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sábado, 1 de junio de 2013

¿Y el verano? ¿También nos lo recortan?



Se empieza a escuchar por ahí que qué pasa con el tiempo; que esto no hay quien lo aguante, tanto frío y ya casi junio; que qué asco de días, que llegue ya el calorcito; que esto es lo que faltaba, encima mal tiempo.

Ya hay quien cuestiona si este verano habrá verano, o el clima será más o menos el que tenemos estos días.

He escrito este texto tratando de acercar de forma sencilla algunos conceptos y razonamientos, que han desarrollado mucho mejor otras personas, para comprender qué es lo que está pasando.



¿Y el verano? ¿También nos lo recortan? El canal francés especializado en meteorología Meteo augura un verano frío y lluvioso. De hecho, según sus previsiones, hay un 70% de posibilidades de que vivamos el periodo estival más frío desde 1816. Otras agencias meteriológicas no se mojan tanto y todavía no se atreven a predecir el tiempo con tanta antelación.

Antonio Turiel, físico, matemático e investigador del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC e investigador del Intituto de Ciencias del Mar del CSIC publicó ayer mismo en el blog “The Oil Crash” un interesantísmo texto llamado “Un año sin verano”. En este interesante documento, acompañado de gráficas y un buen número de enlaces para ampliar la información, señala al Cambio Climático como la razón principal para entender este tiempo.

El Cambio Climático, como ya nadie puede negar, está provocando unas alternaciones del clima y unas reacciones en la naturaleza sin precedentes. Una de las consecuencias más graves del aumento de las temperaturas a nivel global es el calentamiento del Polo Norte.

La “Corriente de Chorro” es un flujo de aire en la atmósfera de la Tierra, “responsable de mantener un clima templado y relativamente húmedo en Europa”. Pues bien, la diferencia de temperatura en entre el Polo Norte y el Ecuador ya no es tan grande. La temperatura está aumentando en todo el planeta, pero se nota más en el Polo. Esto está alternando el progreso de esta corriente, que está llegando mucho más al sur que de costumbre y es la que está provocando la situación actual.

Razona Turiel que “cuando los metereólogos dicen que hay un 75% de probabilidades de que este año no haya verano, lo que dicen es que, de acuerdo con sus modelos, el 75% de las configuraciones que prueban llevan a una situación donde el verano es fresco, con frecuentes bloqueos de aire frío alternados con otros bloqueos de aire caliente”. Explicado en otras palabras, que verano habrá, pero no será el que hemos conocido en décadas anteriores.

Como todos ya sabemos, los Polos se están derritiendo a marchas forzadas. “Por tanto la cuestión ya no es si este año tendrá verano o no; la cuestión es que el riesgo de no tener verano en Europa será permanente desde ahora hasta que el hielo del Ártico se funda por completo, y quizá durante unos años más, hasta que se estabilice una nueva situación que no tiene por qué ser igual que la anterior. En definitiva, que no es el que el clima vaya a cambiar: es que ya ha cambiado, y no sabemos lo que nos espera. Y si se preguntan cuándo se acabará de fundir el hielo ártico, las estimaciones actuales apuntan a que será en algún verano de aquí a 2020… El futuro fue ayer”, sentencia Turiel.

Algunos notamos los cambios del clima en el comportamiento de las plantas. Las borrajas cultivadas florecen jóvenes, las berenjenas no crecen, las cerezas no maduran o los tomates retrasan su crecimiento. Aquí tardaremos un poco en disfrutar de estos sabores y quizás tenemos menos cosechas. En otros lugares y en otros ámbitos estos cambios en el clima pueden ser mucho más graves y dramáticos.

Para comprender cómo hemos llegado hasta aquí, hay que comprender el Cambio Climático y todas las barbaridades que se han hecho en pos de una civilización industrializada, derrochadora de petróleo y consumista, en la que los poderosos han ocultado a la gente muchas de las cuestiones que hoy vamos a tener que explicar para entender todo lo que venga.

El capitalismo es un sistema insostenible basado en un despilfarro de combustibles fóxiles y otros materiales, sin tener en cuenta que muchos recursos son finitos y que este consumismo lleva aparejado un montón de residuos y contaminación descontrolada. Eso sin tener en cuanta que en el capitalismo no solo no se tienen en cuenta las alternativas, sino que tratan de ocultarlas o en muchos casos pasar a su aniquilamiento.

La relación entre la economía financiera, las políticas neoliberales y las distintas “burbujas” con los destrozos en la naturaleza, se explica muy bien en “Raíces económicas del deterioro ecológico y social”, el libro que José Manuel Naredo publicó en 2006 y revisó en una segunda edición en 2010, en el que “desvela las irracionalidades propias de la ideología económica dominante que alimentan el deterioro ecológico y social” y propone enfoques alternativos.

En “El Antropoceno” Ramón Fernández Durán ya advertía que “la expansión del capitalismo global está chocando ya con la biosfera, aparte de con todo un conjunto de límites sociopolíticos, lo que le conducirá a un profundo colapso en el siglo XXI que tendrá repercusiones civilizatorias”.

Aún estamos a tiempo, que nadie se me asuste a estas alturas. No pretendo acotolar, sino empoderar. Estamos en un período clave para evolucionar hacia la sociedad futura y cómo viviremos en las próximas décadas. Ramón Fernández Durán señalaba en “La Quiebra del Capitalismo Global: 2000-2030” que “un nuevo comportamiento alcanzado por una masa crítica de individuos de una especie, permitiría crear un efecto sinergia dentro de la misma que implicaría una suerte de explosión de conocimiento y prácticas colectivas inéditas”. Illya Pricogine e Isabelle Stengers sugerían lo mismo en “Orden a partir del Caos”, que “fluctuaciones inicialmente pequeñas pueden conducir a la transformación de todo el sistema”.

Siguiendo con Fernández Durán, “los escenarios posibles dependerán de múltiples factores, entre otros, de la capacidad de resistencia y transformación social de las distintas sociedades humanas, frente a unas estructuras de poder que sucumbirán muy probablemente también en el medio y largo plazo como parte de una civilización que se agota. Estos procesos pueden adoptar múltiples variantes, incluidos quizás escenarios de barbarie y regresión social sin precedentes. Pero, a la postre, deberán alumbrar nuevas construcciones sociopolíticas y culturales, que deberán establecer forzosamente nuevas relaciones con el entorno y en el interior de sí mismas, si es que pretenden subsistir”.

Y yo creo que en eso estamos. He escuchado en varias ocasiones decir a Yayo Herrero, una de las coordinadoras de Ecologistas en Acción, algo así como que necesitamos practicar las alternativas, que no son más que experimientos colectivos hacia otras formas de vida. Las redes de economía alternativa y solidaria, la vuelta a la tierra, las cada vez más fértiles prácticas agroecológicas, las luchas por otra educación, otra sanidad, otro modelo energético, otro comercio y otras relaciones y cuidados, nos demuestran que estamos a tiempo. Solo necesitamos ampliar la masa crítica, contagiar a nuestros cercanos, para ser lo bastante poderosos como para tumbar al capitalismo hacia un cambio colectivo de especie.

Termino citando a Jorge Riechmann, que en el prólogo del precioso libro colectivo “Cambiar de gafas para mirar el mundo” compartía que “En cierto radical sentido, no hay buenos ni malos… hay seres perdidos en un viaje proceloso. (Una parte importante de lo que adviene al mundo como maldad procede de no reconocer ese carácter de extravío que pertenece a la condición humana). Nuestra única posibilidad de llegar a buen puerto es ayudarnos unos a otros.








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