM, en inquietante presagio.
El cartón piedra emplasmado que responde al nombre de Mariano Rajoy sigue hablando en un play-back de faes-miniideas, mientras los peperos paniaguados aplauden el mutis y la prensa, muda, se traga una humillación más. En los tiempos en los que se deshacía la civilización romana se enturbiarían los estanques (los espejos de Narciso) pero, puestos a reflejar lo que sucedía, darían una imagen muy parecida a los televisores de hoy: vanidad de lo más inane, conservada todo lo que se pueda al vacío de la burbuja de una mayoría absoluta que ha demostrado, una vez más, sus efectos letales para que el sentido de la realidad se acerque a la política. Una burbuja, sin embargo, que como todas, más tarde o más temprano encontrará su aguijón bárbaro.
Desde el guiñol aseguraban que España no es un país tan corrupto, caramba, aunque poco después la Infanta Cristina era imputada en base a catorce “indicios” (que ya son) por un juez en Palma. La corrupción no está generalizada, se insistía desde los altavoces, mientras otro juez, esta vez en Catalunya, declaraba también ver “indicios sólidos” de que CDC se lucró con el desfalco del Palau y confirmada la fianza de 3,2 millones por la “financiación ilegal” del partido. El punto de humor lo ponía una de las secretarias de Félix Millet al declarar que también ella había visto en la caja “sobres gruixudets” con billetes de 500 euros (no sólo de Bárcenas son los sobres, no detenta su exclusiva).
La corrupción no está generalizada, España no es un país corrupo, repetía la marioneta cuando no había un sólo punto del estado donde no estalle la indignación: en pocos días se ha sabido que Carlos Fabra irá al banquillo por seis delitos tras nueve años de investigación, que Feijóo y sus amistades más que peligrosas (en una mera foto) descubren la imagen de lo que podría ser una presunta y casi vintage financiación tenebrosa de su partido, y que el ex-consejero de sanidad de Madrid, Manuel Lamela, el verdugo del Dr. Luis Montes, ha firmado el contrato que le aseguraría jugosos (¡y absolutamente legales!) sobres de nómina por actos no tan pretéritos privatizando lo que es de todos (con resultado de sólo beneficiarse él y sus amigos del negocio, en tanto que las señales de alerta de la salud pública pasan de ámbar al rojo).
Y mientras, en Andalucía, el turbio asunto de los ERE por parte de otro presunto delincuente que se insiste en presentar como ex sindicalista (y algunos más) abunda en las pruebas de que este imperio romano nuestro está ya en plena putrefacción… Y aún nos quedarían muchos rincones por visitar, y estadios de fútbol, y sobre todo, estos paraísos fiscales de la Castellana y Paseo de Gracia, con baños alicatados hasta el techo e inodoros atascados, rebosantes de detritus.
¿Remedios de urgencia? Abrir el visor, como hace Rosa María Artal, añadiendo perspectiva a unas noticias de escándalo que ya, por repetidas, parecen tan planas como los plasmas de la burla. O mirar hacia la esperanza, como Toni Barbará, que difunde la Declaración de la Asamblea de los Movimientos Sociales del Foro Social Mundial 2013. Conviene estar en buena forma mental y física, y tener preparadas las alternativas, porque nos ha enseñado el cine de serie B que todos los que se alimentan de sangre humana, cuando finalmente la burbuja estalla y la luz irrumpe (con la transparencia de verdad, no la iluminación de los platós) quedan reducidos a polvo en segundos (ellos, y sus montajes, y sus mentiras). Y sólo dejan tras de sí suciedad y sufrimiento. Porque, como afirma la Declaración de Túnez, “no hay salida dentro del sistema capitalista.”
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