La monja fue a renovarse el DNI con los papeles necesarios y una foto para el carnet. Pero había un pequeño problema. Llevaba la cabeza medio cubierta por el uniforme reglamentario de su congregación. El policía le pidió que se lo quitara para comprobar que si era ella la de la foto. La monjita, ya mayor, lo comentó a sus superioras. La cosa llegó a oídos del arzobispado y de ahí a Interior, desde donde llamaron a la oficina del DNI para ver qué había pasado con la monjita.
A mediados de febrero. La monja se presentó en una comisaría de Pozuelo de Alarcón, en Madrid, envuelta en un hábito marrón con el cuello blanco y el velo negro. Los agentes le indicaron que se retirara el velo, que le cubría frente, orejas y cuello, para corroborar si coincidía con la foto, como marcan las normas.
La conducta de la religiosa fue en todo momento correcta, pero debió contar esta 'aventura' a sus superiores y el asunto llegó a oídos de Rouco Varela, el arzobispo madrileño. Y de ahí saltó hasta el Ministerio del Interior, dirigido por Jorge Fernández Díaz, un integrista del OPUS.
Desde Interior se llamó al comisario jefe de Pozuelo, quien se puso en contacto con la oficina del DNI para preguntar sobre el caso de la monjita. Entre los agentes se armó un pequeño revuelo, que terminó en cachondeo ante el celo del ministro por la susodicha monjita.
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