"Educar a los ricos es inútil, a los pobres peligroso"
No sé de quién es la frase, pero no es mía.
... A Wert más que reprobarle hay que pedirle que deje de apuntarnos con eso.
No son las becas, ni los recortes, no es el 6,5, no es el talento, no es el esfuerzo, es simplemente una lucha de clases. Ahora que no hay categorías morales, si no sociales, la trinchera se sitúa en la nebulosa línea de la oportunidad ya que quienes tienen dinero tienen las mismas oportunidades que ninguno de nosotros.
A estas alturas ya no necesitamos un ministro, nos conformamos con que nos cambien al enemigo.
Todo buen estudiante aprende que las palabras tienen consecuencias. Sin consecuencias el caos, la ruina, o un ministerio. La gente con dinero ama la crisis de ahí la guerra contra la educación.
Onanista de la política, camello de tertulia, homeópata del intelecto, el de la mirada rara y los suyos creen que no somos conscientes de que las mismas leyes que nos mantienen a salvo nos condenan. Y todo eso en un lugar donde pasamos de la dictadura a la decadencia, sin apenas un breve periodo de civilización. España no es un país, España es su negocio.
En algún momento de su vida Wert debió decidir entre la soledad y la vulgaridad. Y no parece estar solo.
Al final de una forma u otra y como siempre, la única salida se encuentra en esa parte donde acaban los brazos. Amigo estudiante, puede resultarte difícil escribir con los las manos rotas de abrirte a puñetazos el camino. Pero no hay otra. Bueno, siempre estás a tiempo de darles la razón. Eso sí: Huye rápido. Vete lejos.
(Toni Garrido)
Los fraudes imaginarios no justifican los recortes de verdad
En un mundo paralelo, hay una España donde los parados se gastan el subsidio de desempleo en televisiones de plasma, las universitarias sin recursos emplean el dinero de la beca en ponerse tetas y los inmigrantes sin papeles practican el turismo sanitario.
Estos fraudes imaginarios sirven para justificar atropellos de lo más real: que se recorte la ayuda a los parados, que se deje a miles de universitarios sin poder estudiar o que haya gente que se muera por perder su derecho a la sanidad.
Quienes difunden semejantes infundios pretenden convertir la leyenda urbana en realidad, creen que el plural de "anécdota" es "dato" y confunden el “me lo comentó una amiga” con fuentes de toda solvencia. Sin embargo, el verdadero problema no es que propaguen estas mentiras sin contrastar; por desgracia, esto ya es algo habitual. La gran trampa consiste en utilizar estos casos fraudulentos –los imaginarios y los de verdad– como argumento para desmontar el Estado del bienestar.
No sé si en España existe esa estudiante descerebrada que se ha gastado el dinero de la beca en operarse las tetas. Me cuesta creerlo, pero es posible que haya pasado en alguna ocasión; no lo sé.
Pero es evidente que existen abusos y que hay gente que cobra las becas o el subsidio de desempleo de forma irregular. Es otra de las nefastas consecuencias de tener un país con el 20% de su economía sumergida y un enorme fraude fiscal: parte de los subsidios acaban en manos de tramposos y defraudadores; hay quien accede a las becas y demás ayudas del Estado del bienestar porque no declara su renta real.
Obviamente, éste es un problema que habría que arreglar. Pero la solución pasa por eliminar el fraude: no las ayudas. Recortas las becas porque alguno hace trampas sería tan injusto como prohibir los aviones para evitar que alguien vuelva a construir otro aeropuerto peatonal como el de Castellón.
Los principales damnificados por los fraudes en el Estado del bienestar son, precisamente, quienes menos tienen; son ellos los estafados, no el Gobierno.
Si recortan estas ayudas y becas con el argumento de que se producen algunos abusos, los están atropellando dos veces.
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